Mila Turajlić / Cineasta y documentalista
“Tito era un cineasta que dirigió la historia de Yugoslavia como una buena película”
Marc Casals 9/07/2024
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La serbia Mila Turajlić (Belgrado, 1979) es una de las documentalistas más destacadas del cine balcánico. Sus documentales Cinema Komunisto (2010), sobre el papel del cine en la Yugoslavia socialista, y El otro lado de todo (2017), sobre la historia moderna de Serbia vista a través de la confiscación de parte del piso de su familia durante el mismo periodo, le han valido numerosos premios internacionales. El pasado 20 de junio, en el marco de la Radical Film Network Conference 2024, presentó en Matadero Madrid el documental No Alineados: escenas de las bobinas de Labudović. En él, Turajlić parte de las imágenes grabadas por el camarógrafo del mariscal Tito para reivindicar el Movimiento de Países No Alineados durante la Guerra Fría y el rol fundamental que desempeñó Yugoslavia en su creación y consolidación.
Empecemos por el principio. ¿Cómo llegó al cine?
En los años 90 formaba parte de Otpor! (“resistencia” en serbio), una organización opositora a Slobodan Milošević. En 2001, un año después de que cayese Milošević, se produjo un cisma entre quienes proponían que Otpor! se transformase en partido político y quienes defendían que se mantuviese como movimiento social. Yo no me veía a mí misma en ninguna de estas dos opciones y fue entonces cuando vi Los espigadores y la espigadora (2000), de Agnès Varda. Esa película me abrió una puerta y me descubrió otro lenguaje con el que me podía expresar: el del documental político.
¿Por qué el documental y por qué político?
El documental es un género que da menos dinero y menos fama que la ficción, y justo por ese motivo los egos también son menores. Quien quiere pisar alfombras rojas no trabaja en documentales. Yo estuve en varias películas de ficción, incluida Apocalypto (2006), de Mel Gibson. Allí fui coordinadora de peluquería y maquillaje, categoría en la que fuimos nominados al Óscar. Pero, según mi experiencia, en el cine de ficción te limitas a rodar lo que ya está concebido. En cambio, grabar un documental es toda una aventura, a veces más interesante que el documental en sí. Respecto a por qué político, yo creo que todo arte es político, que cualquier obra artística es un acto político; eso sí, en un sentido amplio.
La gente se sorprende cuando explico que mi familia siempre ha sido proyugoslava pero al mismo tiempo anticomunista
Hasta ahora todos sus documentales han explorado aspectos un poco olvidados de la historia de Yugoslavia. ¿Cómo vive la identidad yugoslava, teniendo en cuenta que el país ya no existe?
En 1991, cuando empezó la ruptura de Yugoslavia, yo tenía 11 años, y cuando el país desapareció incluso nominalmente tenía 23-24; así que viví ese drama durante más de una década. Además, vengo de una familia profundamente yugoslavista desde mi bisabuelo, que contribuyó a la creación de Yugoslavia como representante de la minoría serbia en Croacia. Eso sí, la gente se sorprende cuando explico que mi familia siempre ha sido proyugoslava pero al mismo tiempo anticomunista. Podríamos definirnos como socialdemócratas de izquierdas. Yo me siento muy cómoda con la identidad yugoslava: pertenecí a la última generación de pioneros, los boy scouts de Tito, y cuando voy a Eslovenia a esquiar o a bañarme en el Adriático no tengo la sensación de encontrarme en el extranjero. De hecho, me suelo olvidar el pasaporte en casa.
¿Qué es lo que le interesó del Movimiento de los Países No Alineados?
En 2013 fui a presentar Cinema Komunisto a un festival en Argel y, en una cena, estábamos sentados a la mesa un director de Vietnam, otro de Senegal, dos de la India, uno más de Palestina, otro de Egipto... Conversamos sobre política y me di cuenta de que éramos una especie de tribu perdida que hablaba una misma lengua. Me interesó qué es lo que hacía que alguien nacido en la India, en Indonesia, en Ghana, en Bolivia o en Yugoslavia pudiese concebir de la misma forma el mundo, las relaciones de poder, las tensiones entre centro y periferia, el imperialismo, los destinos de los países con menor peso geopolítico… Para mí, esta lengua común es la herencia del Movimiento de los Países No Alineados y quería explicar el motivo por el que nos entendemos entre nosotros.
¿Cómo encontró a Stevan Labudović, protagonista del documental y uno de los camarógrafos de Tito?
