NO NI NÁ
Por C. y por las que no tienen suelo
Hoy me pregunto si los totalitarismos no comenzaron cuando la gente se empezó a quedar sin casa y no pasó nada
Vanesa Jiménez 7/06/2024
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C. dejó un mensaje en el whatsapp de la Redacción de CTXT en el que nos decía que quería darnos una noticia sobre un suicidio. C., según supimos al hablar con ella, quería contar su historia antes de suicidarse. C. había sido desahuciada pocos días antes. C. repetía una y otra vez que ella y la gente como ella no le importa a nadie.
C. está bien. Todo lo bien, o lo mal, que se habita en los márgenes. Aquel día se había puesto en contacto con muchos medios de comunicación. Hizo una búsqueda, y contactó con los sitios que habían publicado noticias sobre desahucios. Nosotras respondimos. Y mientras hablábamos con ella, llamamos a la polícia, a urgencias, al 024, que es la línea de atención a las conductas suicidas, y después a la PAH. C. necesitaba que alguien la escuchara. Nosotras la escuchamos. Y conseguimos saber dónde estaba y que recibiera ayuda.
La historia de C., mujer, pasados los 50 años, con discapacidad, y un largo expediente de enfermedad mental, es una historia de pobreza y soledad. Su relato no ha sido contrastado. Tampoco es necesario. C., cuerda y lúcida, se había cansado de luchar: “Yo no estoy loca, eh”. Tan solo se le habían gastado las fuerzas.
C., cuerda y lúcida, se había cansado de luchar
C. es la mujer con la que aquel día hablé durante 41 minutos; hasta entonces, era parte de una estadística. Leo en Público los datos de desahucios publicados por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) relativos a 2023. El titular dice que el número se redujo un 30% el año pasado y cayó a mínimos históricos. Los datos hablan de 26.659 desahucios, de los que tres cuartas partes fueron por impago del alquiler.
26.659 desahucios son muchas y muchos C. Muchas personas borradas, anuladas, a las que se les niega el arraigo, que no es solo la ausencia de paredes y techo. Es mucho peor, es que te quiten el suelo y ya solo te quede caer.
No hay nada que defina mejor esta época que la crisis de la vivienda. Lejos ya de ser un derecho, el acceso a un lugar propio e íntimo en el que ser personas, en el que comer, dormir o asearse, pero también amarse o amar, es ya en demasiados casos un imposible.
Hoy, el Instituto Nacional de Estadística ha hecho públicos los datos del precio de la vivienda en el primer trimestre de 2024. Las casas son más caras que nunca, más que en los años de la burbuja, que empezaron en 1997 y se prolongaron durante una década, hasta el inicio de la crisis económica. Comprar una vivienda hoy cuesta de media un 6,3% más que el año pasado por estas mismas fechas. Y la tendencia, según los expertos, seguirá al alza. La bajada de los tipos de interés, la primera en mucho tiempo, dicen que será una de las causas.
En 2023, el precio del alquiler de viviendas en España aumentó de media un 10%. En Valencia y Palma, el incremento superó el 20%; en Alicante, un 16%. Málaga (14,5%), Córdoba (13,8%), Madrid (13,6%) y Barcelona (12,4%) eran las siguientes capitales de la lista.
España no es una mala excepción. Solo es un buen ejemplo
Pero España no es una mala excepción. Solo es un buen ejemplo. En agosto del año pasado, la Asamblea de ONU-Hábitat, el programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, se reunió en Nueva York. La conclusión fue clara: “El mundo está fallando en proporcionar vivienda adecuada”. Los números que acompañan al titular son contundentes. 2.800 millones de personas experimentan algún tipo de insuficiencia de vivienda en el mundo. En 2020, 1.100 millones habitaban en barrios considerados marginales. En el Norte Global, ese primer mundo en el que están los países ricos, con acceso a la tecnología, alta esperanza de vida y sistemas políticos estables, al menos 318 millones de personas no tienen hogar.
A principios de este año, el Financial Times publicó un interesante análisis sobre la vivienda en Reino Unido. El artículo explicaba que ahora se necesitan 13 años para ahorrar la entrada de la compra de un piso, cuando a mediados de los años noventa solo se necesitaban tres. Si la vivienda estaba en Londres, esos 13 años pasaban a ser 30, frente a los cuatro de hace tres décadas. “El sueño se acabó”, concluía el análisis. La última vez que los precios fueron tan altos “los automóviles aún no se habían inventado, la reina Victoria estaba en el trono y la propiedad de la vivienda era dominio exclusivo de una minoría rica”.
La vivienda es el principal factor de desigualdad social y económica en el mundo. Y es también la principal causa de miedo. La vivienda es hoy el símbolo del miedo. Estos días, más de 360 millones de europeos y europeas están convocados a unas elecciones que acabarán el domingo 9 de junio. Se eligen a las 720 personas que integrarán el Parlamento Europeo en los próximos cinco años. Las encuestas no son tranquilizadoras, y apuntan a que las distintas ultraderechas pueden conseguir el 25% de los escaños. No sé si hay alguna marcha atrás posible, pero hoy me pregunto si los totalitarismos no comenzaron cuando la gente se empezó a quedar sin casa y no pasó nada.
En un momento de la conversación, C. me preguntó si sabía cuántas personas desahuciadas se habían suicidado. Muchas, respondí. Muchas, dijo ella. Mientras la escuchaba, recordé este reportaje que había leído en la revista Jacobin: “Canadá practica la eutanasia a los pobres y discapacitados”. Según decía el artículo, el país “ostenta una de las tasas de muerte asistida más altas del mundo, lo que supuestamente permite a los enfermos terminales morir con dignidad. Sin embargo, este programa de suicidio se asemeja cada vez más a una sustitución distópica de los servicios asistenciales, cambiando el bienestar social por la eutanasia”.
La que pueda votar, que vote el domingo. Por C.
No ni ná.
C. dejó un mensaje en el whatsapp de la Redacción de CTXT en el que nos decía que quería darnos una noticia sobre un suicidio. C., según supimos al hablar con ella, quería contar su historia antes de suicidarse. C. había sido desahuciada pocos días antes. C. repetía una y otra vez que ella y la gente como ella no...
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Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
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