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Sabemos con toda certeza que la temporada 2023/24 del Atlético de Madrid ha llegado a su fin. Acaba de ocurrir en San Sebastián, en un partido bastante solvente de los colchoneros, el último del profe Ortega como rojiblanco, del que no tengo mucho más que decir. Lo que no está tan claro es que esto vaya a coincidir con el final de una etapa en el club. Y no lo digo porque existan sospechas de que la dirigencia pretenda cambiar de entrenador en las próximas fechas, que no lo parece, sino porque tengo serias dudas de que podamos volver a ver esa idea, ese concepto maravilloso, que hasta no hace mucho dirigía Diego Pablo Simeone.
El Atleti acaba de terminar una temporada extraña en la que, más allá de no conseguir títulos (mal) o de habernos ofrecido algunos partidos para el recuerdo (bien), en lo emocional, mi balance es francamente desalentador. Es la primera vez en doce años que veo a Simeone superado por las circunstancias. La primera vez que veo un equipo que no me transmite emoción, y con el que me ha costado sentirme identificado. Es la primera vez que veo un Atleti peor preparado que sus rivales. Es también la primera vez en doce años, y esto me preocupa más, que mi ilusión queda dañada.
Mi pesimismo viene seguramente provocado por la idea que tengo de lo que es el Atlético de Madrid. Una idea emocional y abstracta, que los analistas profesionales dicen que está alejada de lo que ellos llaman la “verdadera realidad”, que no es otra cosa que medir cualquier aspecto de la vida mediante los parámetros que marca el capitalismo. Si hacemos un balance de la temporada desde ese punto de vista, efectivamente, la conclusión es otra. Que el tercer presupuesto del fútbol español quede en la cuarta posición no parece lo ideal, pero eso es porque usted no piensa como un empresario de éxito. Si lo hiciera, vería que el año del Atlético de Madrid ha sido un triunfo absoluto. No se puede ganar más dinero invirtiendo menos. Piénsenlo. El resultado deportivo del equipo permitirá a la sociedad cumplir el presupuesto asignado, consolidar el del año que viene y seguirá ganando mucho más dinero. El Atleti volverá a jugar en todas las competiciones de élite, las que dan más ingresos, llenando el campo y manteniendo su récord de socios. De hecho, ya han vuelto a subir el coste de todos los abonos, hasta alcanzar valores pornográficos. Da igual. El fiel aficionado colchonero seguirá pagando mucho dinero por algo que seguramente no lo vale, porque mientras uno compra una idea maravillosa, pero intangible, el otro vende un producto funcional y caducado, que poco tiene que ver con lo espiritual.
Según el portal Transfermarkt, la plantilla del Atleti se ha devaluado en un 65% desde 2019. Es decir, hoy vale menos de la mitad de lo que valía poco antes de ganar la última Liga. Si analizamos los últimos 12 años, es decir, la época de Simeone, vemos que el Atlético de Madrid ocupa la posición 90ª entre los clubes de fútbol con mayor inversión neta en fichajes. El gasto que M. A. Gil y los suyos han empleado en reforzar al equipo se sitúa justo por detrás de lo que ha gastado el Toluca, el Benevento o el Al-Gharafa, sólo ligeramente por encima de la inversión del Guangzhou City. No es broma. Y es muy curioso que todo esto haya ocurrido justo cuando el equipo pasaba por una de las mejores épocas de su historia en cuanto a ingresos económicos y repercusión deportiva.
Por lo que sea, el club ha ido vendiendo todo lo valioso que tenía en la plantilla para sustituirlo por piezas de ocasión, muchas veces defectuosas. ¿Para qué iban a querer hacer otra cosa? ¿Por qué invertir si se puede ganar lo mismo, o más, gastando menos? Año tras año, Simeone ha ido construyendo un equipo de fútbol competitivo con esa extraña mezcla de buenos futbolistas, retales y broza que le ha ido quedando. Y no solo competía de tú a tú con los clubes de la élite, sino que convencía al aficionado colchonero de formar parte de algo especial, casi mágico, difícil de entender o explicar. Lo hemos dado por normal, porque funcionaba. No lo es.
¿Qué ha cambiado? Pues varias cosas. La primera, que el Atleti ya no compite de tú a tú con la élite. Y podemos engañarnos con destellos puntuales o análisis de ese grosor que tanto gusta a los consumidores de prensa deportiva, pero nos estaríamos haciéndonos un flaco favor. Al equipo le falta mentalidad y seguramente preparación, sí, pero también le falta mucha calidad. Sobre todo, si de verdad se quiere jugar en lo más alto. Fallar goles en momentos clave, o que te los metan cuando no te los pueden meter, no siempre es mala suerte. Casi nunca lo es, de hecho. Siendo decepcionante, al menos no es nuevo. Lo que es nuevo es que el Atleti tenga ahora serias dificultades para competir también con equipos de menor presupuesto. Lo irónico del asunto es que si ha conseguido superarles este año, aunque no a todos, es precisamente por tener mejor plantilla. A pesar de los recortes, la del Atleti sigue estando por encima del resto de las plantillas de los equipos de esta competición desnaturalizada y mediocre llamada La Liga. Cada vez menos, eso sí. Son tantas las veces que el equipo ha hecho el ridículo esta temporada, tantos los partidos inexplicables y tantas las derrotas, que es fácil intuir a dónde nos lleva esta tendencia. Cualquier equipo parecía físicamente mejor preparado que el Atleti y seguramente lo estaba. Cualquier contrincante era más joven, tenía más ganas, parecía más fresco. Cualquiera transmitía mucha más ilusión que un Atleti que, paradójicamente, era el que había abanderado ese aspecto en los últimos años. Y se ha cambiado también el discurso. No el de la dirigencia, que siempre fue torticero o directamente inexistente, sino el del máximo responsable de este cuento de hadas. Ese Simeone que cada vez parece más complaciente, más enigmático y más cansado. ¿Se ha estirado demasiado la cuerda? Seguramente.
Pero ojo, sería muy osado reclamar a Simeone, un empleado del club, que se rebele contra quien le paga (muy bien). Es ridículo exigirle que sea el salvador de la patria o que modifique un modus operandi que estaba ahí mucho antes de que él llegara. ¿Podría hacerlo? Seguramente sea el único que pueda hacerlo. ¿Estamos en disposición de exigírselo? Para nada. Otra cosa es que nos guste que lo hiciera. ¿Es cómplice? Por supuesto. ¿Influye en que sea mejor o peor entrenador? En absoluto. ¿Simeone será el responsable de que el Atleti vuelva a la mediocridad? Rotundamente no. Todo lo contrario. Simeone ha sido el responsable de este maravilloso y efímero despertar que nos ha durado más de una década. ¿Podría cambiar el rumbo este verano? Podría, pero nada invita a pensar que vaya a ser así. ¿Quedará este relato apocalíptico en la simple exageración de un pesimista cansado tras una larga temporada? Ojalá. Me encantaría tener que usar mi siguiente crónica para desmentirme.
Y sí, perdonen. El Atleti ha ganado hoy por 0-2 en el estadio de Anoeta. Lino hacía un precioso gol en el minuto 8 rematando un pase de Llorente desde la derecha. Reinildo cerraba el marcador, con el tiempo ya cumplido, rematando otro pase desde la derecha, esta vez de Morata.
Sabemos con toda certeza que la temporada 2023/24 del Atlético de Madrid ha llegado a su fin. Acaba de ocurrir en San Sebastián, en un partido bastante solvente de los colchoneros, el último del profe Ortega como rojiblanco, del que no tengo mucho más que decir. Lo que no está tan claro es que esto vaya...
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