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Hermoso anotó el segundo del Atleti con algo de suerte. / Ángel Gutiérrez (Club Atlético de Madrid)
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El Atlético de Madrid es una institución con más de ciento veinte años de vida, tiempo suficiente para conformar una historia preciosa, cargada de orgullo y esencia, que merece la pena ser recordada. Creo que ningún colchonero lo pone en duda, pero a veces se nos olvida que la historia se escribe todos los días. Que puede que hoy estemos viviendo un capítulo tan bueno como cualquier otro. Que puede que sea incluso mejor. Solemos mirar al pasado con el filtro de la nostalgia y ajenos a esa distorsión que el paso del tiempo provoca en los hitos que sustentan los relatos más emocionantes. Eso hace que a veces seamos incapaces de darnos cuenta de la belleza del suelo que estamos pisando. Uno mira alrededor y ve que el Atleti actual, su entorno vital, contagiado quizá por el uso masivo de ese lenguaje hostil y extranjero que impone el todopoderoso, parece estar viviendo en un permanente cara o cruz. Cada partido es fundamental. Nada que no sea una victoria tiene hoy hueco en el relato. Cada resbalón pone en cuestión la credibilidad de un proyecto que “solamente” lleva doce años funcionando. ¿En serio? Piénsenlo bien y me incluyo en esta reflexión. Incluso en días como hoy. Especialmente en días como hoy. En estos doce años hemos visto al equipo ganarlo todo. Sí, digo todo de forma consciente, porque no tener una Champions, después de dos finales cargadas de… eventualidades, es más una anécdota que otra cosa. El actual capitán es el jugador que más veces ha vestido la rojiblanca. Estamos viendo al jugador que más goles va a meter con esta camiseta, que además es campeón del mundo. Hemos tenido el mismo entrenador durante cien partidos de Champions. Hoy sabemos que serán más. Y lo estamos viendo nosotros. Así que sí, analicemos ahora el partido desde el rigor de los datos y la dictadura de la inmediatez, pero que nadie me pida que cuestione lo que es evidente. Que nadie me pida que deje de sentirme un completo privilegiado.
El partido comenzó como se esperaba, con un Feyenoord físico y agresivo frente a un Atleti compacto y a la expectativa. Afortunadamente, a diferencia de lo que ha ocurrido otras veces, los de Simeone supieron adaptarse muy bien al plan, aguantar el empuje inicial e imponer su idea de juego. Y sí, los primeros compases del equipo neerlandés rimaban con la euforia de la grada, esa mítica “bañera” (De Kuip) que los aficionados al fútbol conocemos bien, pero las sensaciones que transmitían los rojiblancos eran muy distintas a las de otros partidos de las mismas características.
El Feyenoord, aplicando ese poderío físico y esa velocidad supersónica que ayuda a equilibrar cualquier carencia, tuvo una ocasión clara a los ocho minutos, cuando un remate en el área de Minteh fue desviado por la pierna de Hermoso, ya en el último momento. Witsel tuvo que despejarla después, casi sin querer, tras el consiguiente saque de esquina. Los locales achuchaban, sí, pero enfrente estaba Griezmann, que es ese jugador que cada vez que toca el balón hace brotar el fútbol. Un toque le bastó al francés para dejar a Morata delante de Bijlow, el portero rival. Desgraciadamente, el madrileño se pareció esta noche al de otras temporadas y desperdició una ocasión de las que no se deben desperdiciar. El karma, si es que existe, vino a poner justicia poco después, cuando un balón colgado por Llorente sin demasiada fe acabó en gol. Witsel que no se atreve a rematar, Bijlow, que no quiere salir, y la pelota que acaba pegando en el cuerpo de Geertruida para alojarse en su propia portería.
El gol tranquilizó mucho a los de Simeone, que a partir de ahí tuvieron un puñado de minutos de buen fútbol. Controlando los tiempos, defendiendo bien, sabiendo ser vertical y llegando al área contraria. Lástima que Morata siguiese sin estar fino. El Atleti, eso sí, lo pasó mal durante el tramo previo al descanso. Los de Arne Slot subieron la intensidad, los rojiblancos perdieron el control del balón y el juego empezó a rondar demasiado el área colchonera.
La vuelta al césped nos dejó un remate temprano de Griezmann que no fue gol, no sé si por culpa del poste o del portero. Una pena, porque el Atleti se hubiese ahorrado los minutos de cierto agobio que llegaron a continuación. El Feyenoord subió un punto la intensidad y eso provocó algún error en la salida del balón. Aparecía la sensación de que el partido sería largo. Pero no, tirando de personalidad, que es lo que más destacó, el equipo plantó cara y recuperó las buenas sensaciones. Y como en el fútbol, igual que ocurre en la vida, también se necesita un punto de suerte, el Atleti la tuvo cuando un remate prácticamente a ciegas de Hermoso acabó instalándose en la escuadra del equipo holandés.
El Atleti vuelve a octavos de Champions a lo grande. Veremos si como primero o como segundo
A partir del 0-2 llegó quizá la parte más interesante. Los de Róterdam, conscientes de que se quedaban fuera de la máxima competición europea, llenaron el campo de estiletes ofensivos y abrieron la reserva de energía. Simeone compensó el equipo cambiando el dibujo a un 5-4-1, claramente defensivo. Y sí, el partido se jugó mucho más tiempo en la frontal del área colchonera, pero también llegaron así las mejores ocasiones de los madrileños. Griezmann resolvió mal un claro contraataque en el minuto 60. Diez minutos después, era De Paul el que no conseguía rentabilizar una jugada espectacular entre Riquelme y Molina. Por cierto, merece la pena detenerse un momento en el excelente partido que ha hecho el canterano. En ataque y en defensa. Con fuerza y con personalidad. Hay futbolista.
El partido estaba totalmente controlado por los rojiblancos cuando un córner, en principio anodino, acabó en gol de los holandeses. Una extraña acumulación de jugadores en el área hizo que Wieffer, prácticamente sin saltar, acertara en el remate. El gol provocó que el estadio se encendiese de nuevo. Los últimos quince minutos podrían haber sido un infierno, una situación injusta, porque el Atleti estaba siendo claramente superior. Afortunadamente, para variar, el fútbol fue justo esta vez y una falta lateral, en principio anodina, acabó rematada, sin querer, por la estrella mejicana del Feyenoord, Santiago Giménez, que la metió en su propia portería. Y no hubo más.
El Atleti vuelve a octavos de Champions a lo grande. Veremos si como primero o como segundo. Otra vez. Se dice pronto. Por eso me remito al primer párrafo. Disfrutemos de lo que estamos viviendo. Disfrutemos del partido a partido. Que nadie nos impida sentirnos unos privilegiados.
El Atlético de Madrid es una institución con más de ciento veinte años de vida, tiempo suficiente para conformar una historia preciosa, cargada de orgullo y esencia, que merece la pena ser recordada. Creo que ningún colchonero lo pone en duda, pero a veces se nos olvida que la historia se escribe todos los días....
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