PINTURA
El arte olvidado de Glyn Philpot
¿Quién recuerda al heredero de Singer Sargent?
Deborah García 4/01/2024
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Glyn Philpot (1884-1937) fue uno de los retratistas más famosos y mejor pagados de su época, de hecho fue considerado por muchos el legítimo heredero de John Singer Sargent. Sin embargo, su obra, pese a abordar temas muy contemporáneos como lo queer o la negritud, ha sido olvidada.
Siegfried Sassoon, 1917.
En 1930 Philpot abandonó su método de pintura tradicional y pivotó hacia un modernismo esquemático, algo que tampoco sorprende demasiado si nos fijamos en su trayectoria. La carrera de Philpot muestra muchos cambios, por una parte tenemos las esculturas de marcada influencia de Miguel Ángel y de Rodin, pinturas de plantas muy elegantes realizadas durante la década de 1930, y que se exhibieron en la tienda de la diseñadora de interiores Syrie Maugham, y originales e inquietantes visiones del mundo clásico y bíblico en las que el homoerotismo es protagonista.
Melancholy negro, 1936.
Philpot elegía modelos negros a los que pintaba de manera individualizada, algo bastante inusual en la época. En cierto sentido, el artista estuvo, al mismo tiempo, dentro de la sociedad, comisionado para producir retratos y esquemas decorativos para miembros adinerados, y también fuera de ella, al crear obras que celebraban la vida de las personas negras y queer, y que mostraban una sensibilidad muy distinta a la normativa.
Uno de sus cuadros más conocidos es Manuelito, un niño trabajador de circo de 1909. Simon Martin, uno de los mayores especialistas en la vida del pintor, sugiere que la llegada al escenario internacional le vino de la mano de este cuadro cuando se exhibió en la Modern Society of Portrait Painters y en la Bienal de Venecia. El sujeto está representado con todo lujo de detalles con su traje de luces, y adopta la pose tradicional del torero, con la mano en la cadera y mirando por encima del hombro hacia el espectador. El fondo, sin embargo, no es un ruedo sino una simple tela oscura colocada casualmente sobre lo que parece ser un teatro. El título de la pintura nos dice que no se trata de un torero real, sino de un niño que se hace pasar por un torero.
Manuelito, 1909.
El artificio y el disfraz se convirtieron en la señas de identidad de Glyn Philpot como artista, en parte porque amaba el teatro, la ópera y el ballet, y también porque a menudo retrató a gente de ese mundo como Nijinsky, Tamara Karsavina, Paul Robeson y Glen Byam Shaw.
Lo teatral se extiende a las pinturas que no están directamente relacionadas con las artes escénicas, y parece posible que influyeran en ellas las tardes que Philpot pasó en el patio de butacas. Quizá allí aprendió a hacer composiciones dramáticas como las de Street Accident, de 1925. Del mismo modo, en Entrada a la Tagada, de 1931, el portero negro que deja pasar a los clientes al elegante club nocturno parisino está vestido como un maestro de ceremonias, con una levita escarlata y un sombrero de copa blanco, y parece como si estuviera descorriendo la lona de una carpa de circo.
Entrance to the Tagada, 1931.
Los gestos de ocultar y revelar, aprendidos, quizá, del teatro, pueden haber tenido una resonancia particular para un pintor cuya homosexualidad, aunque insinuada, no podía reconocerse abiertamente. En la primavera de 1931, Philpot viaja a París y los escenarios que pinta son muy diferentes a los escenarios londinenses, llenos de antigüedades. El resultado fue una paleta más ligera. Sus figuras clásicas empiezan a ocupar espacios más contemporáneos.
Gracias a otros dos viajes breves a Berlín pudo explorar la vida nocturna de la ciudad, que también tuvo un profundo impacto en su obra. La relación de Philpot con el amante del escritor Christopher Isherwood, Karl-Heinz Müller, hizo más explícito que antes el homoerotismo presente en sus obras. De Müller hizo varios retratos fáciles de reconocer. En Fuga, de 1931, Müller aparece hasta tres veces: desnudo, con el torso liberado de las prendas y completamente vestido, mientras es aparentemente ayudado en un viaje por la figura de Artemisa.
Fugue, 1931.
Más sorprendente es su San Sebastián, de 1932, aureolado, desnudo, atado a una barandilla y con el pecho atravesado por dos flechas. La imagen está recortada justo por encima del pene pero, aun así, incluso para los estándares de muchas pinturas del santo, la imagen es muy queer, tanto que este cuadro nunca fue exhibido en vida del pintor y, al morir, se encontró en su estudio de cara a la pared.
De esta misma época son los retratos muy elegantes que Philpot realizó de Julian Zaire, un artista de cabaret negro en traje de noche. Estas imágenes adscritas a la era dorada del jazz son muy diferentes a las pinturas más tradicionales de sujetos negros, probablemente modelos profesionales, realizados antes de la Primera Guerra Mundial; y también las de Harry Thomas, el hombre jamaicano al que pintó y esculpió muchas veces desde 1928 en adelante. Philpot es tremendamente contemporáneo porque las pinturas británicas de temas negros de este periodo, exceptuando el retrato de Un jardinero negro, de Harold Gilman en 1905, son muy raras. Philpot no solo los pinta una y otra vez, además los individualiza, algo que contrasta con la forma genérica en la que se representaba por entonces la negritud. La contribución del pintor en la representación de las personas negras y queer en el arte del siglo XX fue fundamental.
St. Sebastian, 1932.
Glyn Philpot (1884-1937) fue uno de los retratistas más famosos y mejor pagados de su época, de hecho fue considerado por muchos el legítimo heredero de John Singer Sargent. Sin embargo, su obra, pese a abordar temas muy contemporáneos como lo queer o la negritud, ha sido olvidada.
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