En aquel festival en Argel, Cinema Komunisto ganó el premio más importante, por lo que me invitaron de nuevo a la siguiente edición. Entonces se cumplían 60 años del estallido de la Guerra de Independencia de Argelia, en la que Labudović –por encargo del gobierno de Yugoslavia– pasó tres años y medio como camarógrafo del Frente de Liberación Nacional, así que él también estaba invitado. Yo me había llevado mi cámara, me acerqué y le dije: “Señor Labudović, soy de Belgrado como usted. ¿Le importaría que le filmase estos días?”. Aceptó y de esa manera empezamos. De vuelta a Belgrado no pensaba filmarlo yo, sino contratar a otra persona, pero me lo pasaba tan bien con Labudović y él tenía tanta pasión por el cine que me pareció interesante recoger esa transmisión de conocimientos, esa solidaridad intergeneracional entre nosotros. Lo estuve filmando a lo largo de tres años, hasta que murió.
Cuéntenos un poco sobre cómo fue su colaboración con él.
Labudović era muy honesto sobre la naturaleza de su trabajo, el cual consistía en filmar lo que entonces se llamaba “propaganda ideológica”: los imperialistas filmaban su propaganda y Yugoslavia, su contrapropaganda. De hecho, la agencia en la que trabajaba Labudović dependía directamente del Gobierno. Así pues, él era una especie de “soldado de las imágenes” que luchaba en el frente de la propaganda durante la Guerra Fría. Como no se engañaba sobre el tipo de imágenes que había filmado, fue muy sencillo hablar sobre su intencionalidad política. Al mismo tiempo, Labudović no fue elegido para filmar a Tito por casualidad, sino porque era uno de los mejores camarógrafos de Yugoslavia. En sus cintas hay unos planos, unas composiciones, una elección de los momentos y la posición de la cámara de tal nivel que, para mí, investigarlas supuso toda una lección de cine.
Además de seguir las andanzas de Tito como impulsor del Movimiento de los Países No Alineados, Labudović fue enviado a filmar la Guerra de Independencia de Argelia para el Frente de Liberación Nacional. El documental Ciné-Guerrillas, estrenado junto a No Alineados en 2022, aborda la guerra de Argelia y la forma en que lo marcó.
Yo empecé a trabajar con Labudović pensando en No Alineados, pero cuando me di cuenta de hasta qué punto era conocido en Argelia empecé a filmarlo con sus “camaradas de armas”. Luego me di cuenta de que tenía en mis manos dos películas en lugar de una. Ciné-Guerrillas habla sobre la manera en que el Frente de Liberación Nacional utilizó el cine para alcanzar la victoria en el ámbito diplomático. Sin embargo, consideré que esa historia no la debía contar yo, sino Labudović y sus compañeros argelinos; por eso tiene otra estructura. La relación de Labudović con Argelia fue lo más importante de su vida, incluso más que haber sido camarógrafo de Tito. Cuando murió en 2017, yo grabé su funeral: la capilla ardiente se dispuso en la Embajada de Argelia en Belgrado y el ejército de Argelia mandó desde allí una unidad para que montase guardia frente al ataúd, cubierto con la bandera argelina. Argelia fue lo que dio sentido a la existencia de Labudović.
Argelia fue lo que dio sentido a la existencia de Labudović
Hablemos sobre Tito. Hay un momento de la película en el que Labudović filma al mariscal y este lo busca con la mirada. Es conocida la importancia que Tito daba a su imagen. De hecho, entre muchas otras cosas, era casi una estrella de cine…
Yo creo que Tito era incluso más que una estrella de cine: era un cineasta que dirigió la historia de Yugoslavia como una buena película. Haciendo Cinema Komunisto descubrí hasta qué extremo seguía el rodaje de películas como Sutjeska, dedicada a una batalla de la Segunda Guerra Mundial en la que él participó. Durante mis años de charlas con Veljko Bulajić, el principal director de superproducciones partisanas, las más interesantes fueron justo acerca de este tema: la enorme conciencia que tenía Tito de lo que constituía una narración política. Muchas veces era él mismo quien indicaba a sus camarógrafos lo que debían filmar y no se perdía un solo noticiario cinematográfico. Delante de la cámara, sobre todo cuando viajó por África para promover el Movimiento de los Países No Alineados, se convirtió en la encarnación política de Yugoslavia y utilizó a la perfección la diplomacia performativa.
