77º FESTIVAL DE CANNES
Pinceladas de Gaza en la burbuja de Cannes
El festival ha dado poca relevancia al cine palestino pese a la devastadora ofensiva de Israel en la Franja
Enric Bonet Cannes , 24/05/2024
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Ha sido un detalle con un mensaje tan subliminal como aislado. Cate Blanchett desfiló la noche del lunes por Cannes con un vestido cuya parte trasera, verde y blanca, dibujaba la bandera de Palestina al unirse al rojo de la alfombra. La muestra de solidaridad con el pueblo de Gaza, principal víctima de la devastadora ofensiva de Israel, resultó evidente y dio la vuelta al mundo. La estrella de Hollywood demostró así su compromiso con la paz. Ese gesto sutil, sin embargo, ha representado una de las pocas gotas en medio de un océano de indiferencia respecto al sufrimiento de Palestina en la 77ª edición del Festival de Cannes, sobre todo por parte de los organizadores del certamen.
El festival aún no ha terminado. No sería ninguna sorpresa que la ceremonia de entrega de premios del 25 de mayo sirviera como caja de resonancia de las reivindicaciones propalestinas, siguiendo el ejemplo de la anterior edición. Tras un certamen preocupantemente apolítico, la directora francesa Justine Triet revirtió esa tendencia el año pasado tras recibir la Palma de Oro por Anatomía de una caída. Su contundente discurso contra el Gobierno de Emmanuel Macron le hizo ganarse la simpatía de los millones de franceses que se habían manifestado contra la impopular reforma de las pensiones. Y supuso una excelente campaña de promoción.
Quizás suceda lo mismo este año con el acto de clausura, aunque eso no puede tapar la reputación que Cannes se ha ido ganando como burbuja del ensimismamiento y el bling-bling. Lejos de su compromiso político de antaño (cancelación durante el Mayo del 68, entrega de la Palma a Bowling for Columbine para oponerse a la guerra de Irak…), la mayoría de directores y actores se han puesto de perfil ante los más de 35.000 muertos en Gaza. Y aún más preocupante ha resultado la decisión de los organizadores del festival de invisibilizar el cine palestino, solo presente en exhibiciones paralelas.
“Queremos un Festival de Cannes sin polémicas”, aseguró el 15 de mayo en el inicio de la competición Thierry Frémaux, quien lleva las riendas del certamen desde 2001. Esas palabras han resonado desde entonces en la lujosa localidad de la Costa Azul, en el sudeste de Francia. Durante la madrugada del 19 de mayo, el colectivo Tapis Rouge Colère Noire (Alfombra Roja, Cólera Negra) empapeló la céntrica Croisette con collages con la bandera de Palestina y mensajes contra Frémaux. Llevaron a cabo esa acción “en reacción al cinismo y la creencia de que el mundo del cine puede mirar a otro lado e ignorar la realidad”, según un comunicado de ese colectivo feminista y de izquierdas.
“Me esperaba un poco más de consideración”
Si uno quería ver la única obra sobre la guerra de Gaza, tenía que alejarse del Palacio de Festivales, el epicentro del certamen. Después de haber andado un buen rato desde la Croisette, se encontraba con una carpa en la playa donde mostraban el proyecto colectivo Ground Zero (Zona Cero). El director palestino Rashi Masharawi coordinó la recopilación de 16 cortometrajes grabados desde el 7 de octubre por cineastas gazatíes. ¿Cuál es su objetivo? Mostrar una realidad en Gaza que no sea solo estadísticas de muertos y heridos, además de ofrecer una alternativa visual a la propaganda del ejército de Israel y Hamás.
“Tengo que reconocer que me esperaba un poco más de consideración por parte de un festival como Cannes. Pienso que no hicieron bien su trabajo. Cuando hay grandes crisis en el mundo, deberían reaccionar. Les enviamos películas grabadas desde el corazón del conflicto y que tienen calidad artística, me cuesta entender que miren hacia otro lado. Pero dado que Cannes no va a Gaza, le toca a Gaza venir a Cannes”, explicó Masharawi, un habitual del certamen, en declaraciones a la revista Telerama.
Este interesante proyecto incluirá al final una veintena de cortos, con distintos registros. En Hell’s Heaven (Cielo y el Infierno), Karim Satoum recurre al humor negro para tumbarse en una bolsa mortuoria y mostrar la transición del “infierno al paraíso”. Aws al Banna contrapone las imágenes radiantes de un romance en una playa con la desesperación de un joven que busca entre los escombros al amor de su vida. Otros cineastas utilizan las figuras de papel que recortan los niños en los campamentos de refugiados para iniciar un viaje imaginario hacia los “días felices”.
