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Banda punk americana Dead Kennedys (1981).
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En verano de 1979 se puso a la venta California Über Alles, el primer sencillo de Dead Kennedys, una banda de San Francisco que revolucionaría la escena punk estadounidense. Entre referencias a Orwell, Shakespeare e Ingmar Bergman, la letra era una crítica sagaz y sin medias tintas al entonces gobernador demócrata de California Jerry Brown, tachado, lisa y llanamente, de fascista. Dos años más tarde, sin embargo, la banda liderada por el genial y ecléctico Jello Biafra volvió sobre sus pasos y, por así decirlo, hizo autocrítica. En el EP In God We Trust, Inc. incluyeron una nueva versión de la canción, titulada esta vez “We’ve Got a Bigger Problem Now”. Porque, efectivamente, en comparación con el liberal Brown, el entonces nuevo presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, era un problema mucho más grande. ¿Cómo no darles la razón?
Han pasado más de cuatro décadas y en este anno Domini 2023 tenemos un problema aún mayor. Mejor dicho: unos problemas incomparablemente mayores. Al mirar cómo están las cosas hoy en día, Reagan nos parece casi un progresista. O, por lo menos, un demócrata. Que, visto lo visto, ya sería suficiente. Claro que lo que ha venido después se lo debemos principalmente al neoliberalismo, del que Reagan y su compinche, Margaret Thatcher, fueron los primeros abanderados. De todas formas, ahora, a todo ese listado de líderes ultraderechistas, de Trump a Bolsonaro, de Orbán a Meloni, de Le Pen a Salvini, debemos sumar también a Javier Milei. Su victoria en las elecciones presidenciales argentinas del pasado domingo es comparable al lanzamiento de una bomba atómica en medio de una escuela infantil. La onda expansiva irá mucho más allá del Cono Sur, no lo dudéis.
A partir del próximo 10 de diciembre, en la Casa Rosada tendremos a un verdadero psicópata que, tras consultar a su perro muerto –Conan, se llamaba– a través de una médium, aplicará las más radicales medidas paleolibertarias, término infeliz que viene a significar, en la práctica, una mezcla de ultraliberalismo y autoritarismo. A su lado, además de la influencer cosplayer Lilia Lemoine, tendrá sobre todo a su vice, Victoria Villarruel, que reivindica explícitamente la dictadura militar que asesinó a 30.000 personas, arrojadas al mar tras torturas extremas en calabozos como los de la ESMA. Realmente, es un escenario dramático. Una distopía espeluznante que ni el citado Orwell o el bueno de Aldous Huxley hubiesen podido imaginar.
Sin embargo, el problema que tenemos no tiene que ver solo con Milei y con esa onda expansiva, sino con la radicalización de toda la derecha mainstream en el mundo occidental. Milei no hubiese ganado sin el apoyo de Macri y Bullrich. Que un “moderado” como Mariano Rajoy haya apoyado públicamente la candidatura de Milei debería, como mínimo, hacernos reflexionar. Que el PP, liderado por otro supuesto moderado, Alberto Núñez Feijóo, no solo haya llegado tan pancho a acuerdos de gobierno con Vox, sino que no haya aún condenado los asaltos escuadristas a la sede del PSOE de la calle Ferraz debería preocuparnos. Pero esto va mucho más allá del contexto español, donde los populares, ya en tiempos de Felipe y, aún más, de ZP, habían dado pruebas más que suficientes de que no tenían el más mínimo reparo en comprar el discurso y utilizar las herramientas de la extrema derecha.
En Francia, la derecha posgaullista, sumida en una crisis profundísima, ya no le hace ascos a Le Pen. En los Países Bajos, el partido “liberal” de Rutte está liderado ahora por una señora que le ha abierto la puerta a los ultras de Geert Wilders. Que, dicho sea de paso, han ganado, con diferencia, las elecciones legislativas del pasado miércoles. En Portugal, el PSD se ha acercado a los de Chega! y se prepara para gobernar con ellos tras las elecciones anticipadas que se celebrarán en marzo. En Austria, los conservadores se han olvidado rápido de su “nunca más” con los ultras del Partido de la Libertad, que lideran los sondeos. En Estados Unidos, los republicanos son un partido definitivamente trumpizado que aboga por asaltar el Capitolio, y, al otro lado del canal de la Mancha, los tories, después del Brexit, se han convertido en una formación de ultraderecha tout court. No hablemos de Italia donde ya hace veinticinco años la derecha mainstream estaba representada por un populista de tomo y lomo como Berlusconi, que además introdujo, por primera vez, a los neofascistas en el gobierno del país. ¿Qué podía salir mal? Las únicas excepciones son, en la práctica, Donald Tusk en Polonia y, veremos hasta cuándo, la CDU alemana. Los cordones sanitarios han pasado a mejor vida casi por doquier.
Salvando todas las distancias, a lo que estamos asistiendo en estos tiempos aciagos es a lo que, para los años de entreguerras, se ha llamado el “compromiso autoritario”. Es decir, la “colaboración incómoda pero eficaz”, en palabras del historiador Robert Paxton, entre los fascistas y las élites tradicionales, entre las cuales podemos incluir a los conservadores que habían aceptado hasta aquel entonces el modelo democrático liberal.
En síntesis, vienen tiempos difíciles. Aún más difíciles de los que hemos vivido en la última década. Debemos ser conscientes de ello. Y prepararnos. Aquí, lo sabéis, avisamos hace tiempo de los fantasmas que habían salido de las catacumbas y se paseaban por el globo. Y llamamos siempre a las cosas por su nombre, a diferencia de otros medios que o bien se convirtieron en altavoces de la extrema derecha o bien la han ido blanqueando, vendiéndonos la moto de que no era tan peligrosa. Para resistir a esta onda expansiva que viene de Argentina, para resistir a esos intentos de alzamiento que pregona Vox con el beneplácito del PP, para resistir a ese avance ultraderechista antidemocrático, necesitamos espacios como este que compartimos. Espacios donde podemos hablar y debatir, dialogar y confrontarnos, pensar críticamente y proponer soluciones. Espacios que nos muestran que no estamos solos. Espacios que nos permiten reconstruir esas redes comunitarias que el neoliberalismo ha destruido sin pensárselo dos veces en estas décadas. Si espacios como este siguen existiendo es, sobre todo, gracias a todas y todos ustedes.
Pocos minutos después de que se conocieran los resultados de las elecciones de Estados Unidos de 2016 y Trump se convirtiese en el nuevo presidente de la aún primera superpotencia mundial, en medio de un país en estado de shock, Jello Biafra escribió en las redes sociales una sola frase. Era una cita del anarcosindicalista Joe Hill, condenado a muerte en 1915, tras haber sido uno de los principales líderes del Industrial Workers of the World: “Don’t Mourn, Organize!”. Es decir, “No llores. ¡Organízate!” Pues, eso. Organicémonos. Porque nadie nos sacará las castañas del fuego. Y el tiempo apremia.
Un abrazo,
Steven Forti
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En verano de 1979 se puso a la venta California Über Alles, el primer sencillo de Dead Kennedys, una banda de San Francisco que revolucionaría la escena punk estadounidense. Entre referencias a Orwell, Shakespeare e Ingmar Bergman, la letra era una crítica sagaz y sin...
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Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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