En el documental cita al intelectual marxista indio Vijay Prashad: “El Tercer Mundo no es un lugar, es un proyecto”. También contrasta la exultante sesión de la ONU en la que 16 nuevos países africanos se unieron a la organización en 1960 con un pleno actual en el que nadie escucha a los oradores e incluso hay varios delegados durmiendo. ¿Qué aspectos del Movimiento de los Países No Alineados cree que convendría recuperar?
Aunque no aparece en la película, entrevisté al diplomático argelino Lakhdar Brahimi, quien tiene una carrera enorme a sus espaldas: entre otras cosas, formó parte de la delegación de Argelia en la Cumbre de los Países No Alineados celebrada en Belgrado en 1961, de la que parte mi documental, y fue enviado especial de la ONU en Siria cuando estalló la guerra en 2011. Hablamos en otoño de 2022 y me dijo algo muy interesante: “Hasta principios de este año, tu tema era folclórico; ahora es político”. El motivo era que había empezado la guerra en Ucrania. Creo que Brahimi tenía razón, porque la situación geopolítica ha cambiado y, con ella, también el rol de las Naciones Unidas. Tras el bombardeo de Yugoslavia en 1999 y la guerra de Irak en 2003, se habían convertido en una organización sin sentido; pero la situación en Gaza ha hecho que las resoluciones de la ONU vuelvan a ser importantes y creo que le han dado un nuevo sentido a la organización. Se ha abierto otro capítulo.
Intenta contar la gran Historia a través de personajes que la vivieron.
La situación en Gaza ha hecho que las resoluciones de la ONU vuelvan a ser importantes
Para mí las historias orales son muy importantes. Mi primer trabajo en el cine y la televisión fue para una productora encabezada por Paul Mitchell, director del célebre documental de la BBC La muerte de Yugoslavia (1995). Ese documental estableció un formato en el que no hablan ni historiadores ni teóricos, sino solo quienes participaron en los sucesos históricos en cuestión. Es el formato que yo he adoptado. Además, me gusta llevar a las personas a los lugares donde ocurrieron los hechos para que se les activen los mecanismos del recuerdo. También las sigo durante años, porque así ven que soy rigurosa y entonces se abren. En muchos casos, sabía que estaba recogiendo los últimos testimonios que iba a dar toda aquella gente y tengo acumulada una cantidad de material enorme. Es un “archivo accidental” que va mucho más allá de lo necesario para hacer películas. Ya de muy joven comprobé la velocidad con la que se podía borrar el recuerdo de algo que era público, cómo todo lo que se construyó en medio siglo podía acabar tirado a la basura en cuestión de días. Quizás de ahí provenga mi gesto de preservar, de documentar, de archivar.
¿Habrá más películas de la serie de bobinas de Labudović?
El proyecto continúa, pero ya no en forma de películas, sino como proyecto de investigación. Organizo talleres con jóvenes cineastas de países que pertenecían al Movimiento de los Países No Alineados en los que proyecto imágenes de las cintas de Labudović. Después filmo a los asistentes para recoger qué ideas les despiertan y cómo leen las imágenes políticamente. Hice los primeros talleres online en Ghana, Etiopía y Argelia durante la pandemia, y luego in situ en Egipto y Marruecos. En octubre haré el tercero en Mozambique.
Se generan momentos muy impresionantes. Por ejemplo, cuando le puse cintas filmadas por Labudović en Sudán a Suliman Elnour, uno de los padres del cine sudanés. Él había huido del país por la guerra y yo escuchaba sus comentarios sobre las imágenes de Labudović sabiendo que el archivo de la filmoteca sudanesa había sido destruido; es decir, que todas aquellas imágenes de Jartum ya no existían allí. Otra vez le puse una cinta filmada por Labudović en el Congo a un director originario del país, que señaló a una mujer y dijo: “Esta es la viuda de Patrice Lumumba”. Por este tipo de cosas el proyecto va más allá de dos películas: se ha transformado en un universo entero que se está empezando a proyectar en los circuitos de cine de autor bajo el título de Non-Aligned Newsreels (Noticiarios de los Países No Alineados). Es algo muy poderoso que creo que tiene sentido hacer, y espero seguir haciéndolo durante un tiempo.
La serbia Mila Turajlić (Belgrado, 1979) es una de las documentalistas más destacadas del cine balcánico. Sus documentales Cinema Komunisto (2010), sobre el papel del cine en la Yugoslavia socialista, y El otro lado de todo (2017), sobre la historia moderna de Serbia vista a través de la...
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