Búsqueda
Jhonatan Guadalupe Romero Gil, desaparecido en México
Esta es la historia de una de las 100.000 personas que engrosan la lista de desapariciones forzosas en el país. Es la de un recién licenciado en Derecho, contada por su madre, que desoyó a la policía y sigue gritando el nombre de su hijo
María González Reyes 29/07/2024
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Socorro Gil Guzmán está subida a un escenario de madera. Lleva una gorra por la que sale una coleta de pelo negro. Por encima, las hojas de los robles y los arces le ofrecen sombra a ella y a todas las personas que se han juntado para escucharla. Hace calor.
Es un acto organizado por la Caravana Abriendo Fronteras, una red que nació en 2016 y que está formada por distintas organizaciones y colectivos del Estado español que reivindican la buena acogida y los derechos de libertad de movimiento para todas las personas.
Socorro toma la palabra. Hay un silencio que sólo las chicharras se atreven a romper. Lleva un cartel con una foto y un texto que dice: “Te buscaré hasta encontrarte”.
Se presenta diciendo que representa al movimiento de “Memoria, verdad y justicia” de Acapulco, en México, y que es la madre de Jhonatan Guadalupe Romero Gil. Después, comienza a narrar su historia. Una historia que le desgarra cada vez que la cuenta. Una historia que, para que no se olvide, tiene que ser contada.
Su hijo había terminado la carrera de Derecho, tenía deseos de trabajar para que en su país hubiera más justicia. Un amigo le pidió ayuda como abogado porque estaba en una situación difícil. Trabajaba en un bar y su jefe le estaba extorsionando, quería que traficase con droga. Él no quería y no sabía qué hacer, así que le pidió ayuda a Jhonatan para ver cómo podía denunciarlo. Y Jhonatan le ayudó, porque para eso había estudiado Derecho.
Poco después, una tarde, como lo habían hecho tantas otras tardes, los dos amigos salieron a jugar al fútbol. En el camino los detuvieron unos policías municipales. Alguien llamó a Socorro por teléfono para avisarla, porque todo el mundo sabe en México que cuando la policía detiene a alguien puede hacerlo desaparecer. Eso temía Socorro cuando se dirigía corriendo hacia ese lugar. Cuando llegó ya no había nadie, ni los policías municipales, ni su hijo, ni el amigo de su hijo. Su vida cambió ese 5 de diciembre de 2018.
Al día siguiente fue a denunciar la desaparición de Jhonatan, pero la policía no quería levantar la denuncia. “Estará con la novia o de fiesta”, le decían. Pero ella insistió hasta que logró ponerla. Entonces fue cuando comenzaron las amenazas hacia ella. La policía le enseñó un vídeo con el amigo de su hijo muerto. Le dijeron que dejara de buscar. Le insistieron: “No busque más”.
Como ella siguió investigando las amenazas también siguieron. “Nunca sentí miedo cuando me amenazaban, tanto es así que discutía con ellos, les exigía que me dijeran dónde estaba mi hijo, pero el día que me dijeron que se llevarían a mis hijas y que les harían daño como le habían hecho a mi hijo cambió todo, ahí sí sentí miedo. Por eso nos fuimos a vivir a otro lugar”.
Al principio buscó sola pero, después, se juntó con otras mujeres que también tenían a sus hijos desaparecidos. Fundaron un colectivo de madres buscadoras. Buscan en los cerros, en las calles, en las cárceles.
Dice que les han gritado que están locas. Que les han dicho que si hubieran educado bien a sus hijos no tendrían que estar buscándolos. Que la violencia en México está por encima del mismo gobierno. Que es injusto que las madres tengan que buscar a sus hijos. Pensar si les estarán torturando. Si habrán comido.
Socorro dice que si ellas no buscan no lo hace nadie, y se le rompe un poco la voz. Excavan fosas. Fosas clandestinas. Dice que no fue a la escuela para aprender a buscar a su hijo debajo de la tierra. Dice que nunca antes había usado una pala o un pico. Que ha tenido que aprender. Dice que es muy doloroso salir a buscar a sus hijos enterrados en una fosa. Que como mujer te preparas para trabajar pero no para rastrillar la tierra en busca de tu hijo. Llora.
Han desenterrado muchos cuerpos en los cerros. Hay veces que les dan un aviso. Alguien que sabe que hay una fosa en algún lugar. Ellas van. “Es muy difícil cuando comienzan a salir huesos, no tengo palabras para describir la sensación cuando ves que hay personas ahí enterradas”.
Dice que tiene muchos deseos de encontrarlo. Que vive en un país donde no existe la justicia, donde no se puede conocer la verdad. Que cree que las autoridades son las responsables de la desaparición de su hijo. “Eran policías los que se lo llevaron y el gobierno no investiga”. Dice que la pérdida duele mucho más con un gobierno indolente que debería ser el responsable de buscar y proteger.
Con las otras madres no trabajan sólo desenterrado cuerpos. También organizan manifestaciones donde gritan el nombre de sus hijos y hablan a la prensa para que todo el mundo sepa lo que sucede.
En México hay más de 100.000 personas desaparecidas de manera forzada. El gobierno de López Obrador reconoció a 12.500. En ese listado no estaba Jhonatan. Socorro sintió que lo hacían desaparecer por segunda vez. Las madres buscadoras fueron a gritar bien fuerte al presidente el nombre de sus hijos. Para que les escuchara. Para que supiera que ellas no se rinden. Que no olvidan. Para que no mintiera al mundo con las cifras de las desapariciones forzadas.
