MADRÍ, ZONA DE OBRAS
Monasterio del aire
Mole impresionante y ominosa, se construyó en 1949 sobre el antiguo solar de la Cárcel Modelo, zona arrasada por la artillería franquista durante la toma de Madrid
Ricardo Aguilera 10/03/2024
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Está plantado al final de la calle Princesa, cerca de mi casa. Lo veo a menudo. Es una mole impresionante y ominosa. Su estilo neoherreriano le valió el mote de Monasterio del Aire; algunos madrileños saben reírse en medio de la desgracia. Hoy ya no es el Ministerio del Aire, sino tan solo el Cuartel General del Ejército del Aire, o sea, que sigue siendo un armatoste de altos vuelos. Frente a su pórtico de honor, custodiado por cuatro enormes columnas de orden toscano, está instalado el inevitable banderón rojigualdo y un avioncito de entrenamiento militar salvado del desguace.
Sus datos son abrumadores: 23.447 metros cuadrados, 1.225 ventanas, 253 balcones, 105 buhardillas… Se construyó en 1949 sobre el antiguo solar de la Cárcel Modelo, zona arrasada por la artillería franquista durante la toma de Madrid. Justo al lado cayó herido de muerte Durruti, en Isaac Peral. La construcción corrió a cargo de la empresa de Félix Huarte, la misma que levantó y excavó el Valle de los Caídos con mano de obra esclava. Hoy esa empresa se llama OHL, una de las más potentes del país, dirigida por Villar Mir, exministro de Arias Navarro. Estamos donde estábamos. El arquitecto fue Luis Gutierrez Soto, hombre muy influenciado por el art decó, que construyó el Cine Barceló, entre otros bellos edificios que adornan Madrid; sin embargo, cuando le llegó el granítico encargo del ministerio, se fue corriendo al extranjero para inspirarse en la labor monumental de Albert Speer, el arquitecto del Führer. ¡Sieg heil!
Alrededor del mamotreto aéreo hay muchas calles ocupadas por viviendas militares: Romero Robledo, Francisco Lozano… Todas ellas gozan de una paz cuartelera poco habitual en un barrio plagado de bares. El edificio de enfrente, lo que se conoce como los Arcos de Moncloa, también está reservado a soluciones habitacionales para miembros del Ejército Nacional. El motivo principal de la decoración del lugar tiene lo suyo: un monolito presidido por una impresionante águila que hubiera sido la envidia de los aviadores de la Luftwaffe. Detrás de ese arco estaba la fábrica de Gal, un estupendo ejemplo de arquitectura industrial neomudéjar. Fue derribado sin miramientos para construir el complejo Galaxia, en cuya cafetería se fraguó el golpe de estado del 23-F entre cafelitos y botellines. Así les salió.
A la derecha del “monasterio”, el Arco de la Victoria, monumental humillación franquista a los perdedores de la guerra. Este horror fue erigido a propuesta de los gerifaltes de la Universidad Complutense de Madrid. Seis años de construcción hasta su inauguración en 1956. Se trata de un arco del triunfo de libro romano, con latinajo incluido: Armis hic victricibus… (A los ejércitos aquí victoriosos…). No entro en el detalle de la lamida de orto que los señores catedráticos le hicieron al general del culo blanco, pero dicen los que saben latín que la leyenda de marras incluye errores ortográficos. En vez de quedarse para septiembre, se han quedado hasta el día de hoy. El arco es un espanto arquitectónico perpetrado por Modesto Pérez Otero y Pascual Bravo Sanfeliú. Hormigón armado de mala leche, cuarterones por dentro y un solo vano. Contiene frisos alegóricos de Moisés de la Huerta y remata faena una cuadriga de Minerva en bronce despachada por Ramón Arregui. Los más pelotas querían que en su lugar hubiese una escultura ecuestre del asesino, pero al mismísimo canalla le pareció que estando tan alto (49 metros) el populacho no lo iba a distinguir. Como si su mera imagen no apestara lo suficiente como para reconocerlo… Ahora el Ayuntamiento del ente microbiano ha librado una partida de 1.200.000 euros para restaurar el monumento, ya que el tiempo, las pintadas de los grafiteros y los ruedines de los skaters se lo estaban comiendo por los pies. Por lo visto van a estar un par de años de obras. Mientras tanto, hay una comisión designada para darle otro “enfoque cultural” a la mole pestilente, lo que se viene llamando “resignificar” el trasto. Parece ser que quieren hacer un centro de interpretación de la Guerra Civil. No hace falta, ya sabemos cual es la interpretación de la derecha nacional: ¡Arriba España!
Frente al Monasterio encontramos la Junta de Distrito de Moncloa, una construcción horripilante con aspecto de mausoleo de baratillo. En principio iba a ser el enésimo monumento a “los caídos por Madrid”, solo una parte de los caídos, claro está. Su diseñador, el arquitecto municipal Manuel Herrero de Palacios, ideó una basílica extraña que incluía una plaza cubierta con cuatro pilares de sección cuadrada, donde debería habitar una cruz de gran tamaño. Las obras de este aborto de panteón fueron eternas y dificultosas. Nunca se acababan y la cruz no se puso jamás. Para compensar, en el ladrillo visto de los muros hay centenares de crucecitas en relieve. Durante décadas, este bloque contrahecho estuvo abandonado a su suerte: nadie sabía para qué podía servir porque no servía para nada. Al final, en los 80, Juan Barranco tiró por la vía de en medio, o sea, la municipal, y destinó la barraca nacionalcatólica a su uso como junta de distrito. Sea.
El barrio entero está lleno de detalles de este estilo. Y mucha vivienda castrense en calles como Andrés Mellado, Céa Bermúdez o Aviación Española, entre otras. Pienso en todos esos vecinos, gentes de bien que durante tres generaciones han ido disfrutando, heredando y vendiendo todas esas prebendas que el franquismo otorgó a sus fieles. Conozco a muchos. En la primera hornada abundaban los falangistas que se aprovecharon de su situación para robar sin recato alguno: un piso por aquí, unas joyas por allá, nada grave, se le robaba a los rojos. En segunda generación, ajenos ya al recuerdo de la guerra, hay muchos que se colocaron gracias a las influencias paternas: puestos de libre designación, enchufes institucionales, oposiciones a la medida de sus posibilidades… En tercera generación encontramos a los jóvenes que alegran las terrazas de San Francisco de Sales, uniformados con fachaleco, joviales votantes de Vox, habituales de las noches locas en Ferraz. Todavía hay politólogos que se rompen la cabeza para encontrar la razón por la que en España no tengamos una derecha sin la mancha del franquismo ensuciando su moral y nuestra dignidad. La respuesta es sencilla y está escrita en piedra: Armis hic victricibus…
Está plantado al final de la calle Princesa, cerca de mi casa. Lo veo a menudo. Es una mole impresionante y ominosa. Su estilo neoherreriano le valió el mote de Monasterio del Aire; algunos madrileños saben reírse en medio de la desgracia. Hoy ya no es el Ministerio del Aire, sino tan solo el Cuartel...
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Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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