COPA DEL REY
Falta de contundencia, falta de mentalidad y falta de grandeza
Athletic 3 - Atlético 0
Ennio Sotanaz 1/03/2024
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El Atlético de Madrid acaba de ser eliminado de la Copa del Rey, tras disputar un partido en el que se ha visto superado por su rival en todas las facetas que importan en el fútbol. Caen en San Mamés sin la contundencia que se necesita para no hacer el ridículo en la élite, sin la mentalidad que en otros tiempos hizo de este equipo una máquina de competir y, lo que es peor, sin la grandeza que nunca debería abandonar el escudo. La sensación que dejan, entre el agotamiento, la desidia y la incapacidad, no anima a ser muy optimista para lo que viene. Y podríamos llenar hojas y hojas intentando explicar los problemas del Atleti, pero quizá no sea necesario derrochar demasiada literatura. Más allá de cualquier otra consideración espiritual, que las hay, el gran problema en los últimos partidos ha sido básicamente futbolístico. Su evidente mediocridad en las áreas. Esa defensa, tan insegura como vulnerable, junto a una lacerante falta de gol. Y no sólo falta de gol, que podría ser algo pasajero. Se trata de falta absoluta de mentalidad para hacer gol, que es infinitamente peor, porque, a día de hoy, no tiene cura.
Lo cierto es que, para ser justos, creo que el Atleti no encaró mal el partido. Salió al campo con intensidad y jugando razonablemente bien. Superando con solvencia la presión adelantada del equipo bilbaíno, a base de mover el balón rápido y de tener verticalidad. Lo que se les había reclamado tantas otras veces, vamos. El problema es que jugar bien es un concepto demasiado manoseado. A los 5 minutos, Lino remataba sin fe un buen pase de Koke, tras una gran jugada de Nahuel por la banda. Y esa acción podría resumir lo que es hoy por hoy la marca de la casa. Una incapacidad absoluta para terminar con criterio cualquier jugada. Prefieren enfrascarse en un pase imposible, o en seguir rizando el rizo, antes que en intentar meter un gol. Parece darles miedo tirar a puerta. A los 10, Hermoso remataba de cabeza con esa misma agresividad de la que hablamos. Es decir, con ninguna.
El partido parecía controlado para los madrileños, pero eso del control, como lo del juego, es irrelevante cuando uno es incapaz de hacer goles o de contenerlos. En la primera jugada hilvanada por el equipo vizcaíno, Nico llegó por la izquierda hasta el fondo del campo, colgó el balón y su hermano Iñaki lo remató de volea para meterlo en la red. ¿Demasiado fácil? Puede ser. Golazo, en cualquier caso.
El Atleti, curiosamente, no se hundió. Siguió jugando a lo mismo y haciéndolo bastante bien, dadas las circunstancias. El problema es que jugadores como De Paul parecen tener alergia a eso de terminar las jugadas. Le cuesta entender que el objetivo del juego es meter goles. El equipo llegaba sin pólvora, que es lo mismo que no llegar. Los vascos tampoco es que hiciesen nada del otro mundo, más allá de jugar muy intensos y concentrados, pero la única vez que consiguieron salir en vertical estuvieron a punto de hacer el segundo tanto, con un pelotazo que bajó Iñaki Williams al césped y que su hermano Nico disparó desviado.
Y esa fue la tónica de la primera parte: uno sesteaba y el otro golpeaba. A la medía hora, Correa lanzaba por encima del larguero otra buena jugada del Atleti, con un pase de Morata desde la izquierda. Tres minutos después controlaba con la uña un balón que lo hubiese dejado solo delante del portero. Así es imposible. Sobre todo, cuando tu rival convertía en oro todo lo que tocaba. A falta de cinco minutos para el descanso, un balón llegó abierto a Iñaki Williams y consiguió avanzar hasta el área colchonera. Hermoso estaba ahí, pero prefirió no entrar, ya que tiene tarjeta amarilla por una falta inexistente. El pase de la muerte del mayor de los Williams fue entonces rematado por el pequeño para hacer el segundo. ¿Demasiado fácil? Seguramente.
Todavía antes del descanso, pudimos ver otra muestra más de lo que es la anticontundencia colchonera, cuando Koke tiró por encima del larguero un balón que había recibido franco y en la frontal del área.
Pero si de la primera parte podemos salvar algunas cosas, la segunda fue directamente para no recordarla nunca más. No tardamos ni cinco minutos en asimilarlo. El Atlético de Madrid, lejos de saltar al césped con la grandeza de un campeón, lo hizo mirando a otro sitio. Como si la solución tuviese que venir de fuera. O, bueno, como si no hubiese solución. Con una falta de personalidad y una mediocridad tan dañina, que hacía muchos años que no veía algo parecido en un partido tan importante. Con una falta de empaque, que es indigna de este Club. Lo único que vimos fue a un puñado de futbolistas apagados, aturdidos y al margen de lo que había en juego. A los cinco minutos, Nico dejó retratado a Molina, construyendo una oportunidad que finalmente acabaron desperdiciando. Poco después, fue De Paul el que hizo una de las suyas en el centro del campo, provocando otra ocasión rival que acabó en las manos de Oblak.
Simeone trató de activar al equipo sacando a Hermoso, Correa y Molina, para meter a Barrios, Reinildo y Memphis. Lógicamente, no ocurrió nada. Bueno sí, que en el minuto 60, en una jugada sin demasiado peligro, un balón colgado al área que volvió a estar mal defendido, recibieron otro gol. El rechace fue recogido por Sancet, que estaba completamente solo, tiró flojito, lo paró Oblak, que decidió blocar el balón, no sé por qué, y al rebote llegó antes a Guruzeta que a cualquier jugador del Atleti.
Por si no estaba claro ya, que lo estaba, ahí se terminó el partido y la eliminatoria. El equipo de Valverde se limitó a no bajar el tono físico y dejó que asistiésemos a los estertores finales de esa parodia de equipo que es ahora mismo el Atleti. Resumo el final del partido, por si se quieren echar unas risas. En el minuto 70, Lino, que por otro lado volvió a ser el mejor del equipo, disparó desde lejos con la fe de un esquiador saharaui. Un minuto después, Morata remataba de cabeza con la agresividad de un caramelo pez. En el 74 Memphis tiraba una falta a las manos de Aguirrezabala. En el 77, una jugada embarullada, con varios intentos seguidos dentro del área y a la desesperada, no cogió nunca puerta hasta que un tiro de Riquelme, que fue como si rematase con un balón hinchable de Nivea, acabó plácidamente en las manos del portero. La jugada podría formar parte de un especial de Benny Hill. En el 83, Riquelme disparaba de nuevo un buen centro desde la derecha, que acabaría en las manos del portero. Creo que fue la única ocasión que pareció una ocasión. Para terminar la fiesta, ya en el 84, Saúl remató de cabeza con la misma precisión que el peor de sus compañeros.
Lo dicho. Agárrense, porque lo mismo vienen curvas. Malos tiempos para la lírica colchonera, que diría aquel.
El Atlético de Madrid acaba de ser eliminado de la Copa del Rey, tras disputar un partido en el que se ha visto superado por su rival en todas las facetas que importan en el fútbol. Caen en San Mamés sin la contundencia que se necesita para no hacer el ridículo en la élite, sin la mentalidad que en...
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