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Decía Napoleón que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso y el actual Atlético de Madrid puede dar buena fe de ello. Si hace apenas una semana la afición colchonera soñaba con acercarse a la cúspide del fútbol mundial, hoy se acuesta con una sensación de vergüenza que va a ser muy difícil de digerir. La derrota es una opción real en cualquier deporte, no me malinterpreten, pero lo que el equipo de Simeone ha hecho en Mendizorroza va más allá. Un partido que cabalga entre la dejadez y el patetismo, y que deja una sensación horrible, no ya para lo que queda de temporada, sino para el futuro de la entidad. Lo creo de verdad, aunque suene exagerado. Es difícil ser optimista viendo una plantilla adulta, gastada y mediocre, que vale mucho menos en el mercado de lo que actualmente vale en cuentas, con un entrenador que parece haber perdido el control y con una directiva que, secada la teta, solamente piensa en venderla.
El Atleti ha hecho uno de los peores partidos de una temporada repleta de partidos horribles
Si algún espectador despistado no era consciente a estas alturas de lo extremadamente líquida que es la fortaleza de este equipo, bastaron apenas unos pocos minutos para comprobar que el encuentro de Mendizorroza no iba a ser balsámico. El Atleti, además del ridículo, ha hecho uno de los peores partidos de una temporada repleta de partidos horribles. El Alavés, a diferencia de su rival, salió con la intensidad que requería el encuentro. Quizá con algo de exceso, porque se vio con dos amarillas en apenas cinco minutos, pero mereció la pena. Conocía lo que tenía delante y sabía que por ahí era fácil desangrar al enemigo. Y lo hicieron, aunque puede que no hiciese falta tanto empeño, porque el Atleti es ahora mismo especialista en facilitar la vida de sus contrincantes. Por no aburrirles con descripciones sesudas, digamos que el juego de los colchoneros fue una mezcla entre el trote cochinero y la movilidad táctica de los muñecos de futbolín.
Como suele ser habitual, la primera ocasión que tuvo el Alavés acabó en gol. Un pase en largo del portero que se lleva Kike de cabeza, Giuliano Simeone que pelea el balón como antes lo hacía el equipo de su padre, la pelota que entra en el área ante la atenta mirada de los defensas rojiblancos que, por supuesto, en ese momento carecen de tensión competitiva, Koke que la despeja con la altivez del que se cree que está en un entrenamiento y la calidad de un camionero ebrio, Benavidez que la recoge en la frontal del área y su disparo, cómo no, acaba dentro de la portería. Sinceramente, dan ganas de llorar.
Pero no se crean que lo jugadores rojiblancos parecían muy preocupados. En la jugada siguiente volvieron a perder el balón como un equipo amateur, Savic se comió un pase, y Giuliano, en boca de gol, tiró a las nubes un balón que podía ser la sentencia. El pequeño de Simeone, por cierto, fue una pesadilla todo el partido. Sin mostrar una calidad excelsa, solamente a base de velocidad y empeño, terminó siendo uno de los mejores jugadores de su equipo.
Desde ahí hasta el descanso, el Atleti lo único que hizo fue arrastrarse por el terreno de juego. Ninguna idea, ninguna velocidad, ninguna precisión y absolutamente nada de fútbol. El único recurso ofensivo era Lino, empeñado en regatearse a sí mismo. El resto de los futbolistas, o no existían, o era mejor que no hubiesen existido. Nahuel agrandado su leyenda negra, De Paul pasando de todo, Griezmann escondido en algún sitio, Koke ralentizándolo todo, Correa persiguiendo fantasmas… Según dicen, Barrios estaba también en el campo. Al Alavés le bastaba estar colocado y jugar al ritmo del fútbol profesional para vivir tranquilo. Y más que podía haberlo estado, si el VAR no hubiese anulado un penalti por mano de Azpilicueta, que el árbitro había pitado (parece que el balón da en la cabeza del jugador antes de golpear en la mano).
Y como no quiero aburrirles, digamos que la segunda parte fue poco más de lo mismo. Salió Saúl por un De Paul que ayer, otra vez, había decidido no jugar, pero no sirvió para nada. Como si Saúl pudiese ser la solución a los problemas de este equipo. El Alavés jugaba vertical y solamente con eso le servía para rematar de vez en cuando a la puerta de Oblak. El Atleti seguía haciendo el ridículo. De hecho, hay una jugada en el minuto 70 que es muy esclarecedora. Un córner mal sacado por los rojiblancos que el Alavés aprovechó para salir en contraataque, y donde vemos cómo el árbitro llega al área contraria antes que el 80% de los jugadores colchoneros. Simplemente, patético.
La ocasión más clara de los de Simeone llegó en el minuto 76, después de la única jugada trenzada del equipo, que llegó a los pies de Lino y que este, como no podía ser de otra forma, decidió pegarla picuda delante del portero. El que no la pegó picuda, todo lo contrario, fue Rioja, que ya en el tiempo de descuento voleó un pase desde la derecha para meter el balón por la escuadra y sentenciar la merecida victoria del equipo babazorro. Golazo.
Cuesta creer que el Atleti tenga solución a corto plazo. Opino que no la tiene, pero quizá no sea el momento de planteárselo. De momento, serviría con que intentasen tapar las costuras, conservar la dignidad y hacer lo posible por salvar los muebles, es decir, conseguir esa cuarta plaza que da derecho a disputar la Champions del año que viene. El drama llegará después, eso sí, porque el deterioro de este proyecto parece imparable.
Decía Napoleón que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso y el actual Atlético de Madrid puede dar buena fe de ello. Si hace apenas una semana la afición colchonera soñaba con acercarse a la cúspide del fútbol mundial, hoy se acuesta con una sensación de vergüenza que va a ser muy difícil de digerir....
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