Ganas de quemar cosas
La ὕβρις del héroe
Pedro Sánchez es un héroe en términos clásicos. Ha vencido con fuerza e ingenio a un monstruo de dos cabezas al que todos los oráculos daban como ganador en la singular batalla. Pero se ha reído de él cuando ya estaba con la rodilla en el suelo
Alicia Ramos 28/11/2023
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Mamá hablaba de cuando Nikita Jruschev golpeaba con un zapato su estrado en la Asamblea General de la ONU. Parece que el momento se le quedó grabado. Pero aquello fue en 1960, cuando no todo el mundo tenía tele y no se exigía video de cada cosa que se decía para contrastar la veracidad del asunto. Yo, de hecho, he estado buscando videos de aquella asamblea de hace sesenta y tres años y solo he visto a Jruschev golpear su mesa con los puños. Rítmicamente, eso sí. Pero luego está la leyenda: que si golpeó tan fuerte que se le rompió el reloj, que si al ir a recogerlo del suelo se encontró con los zapatos que se había quitado porque eran nuevos y le hacían daño, que se le ocurrió coger uno de los zapatos para golpear la mesa de forma más eficaz… Solo he conseguido ver una foto borrosa en la que sostiene un objeto en la mano que podría ser un zapato. O una berenjena. O un sombrero viejo.
Por eso cuando vi a Milei blandiendo de forma algo irresponsable una motosierra en su campaña electoral pensé “ah, mira, como Jruschev, estas cosas que hacen los políticos y que marcan una época”. Pero luego he estado rebuscando en mi memoria y no recuerdo nada más por el estilo. Es cierto que Aznar puso los pies sobre la mesa del rancho de Bush, pero aquello no marcó ninguna época, salvo tal vez para la mesa. Solo fue un gesto de arrogancia pequeñita.
Porque las imágenes que marcan época, esos iconos que toda una generación reconoce, suelen estar protagonizados por personas anónimas, un cosmonauta soviético que es el primer ser humano en el espacio, una muchacha que huye desnuda de los bombardeos con napalm de su aldea en Vietnam, el personal de la embajada de Estados Unidos en Irán siendo evacuado en helicóptero desde el tejado, un oso polar famélico (que no es una persona pero me identifico con él) sobre un iceberg a la deriva, puntitos que son gente saltando desde los pisos superiores de las Torres Gemelas una mañana de septiembre, el ciudadano iraquí torturado en Abu Ghraib, las aglomeraciones en el aeropuerto de Kabul. Y las imágenes que no queremos ver del campo de exterminio en el que se ha convertido Gaza.
Las imágenes que marcan época, esos iconos que toda una generación reconoce, suelen estar protagonizados por personas anónimas
Es la gente anónima, humilde, la que suele protagonizar las imágenes que nos podrían servir como hitos, marcadores, de la Historia que estamos protagonizando sin querer.
Así que lo de Milei y lo de Jruschev tal vez sean meros artificios de propaganda.
Pero cuando vi a Pedro Sánchez descojonándose en la tribuna del Congreso durante su propio debate de investidura reconozco que me partí el culo con su risa contagiosa. Lo vi dos veces y las dos me reí mucho. Semanas después, cuando Feijóo sugirió que detrás de aquella carcajada que surgía a borbotones podía esconderse “algo patológico”, reclamando que fuera examinada por algún perito en la cosa esta de las risas, volví a ver el video. Y volví a reírme.
A mí me ha pasado muchas veces eso en el escenario. Cuando todo va bien y vas sobrada porque tienes la voz descansada y los dedos entrenados, un repertorio que funciona y un público cómplice y receptivo, te vienes arriba y se te ocurren cosas tan graciosas que tú misma te tienes que reír. Y la gente se ríe más y la cosa sigue in crescendo. Y hay un clímax, un algo mágico en el que todo el mundo participa.
Pero el Congreso no es un espacio de comunión sino de disenso y debate, de oposición de ideas, argumentación y confrontación dialéctica. Y espero que siga siendo eso, porque cuando es la cámara de eco de un solo orador, malo.
A lo mejor no era buena idea reírse incontroladamente en la tribuna del Congreso
Así que a lo mejor no era buena idea reírse incontroladamente en la tribuna del Congreso. Aunque, insisto, yo me reí mucho también.
El coro de Edipo Rey, de Sófocles, basado en la poesía épica del ciclo tebano, del que poco nos ha llegado, advierte al tirano contra la ὕβρις. Tirano no tiene la connotación que le damos ahora. El tirano era un aristócrata, generalmente desplazado del núcleo del poder oligárquico, que se hacía con el control en la Época Arcaica con el apoyo del pueblo para intentar corregir el gran mal de todas las civilizaciones de la Antigüedad: el colapso social y económico por la concentración de tierras en manos de muy poca gente. Así que llamar a alguien tirano podía ser hasta un piropo. Mejor una tiranía que una oligarquía sin contrapesos. Y para Tucídides lo de Pericles sería una democracia, pero para el historiador era un tiranía en la que Pericles era ὁ πρῶτος πολίτης, el primer ciudadano.
Al pobre Edipo le pasaron todo tipo de desgracias desde que era un bebé y sus padres, Layo y Yocasta, reyes de Tebas, decidieron deshacerse de él porque un oráculo decía que el hijo acabaría matando a su padre y cometiendo incesto con su madre. En aquella época los oráculos eran como ahora las empresas de demoscopia, la gente creía en ellos aunque dijeran disparates.
El cuento de Edipo es de sobra conocido. Crece con otros padres, al final regresa a Tebas, mata a su padre sin saber a quién rayos está matando, se casa con su madre y tienen dos preciosas criaturas que ahora estarán vociferando en Ferraz, y cuando empieza a sospechar que la cosa va regular llama a Tiresias, que es un personaje infinito y maravilloso, y este, aun conociendo las respuestas a las preguntas de Edipo, se resiste a responderle.
Los dioses castigan la ὕβρις con dureza. Pero Edipo, el pobre, no incurre en arrogancia ninguna por sufrir un destino que le ha venido dado. El único acto de ὔβρις que yo puedo reconocer es reírse de Tiresias, ser cruel con él, llamarlo ciego, comportarse de forma arrogante con el único tipo que realmente no le ha hecho nada.
Pedro Sánchez es un héroe en términos clásicos. Ha vencido con fuerza e ingenio a un monstruo de dos cabezas al que todos los oráculos daban como ganador en la singular batalla. Pero se ha reído de él cuando ya estaba con la rodilla en el suelo. Los dioses antes eran muy de castigar estas cosas de maneras alambicadas y retorcidas. Ahora no sé a qué se estarán dedicando. En cualquier caso espero que no se deshagan del héroe hasta que el monstruo de las dos cabezas se haya ido definitivamente con el Centauro Neso, el León de Nemea y la Hidra de Lerna por el sumidero de los establos de Augías.
Mamá hablaba de cuando Nikita Jruschev golpeaba con un zapato su estrado en la Asamblea General de la ONU. Parece que el momento se le quedó grabado. Pero aquello fue en 1960, cuando no todo el mundo tenía tele y no se exigía video de cada cosa que se decía para contrastar la veracidad del asunto. Yo, de hecho,...
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Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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