obituario
Carmen Valero, una pionera que se convirtió en la madre del atletismo
El reciente fallecimiento de la atleta a los 68 años ha hecho que se recuerde su trayectoria y se destaque la importancia del camino que abrió
Ricardo Uribarri 9/01/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Correr era una necesidad para mí. Me lo pedía el cuerpo. Iba corriendo a todos lados”. Ese sentimiento fue tan importante para Carmen Valero que marcó su vida. Hasta el punto de llevarla a convertirse en la mejor atleta española del siglo XX tras acumular un destacado palmarés de éxitos deportivos en una época, los años 70, en la que las mujeres que hacían deporte seguían estando mal vistas por buena parte de la sociedad y no recibían apoyos. Su fallecimiento a los 68 años, a causa de un derrame cerebral, ha hecho que se recuerde su figura y se resalte la trascendencia que tuvo el camino que abrió. Por algo la Federación Española la ha definido como “la madre de nuestro atletismo”.
Nació en la localidad turolense de Castelserás, pero a los 15 días su familia se trasladó a Cerdanyola, en la provincia de Barcelona, debido a unos problemas de asma que sufría una de sus hermanas. Desde muy pequeña empezó a mostrar una gran afición por correr, de hecho, su juego favorito era hacer carreras con los chicos. Como estaba mucho fuera de casa y en la zona había mucho campo y montañas, sus padres decidieron ponerle un cascabel en el tobillo cuando tenía ocho años para poderla localizar. Un día vio corriendo por la localidad a unos hombres en ropa deportiva y les preguntó que dónde tenía que apuntarse para correr. Su respuesta fue que el club más cercano estaba en Sabadell, la Joventut Atlética. Se lo dijo a su padre, su gran apoyo, y aunque no había mucha distancia entre un municipio y otro, él no quería que su hija tuviera que desplazarse en autobús con doce años, así que al poco tiempo decidió que se mudaban a la localidad sabadellense.
Con tanta ilusión e interés la vieron en el club que apenas unos días después de empezar a entrenar allí la invitaron a participar en la conocida prueba Jean Bouin. El problema era que no tenía licencia sacada, por lo que corrió con el nombre de otra chica: Teodora Rodríguez. Quedó novena. Una semana más tarde corrió el Cross de Montjuic y fue tercera. Enseguida empezó a trabajar con ella José Molins, el que fue su entrenador durante toda su carrera deportiva. Con 16 años ganó el campeonato de España juvenil de campo a través y se estrenó en una competición internacional, el Cross de las Naciones, precedente del Mundial de Cross, donde fue la única representante española. Para entonces, la vida de Carmen se dividía entre los estudios, los entrenamientos y el trabajo, ya que desde los 14 años planchaba en una tienda para aportar un ingreso económico en su casa.
Se convirtió rápidamente en la gran dominadora de las carreras de campo a través en España, lo que le permitió participar en los Mundiales de la especialidad. Debutó en el 73 y quedó vigesimoquinta con tan solo 17 años; en el 74 ya fue novena, y un año después alcanzó la medalla de bronce, preludio de lo que iba a venir. En 1976, en Gales, se proclamaba campeona del mundo, y superaba a la soviética Tatyana Kazankina, que era triple campeona olímpica y plusmarquista mundial. Un éxito que repitió al año siguiente, en Düsseldorf, cuando se impuso a otra soviética, Lyudmila Bragina, en una carrera que ya se pudo ver por TVE, que había decidido retransmitir la prueba tras el oro del año anterior. Un dato que habla de la dificultad de lo que logró es que ninguna española ha vuelto a obtener una medalla en la prueba hasta el día de hoy. Del año de su primer oro queda una significativa anécdota. Antes de la carrera, el director técnico tuvo una charla técnica solo con los representantes masculinos y Carmen preguntó que si no iba a haber reunión con las mujeres. La respuesta que recibió fue: “No, ya la hemos hecho: haced lo que podáis. Las mujeres sois unas culonas y unas pechugonas”. Cuando acabó el Mundial y con la medalla de oro al cuello, Valero se acercó al técnico y le soltó: “Mira cómo ganan las culonas y pechugonas”.
De su primer triunfo en el Nacional de cross, en Gijón, hay una historia bonita que contó en una entrevista en el diario As. Cuando Carmen empezó a competir en la máxima categoría, su gran referente era Belén Azpeitia, que en ese momento era la dominadora del cross y del medio fondo femenino español. En aquella carrera, ambas llegaron igualadas a 100 metros de la meta y Carmen, que idolatraba a Azpeitia, le dijo que pasara y que fuera hacia adelante. Su entrenador, Molins, se dio cuenta y le echó la bronca. Ella reaccionó, le hizo caso y terminó ganando.
