Mientras cientos de personas arengadas por PP y Vox se concentran frente a la sede del PSOE en Ferraz para salvar la democracia al grito de “Viva Franco” y “Sánchez a prisión”, la mayoría democrática surgida de las urnas el pasado verano tiene ante sí una oportunidad de oro para transformar este país de la que poco o nada se está hablando. Además de por el ruido en torno a la amnistía, quizá se hable poco o nada de esta ocasión única porque tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz han decidido dibujar una legislatura poco ambiciosa, consistente en apuntalar las políticas puestas en marcha en la legislatura anterior con algún añadido como la semana laboral de 37 horas y media. Teniendo en cuenta que la principal diferencia entre la legislatura anterior y esta que arranca es que en esta ocasión no existe una mayoría absoluta de izquierdas y que dos partidos de derechas como PNV y Junts deberán entrar en la ecuación de las reformas, tiene cierta lógica dibujar ese perfil bajo. Pero, ¿y si esto no tuviera por qué ser así? ¿Y si hubiera temas estructurales en los que nacionalistas vascos y catalanes estuvieran dispuestos a arrimar el hombro? ¿Y si todo dependiera de que la voluntad de PSOE y Sumar fuese clara?

La oportunidad para el gobierno que está por llegar es única gracias a PP y Vox. La derecha española ha decidido apostarlo todo a la denuncia de la amnistía mudándose en tiempo y espacio a la Cataluña del procés que ya no existe. En política, que tu rival decida irse a vivir a un lugar y una época que ya no existen es un regalo que PSOE y Sumar no deberían dejar pasar. Quemando todas las naves en torno a un asunto catalán ya amortizado –recuerden que los indultos a los presos del Procés no le pasaron factura a la coalición que aspira a repetir–, el que sería futuro gobierno de España liderado por Sánchez y Díaz tiene la autopista política libre para hacer las reformas que se quedaron en el cajón en la legislatura anterior cogiendo con el pie cambiado a la derecha española. Mientras PP, Vox, grandes medios de comunicación, jueces y sindicatos policiales –valgan todas las redundancias– aseguran que España se rompe, qué importancia tendría hacer al fin una ley de medios que evite la obscena concentración de poder que sufre España. Si el país se está rompiendo, no debería provocar un excesivo terremoto que el panorama mediático al fin fuera plural y representativo. Mientras la derecha política, mediática y judicial instalan en la población suscrita al drama hispano que nuestra democracia se acaba si se le da carpetazo a un asunto catalán que jamás debió dirimirse en los tribunales, qué importancia tendría, frente al final de nuestra democracia, que la nueva mayoría sacase adelante un proyecto para acabar con la ley mordaza de una vez por todas. ¿Alguien piensa que Junts y PNV se podrían oponer a un proyecto ambicioso en esa dirección? ¿De verdad alguien cree que no dan los números para la reforma de los usos y costumbres de unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado liderados por el Marlaska que ha permitido y protegido todo tipo de comportamientos antidemocráticos? Con la apuesta de la derecha empeñada en lanzar el mensaje único de que España está cayéndose a trozos, quizá sea el mejor momento para afrontar de una vez la renovación del Poder Judicial secuestrado por la derecha trumpista desde hace cinco años.

Las posibilidades de reformas del sistema con la nueva arquitectura salida de las urnas son muchas. Tantas como veces se repite estos días que España caerá por el precipicio si hay amnistía. PSOE y Sumar no deberían conformarse con capear la enésima campaña furiosa de la derecha lanzada cada vez que no logra el poder político. Deberían aprovechar el enorme regalo que supone que la derecha española haya decidido hacer política con lo inexistente para ponerse a transformar lo que existe. ERC y Bildu, que estuvieron a la altura de las circunstancias toda la legislatura anterior sin demasiado reconocimiento ni agradecimiento por parte del PSOE, estarán de nuevo a la altura de las circunstancias en esta legislatura. Para que lo estén PNV y Junts, es necesario que Yolanda Díaz juegue el papel de intermediación que en su momento Pablo Iglesias jugó con éxito. Sumar será clave. Lo será para empujar al PSOE a atreverse a que esta no sea simplemente una legislatura “de consolidación” y será clave para convencer a la derecha catalana y vasca de que se suban al carro de afrontar reformas estructurales. Los números salen. La pregunta es si habrá o no voluntad para, homenajeando al Alfonso Guerra que anda promocionando la ruptura de España, que a este país no lo reconozca ni la madre que lo parió al final de este ciclo político que empieza. Las fuerzas de tradición democrática quizá no se vean en otra como esta. El ruido de la amnistía es un regalo que no deberían dejar pasar.