Retratar el sufrimiento sin caer en el miserabilismo
En Ground Zero, se constata la fuerza del séptimo arte para individualizar el sufrimiento en Gaza, así como mostrar una realidad trágica sin caer en la desesperación. Ha sido una lástima que la organización del festival haya relegado este proyecto a una exhibición en paralelo. De hecho, el único filme dirigido por un palestino presente en alguna competición ha sido To a Land Unknow (Hacia una Tierra Desconocida) de Mahdi Fleifel, quien creció en un campamento de refugiados en el Líbano y vive desde hace tiempo en Dinamarca. En concreto, se ha mostrado en la Quincena de Cineastas, creada en 1969 como un festival alternativo tras el Mayo del 68.
“Empezamos esta película justo un mes después del 7 de octubre. Obviamente, estábamos todos muy afectados y lo dimos todo” con esta obra, explicó Fleifel en la emotiva presentación el 22 de mayo en el Teatro Croisette, donde se escucharon proclamas en inglés de “Libertad para Palestina”. To a Land Unknow representa un homenaje a la cultura palestina, amenazada de marginalización –e incluso desaparición– por las políticas de apartheid de Israel. Arranca, de hecho, con una cita del intelectual Edward Said: “El destino de los palestinos no es terminar en el lugar de donde proceden, sino en algún otro lugar inesperado y lejano”.
El director Mahdi Fleifel junto al reparto de To a Land Unknow sujetan una bandera palestina como símbolo de apoyo al pueblo de Gaza, durante la presentación de la película en Cannes. / Enric Bonet
La película de Fleifel cuenta la historia de dos primos de Cisjordania (Chatila y Reda) que malviven en Atenas en medio de su periplo migratorio. Lejos de caer en miserabilismos ni una idealización beata de los palestinos, retrata con sensibilidad las peripecias de esos dos refugiados, así como la corrupción moral a la que los aboca la pobreza. Para intentar llegar a su destino soñado en Berlín, deciden robar, prostituirse y traspasar fronteras que difícilmente hubieran cruzado en una vida normal. Tras haber rodado varios documentales, este director palestino, de 44 años, demuestra con esta ficción que tiene madera de cineasta. Ojalá su largometraje pueda verse en España.
Un documental profundo sobre mujeres trans oriundas de Palestina
Igual de recomendable resulta el visionado de La belle de Gaza de la franco-israelí Yolande Zauberman, de 69 años. Presentado fuera de competición, este documental sobre mujeres transexuales palestinas en Tel Aviv ha sido la tercera obra sobre Palestina e Israel presentada en Cannes. Tras haber oído hablar durante la elaboración de su anterior largometraje de no ficción –un retrato sobre el incesto y abusos sexuales en familias ultraortodoxas judías– de una mujer trans que caminó desde Gaza hasta Tel Aviv, empieza a buscarla en una céntrica calle de la capital israelí.
Este filme, bastante original en la forma, transcurre como una especie de casting en esa zona donde mujeres trans ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero. La búsqueda de la misteriosa bella de Gaza –¿realmente existe?, ¿la termina encontrando?– resulta una premisa para que la galardonada documentalista muestre potentes testimonios de personas trans. La mayoría de ellas se fueron de Cisjordania debido a la presión familiar y que no las aceptaban cómo eran. Pero una vez llegan a Tel Aviv, se enfrentan al racismo de los judíos israelíes.
“Si me hubieran dicho que se trataba de una chica que venía de Damasco, no hubiera hecho esta película”, explicó a CTXT la documentalista franco-israelí. Según Zauberman, “no es una obra sobre la sociedad israelí, sino sobre la libertad” de sus protagonistas. Uno de los aspectos más acertados consiste en la identidad mestiza que se ve reflejada en las palestinas trans que entrevista. Ellas nacieron en cuerpos masculinos, pero cambiaron de sexo para sentirse correspondidas en su identidad, aunque eso las obligó a ir a vivir a Israel, donde se ven discriminadas como árabes.
“Si hay un grupo de personas que conoce muy bien a los judíos israelíes y que podrían tener un rol fundamental en un proceso de paz, son los árabes israelíes”, asegura Zauberman, quien destaca que no quiso “hacer una película de demostración” política. Su significado, sin embargo, cambió con el 7 de octubre. En medio de la exacerbación de la violencia, el odio y la propaganda en la región, La belle de Gaza tiene el mérito de mostrar una mirada sensible y profunda sobre una realidad compleja como las palestinas trans. “En una coyuntura como la actual lo más subversivo y radical es el matiz”, sostiene la directora sobre una de las pinceladas que se han visto en Cannes. Por desgracia, ha habido demasiado pocas.
Ha sido un detalle con un mensaje tan subliminal como aislado. Cate Blanchett desfiló la noche del lunes por Cannes con un vestido cuya parte trasera, verde y blanca, dibujaba la bandera de Palestina al unirse al rojo de la alfombra. La muestra de solidaridad con el pueblo de Gaza, principal víctima de la...
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