Su buen hacer la llevó a convertirse en 1976, en Montreal, en la primera representante femenina de España en atletismo en unos Juegos Olímpicos, donde participó en las distancias de 800 y 1.500 metros. A pesar de la trascendencia de ser la pionera en esa trascendente cita, no guardó muy buen recuerdo, ya que en la serie clasificatoria de 1.500, cuando estaba en la lucha por quedar entre las primeras, recibió un empujón que la tiró al suelo y la dejó sin la posibilidad de acceder a la final.
En aquella época, a los hombres que quedaban campeones del mundo de cross les daban un millón de pesetas como premio. A las mujeres apenas 100.000 pesetas, que fue lo que recibió Carmen con su segundo título. Nunca se pudo ganar la vida con el atletismo, por lo que tuvo que compatibilizarlo con una actividad laboral. En 1977 entró a trabajar en una Caja de Ahorros, donde estuvo 41 años. Se levantaba a las seis de la mañana para entrenar. A las nueve de la mañana se iba al trabajo y cuando salía, a las ocho de la tarde, volvía a entrenar dos o tres horas. Estuvo en activo en una primera etapa hasta 1980, cuando las lesiones y sus discrepancias con la federación por el escaso interés y medios que daba a las atletas la llevaron a retirarse por un tiempo, aunque en 1981 participó en el Nacional de Cross que volvió a ganar. En 1983 nació su hija, Carmen. Su popularidad en España era tal en esos momentos que las revistas del corazón llevaron su maternidad a sus páginas.
Siempre se mostró combativa con los rectores de su deporte que hacían de menos a las atletas femeninas. Un ejemplo de las dificultades que encontró fue cuando quiso participar en una carrera de diez kilómetros en Castro Urdiales y la Federación Española se lo prohibió porque era mucho para una mujer. Ella no hizo caso y disputó la prueba porque se encontraba más que capacitada. De hecho, hacía hasta 25 kilómetros en los entrenamientos. Días después la hicieron venir a la sede de la federación, en Madrid, donde el presidente le impuso una sanción por haber desobedecido.
En 1985 regresó a la competición, completando un gran 1986, en el que ganó el campeonato de España de Cross, el Campeonato de España de 3.000 metros, la Jean Bouin y la San Silvestre. En su vuelta, volvió a tener un desencuentro con representantes de la Federación, ya que cuando la vieron aparecer para disputar el Nacional de cross le preguntaron, de forma poco atenta con una deportista de su nivel, que a qué iba. Ella contestó que a correr, y la contestación que le dieron fue que si no ganaba no iba al Mundial. Ganó, y la respuesta que le dio al directivo fue: “Te pones una falda y vas tú por mí”.
El palmarés de Carmen Valero, que va a dar nombre a las instalaciones de atletismo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, según ha decidido el Consejo Superior de Deportes (CSD) en reconocimiento a su carrera, incluye 25 medallas nacionales y 15 récords de España. Además de sus ocho títulos nacionales de cross, fue tres veces campeona de 800 metros, siete veces campeona de 1.500 y cinco veces campeona de 3.000 al aire libre, mientras que en pista cubierta fue primera dos veces en 1.500 metros. Durante tres años consecutivos (entre 1974 y 1976) hizo triplete de oros en las tres distancias, ganando alguna vez las pruebas con poco margen de tiempo entre sí. A nivel internacional también hay que añadir el bronce en los Juegos del Mediterráneo de 1975 en los 1.500 metros.
De la trascendencia de su carrera da cuenta que la histórica Kathrine Switzer, la primera mujer que pudo correr con dorsal el maratón de Boston en 1967, que estaba reservada para los hombres, al inscribirse con la inicial de su nombre y su apellido, y que durante la prueba vivió como uno de los comisarios de la prueba la intentó echar a empujones del recorrido al darse cuenta que era una mujer, siendo protegida por otros atletas, le pidiera que fuera en su nombre a recoger un premio en Madrid que le habían concedido en 2017 sobre Derechos Humanos. Su marido estaba enfermo y ella no podía venir en persona. Recurrió a Valero, según un artículo de El País, “porque la admiraba muchísimo. Era una heroína para mí. En los EE UU ya era bastante difícil ser mujer y atleta, pero sé que en España era aún más duro. Siempre tendrá mi agradecimiento por su gran contribución a la historia y a la lucha de las mujeres de todo el mundo, no solo de España”.
“Correr era una necesidad para mí. Me lo pedía el cuerpo. Iba corriendo a todos lados”. Ese sentimiento fue tan importante para Carmen Valero que marcó su vida. Hasta el punto de llevarla a convertirse en la mejor atleta española del siglo XX tras acumular un destacado palmarés de éxitos deportivos en una época,...
Autor >
Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí