
Fragmento de la última fotografía conocida de Franz Kafka, probablemente hecha en 1923.
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El 2 de agosto de 1914 Kafka escribe en su diario la siguiente anotación: “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar”. Comúnmente, se entiende que esa frase es una disociación. Por una parte está la guerra, el suceso, el siglo, el mundo exterior. Y, por la otra, el yo, el mundo personal de Kafka en el que surge la decisión de nadar, que es tan inapelable y firme como la decisión de ir a la guerra, emitida por el kaiser unas horas antes. Por lo que sea, he pensado mucho en esa frase a lo largo de mi vida. Y, a lo largo de mi vida, la he interpretado con diversos matices. En general, y en todas mis interpretaciones –esto es, en todas mis épocas, en todas mis edades– ha prevalecido la idea del humor. Kafka, con su construcción de dos frases, hace un chiste, en un día en el que todo el mundo hace patriotismo. Es posible, en ese sentido, que lo que hace Kafka sea una protesta cívica, un acto de resistencia tan absurdo como nadar, esa colección de movimientos ridículos fuera del agua. Hace semanas que esas dos frases se repiten en mi cabeza, con mayor énfasis y volumen que nunca. Hoy, hace escasas horas, cuando comía, esa frase me ha salido por la boca y he hablado de ella con mi gran amigo Ignacio, tal vez el mejor lector de Kafka que he conocido. La frase de Kafka ha brillado tanto –como siempre, como desde el primer día– que ninguno de nosotros ha intentado interpretarla. Es una frase tan importante que ha quedado intacta nuevamente, mientras Ignacio me hablaba de datos físicos y personales de Kafka, que yo ignoraba. Luego, por la tarde, he vuelto a casa. A acabar de escribir Los Domingos. Se trataba de un texto que empecé a construir el lunes, sobre un fragmento del Génesis y un detalle oculto, a primera vista, de Abraham. Pero en el camino de vuelta a casa, las dos frases de Kafka han ido ocupando paulatinamente espacio y peso en mi cabeza. Cuando he llegado, Kafka y sus dos frases suponían ya un mensaje grave. Algo que explicaba lo que me pasa, lo que me enturbia, desde que la última guerra empezó, sin declaración alguna del kaiser, que ya no existe. Y, en ese momento preciso, he descubierto el sentido de las dos frases de Kafka. Y he vuelto a vivir las dos frases bajo una nueva experiencia, esta vez más rotunda que todas las anteriormente vividas. Las dos frases, lo puedo asegurar una vez que mi frente se ha roto como el cristal, no construyen una disociación. Tampoco son humor. No son el distanciamiento frente al mundo. Las dos frases, ahora lo comprendo y lo veo claro, construyen una comparativa. Kafka compara la declaración de la guerra más violenta y absurda jamás habida en el mundo, hecha aquella mañana, con el hecho de ir a la piscina, por la tarde. Son lo mismo. Lo que nos lleva a ver, de forma diáfana, que la guerra es una inmersión. Es estar debajo del agua. Ese sitio en el que se oye y se ve mal, en el que tampoco se puede respirar.
El 2 de agosto de 1914 Kafka escribe en su diario la siguiente anotación: “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar”. Comúnmente, se entiende que esa frase es una disociación. Por una parte está la guerra, el suceso, el siglo, el mundo exterior. Y, por la otra, el yo, el mundo...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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