negociaciones
No es la aritmética, es la política
La pregunta clave no es sólo quién puede investirse, ni cuál será el programa del próximo gobierno expresado en un acuerdo firmado entre socios de gobierno, sino quién estará en el Consejo de Ministros
Laura Arroyo 21/09/2023
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Llevamos semanas viendo sufrir al todavía líder del Partido Popular. Lo vemos intentando conseguir algún voto adicional a la minoría que siempre tuvo, por un lado; y, por otro, lo vemos sorteando los cuchillos no tan sutiles dentro de su propia casa, donde tanto Aznar como Ayuso lo han desautorizado sin rubor. A estas alturas, en el Partido Popular parece haber claridad sobre lo que las urnas dijeron en julio, pero se resistía a aceptar: que no cuentan con la mayoría para gobernar. Causaría ternura si esa resistencia no hubiera supuesto una oportunidad para que el bloque reaccionario recuperara algo del protagonismo perdido tras el resultado electoral. Un apoyo a las derechas con el sello de Felipe VI y con la aceptación sin chistar de Pedro Sánchez y Francina Armengol (PSOE), pero también de la líder de Sumar, Yolanda Díaz.
Dirijamos la mirada, entonces, al otro lado de la acera. Hacia el único bloque de gobierno posible porque así lo han querido los españoles y españolas: el bloque plurinacional y democrático que incluye a fuerzas progresistas estatales, fuerzas progresistas plurinacionales y fuerzas plurinacionales que no son necesariamente progresistas, pero no se han dejado canibalizar por la reacción que ha ocupado hasta los rincones en Génova. Ahora bien, para que el bloque posible lo sea, las negociaciones son fundamentales. Las condiciones y propuestas están sobre la mesa y construyen la foto sobre la cual Pedro Sánchez decidirá si quiere o no ser presidente los próximos años, entendiendo las complejidades de la aritmética resultante de las urnas. El problema, sin embargo, es que parecemos haber centrado la atención únicamente en esa aritmética compleja obviando que es la traducción de algo de fondo: la política. Y esta es la clave fundamental de las negociaciones con todas las fuerzas políticas que han de investir a este único gobierno posible.
Es una mala noticia, pero también una verdad, que la mayoría del bloque posible no es ya una mayoría progresista
A estas alturas Pedro Sánchez sabe que sólo él puede conseguir los números, pero también sabemos todos que de la forma de la negociación, y de la relación que en este proceso construya con las fuerzas políticas a quienes les pide el voto, surgirá el tono del gobierno. Su identidad, su carácter y sus posibilidades. Cuestiones que no son menores, lo vimos en la legislatura anterior donde la negociación fue muy ardua, muy mediática y dónde Unidas Podemos, socio minoritario en el Gobierno de coalición, fue protagonista. Sabíamos desde el comienzo que habría tensiones, que el PSOE intentaría retrasar algunos avances y que, por su parte, Unidas Podemos utilizaría sus ministerios y sus vías de comunicación para forzarlos. Esa tensión democrática fue la condición de posibilidad de los avances que en la legislatura anterior lograron, no sin dificultad, abrirse camino. Hoy, el escenario es distinto. Pedro Sánchez respira más tranquilo que hace cuatro años.
Es una mala noticia, pero también una verdad, que la mayoría del bloque posible no es ya una mayoría progresista. Pero eso no quiere decir que debamos resignarnos a un gobierno que no lo sea, sobre todo después de haberle frenado los pies al bloque reaccionario en las urnas. Esto depende, en buena cuenta, de cuánta capacidad impugnadora y de presión tengan fuerzas como Sumar, ERC, Bildu, etc. En la legislatura anterior, el ejercicio de aquello que fue llamado “ruido” explica cómo se consiguieron la ley de vivienda o la ley trans, por poner dos ejemplos. La pregunta, por tanto, es si estamos ante la posibilidad de un gobierno de coalición o de resignación. Resignación para las izquierdas, claro. ¿Cómo garantizar que el próximo gobierno sea progresista entendiendo la complejidad del bloque?
Comparto una intuición: tal vez, la discusión debería dejar de centrarse únicamente en la aritmética y centrarse más en la política. Pero cuando decimos política no hablamos del acuerdo de gobierno. Si algo debimos aprender en estos últimos cuatro años es que el PSOE puede firmar el acuerdo de gobierno más ambicioso de la historia y luego sufrir de amnesia sobre su contenido. No es el acuerdo de gobierno lo que permitió avances en la legislatura anterior y que el gobierno implementara medidas progresistas, sino la estrategia de tensión democrática desplegada por el socio de gobierno y arropado por fuerzas progresistas plurinacionales como ERC y EH Bildu. Dicho de otro modo, la pregunta clave no es sólo quién puede investirse, ni cuál será el programa del próximo gobierno expresado en un acuerdo firmado entre socios de gobierno, sino quién estará en el Consejo de Ministros.
Esa es la pregunta que debiera marcar la pauta en este proceso de negociación pues nos jugamos la posibilidad de revalidar un gobierno progresista más audaz que en la anterior legislatura a partir de las lecciones aprendidas, o apostar por un gobierno del “se hizo” en lugar del “se hace” como plantea el PSOE. Una decisión que terminará abriendo espacio al bloque reaccionario para crecer. El quién siempre ha sido importante porque marca el tono del cómo. Y sin quién y sin cómo, el qué es un papel que puede contar con todos los membretes, pero cuyo poder es nulo si no hay quien lo lea y, sobre todo, lo defienda.
Llevamos semanas viendo sufrir al todavía líder del Partido Popular. Lo vemos intentando conseguir algún voto adicional a la minoría que siempre tuvo, por un lado; y, por otro, lo vemos sorteando los cuchillos no tan sutiles dentro de su propia casa, donde tanto Aznar como Ayuso lo han desautorizado sin rubor. A...
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