En México hay más de 100.000 personas desaparecidas de manera forzada
Para que su hijo fuera reconocido como desaparecido, tuvo que volver a poner una denuncia. Volvió a pasar por el mismo proceso otra vez.
Dice que ahora tiene nietos. Que les habla todos los días de su tío. Para que permanezca en la memoria.
Antes de bajarse del escenario de madera alza la voz.
Grita.
Las madres no se rinden.
Las madres no se van.
Les hace falta un hijo y lo vamos a encontrar.
Grita.
Si no hay justicia para el pueblo
que no haya paz para el gobierno.
Grita.
Hijo, tu madre está en la lucha.
Grita.
Dónde están. Dónde están.
Nuestros hijos dónde están.
Las personas que la escuchan se ponen de pie.
Aplausos. Aplausos. Aplausos.
Muchas personas se acercan a abrazarla.
Al día siguiente Socorro está poniendo en una farola una pegatina con la foto de su hijo a la que acompaña un texto: “¿Has visto a Jhonatan Guadalupe Romero Gil? Víctima de desaparición forzada en Acapulco”. Lleva puesta una camiseta con la cara de su hijo. Una gorra con el nombre de su hijo. Una medalla colgada del cuello en la que está grabado ese nombre. Es muy difícil cerrar un duelo si no hay un cuerpo.
“Cuando se llevan a tus hijos se llevan tu vida con ellos. Tu vida ya no es tuya, se convierte en una búsqueda constante para encontrar el cuerpo y para denunciar lo que está pasando. Si no encuentras el cuerpo el duelo lo haces sólo a medias. Por eso he pedido a las personas que lo asesinaron que me digan dónde está mi hijo. Que no busco culpables, que sólo quiero encontrarlo”. Dice que quiere que pare esa pesadilla para todas las madres que buscan a sus hijos. Dice que no quiere ver más ese dolor.
“Cuando se llevan a tus hijos se llevan tu vida con ellos”.
Es fácil hablar con ella. También es fácil abrazarla.
¿De dónde sacas la fuerza para no rendirte? “La fuerza la saco del amor que siento por mi hijo, porque quiero saber dónde está, qué pasó con él el día que se lo llevaron, qué hicieron de él, dónde lo dejaron. Y también por mis hijas, Nadia Haydee y María del Socorro, por devolverles al único hermano que tienen, no me gusta verlas sufrir, no me gusta verlas llorar por su hermano, no me gusta ver que dejaron su vida a un lado para dedicarse a buscarlo. A ellas les agradezco porque me acompañan en las búsquedas y, si en algún momento no pueden venir, me esperan en la casa con un plato de comida. Eso me da fuerzas para seguir de pie buscando”.
¿Cómo convives con las amenazas? “Algunas madres buscadoras han sido asesinadas, pero yo el único miedo que siento es que a mis hijas y a mis nietos les pueda pasar algo. También tengo miedo de morir sin haber encontrado a mi hijo. Pero de ahí a fuera no le tengo miedo a nada ni a nadie”.
“Hay muchas personas en México que no denuncian por miedo a ir a la fiscalía, por miedo a las amenazas. Y lo entiendo. Muchas veces no se habla para proteger a otros familiares. Pero yo quiero que todo el mundo se entere de lo que está pasando, de las desapariciones forzadas. En algunos lugares cuando sales de tu casa no sabes si vas a regresar. Diez personas desaparecen cada día en mi país y el gobierno dice que se van por su voluntad”.
“Hay muchas personas en México que no denuncian por miedo a las amenazas”
¿Por qué te juntaste con otras mujeres para buscar? “Cuando empecé a trabajar buscando a mi hijo lo hice sola con mi hija. Después conocimos a más mujeres que hacían un trabajo de visibilización y ahí nos juntamos. No son sólo madres, también son hermanas, hijas, hay de todo. Y luego fueron ellas las que me impulsaron a ser yo su representante porque decían que tenía la fuerza para pelear con las autoridades y que las podía representar. Yo nunca pensé ni imaginé estar delante de un grupo de mujeres organizando para buscar y para presionar a las autoridades para las investigaciones. Fueron ellas las que me pusieron al frente”.
¿Por qué crees que son principalmente las madres las que se organizan para buscar a sus hijos? “En mi organización son más mujeres las que buscamos, el papá tiene que trabajar para que las madres puedan buscar. Si nosotras las mujeres decidimos buscarlos es porque somos las que los parimos, somos a las que más nos duele y nadie hará mejor el trabajo que una madre buscando a su hijo”.
¿Qué es lo que más os aportáis unas a otras dentro de vuestra organización? “El trabajo constante de cada una, el ánimo que nos damos unas a otras y las ganas de querer encontrar a nuestros hijos es lo que nos mantiene unidas. Les agradezco a todas las compañeras y también a todas las personas solidarias que se han unido a la búsqueda de mi hijo y al luchador social Julio Mata Montiel, porque desde que lo conocemos ha trabajado hombro con hombro con las familias de nuestra colectiva”.
En la Caravana Abriendo Fronteras, con la que viaja Socorro, un grupo de mujeres llevan varias “Mantas de la memoria”. Son telas blancas en las que hay muchos nombres bordados en rojo. Son los nombres de personas que murieron tratando de atravesar fronteras. Para que no se olviden. Invitan a Socorro a bordar el nombre de Jhonatan.
“Coser en la Manta de la memoria fue un momento muy difícil porque yo pensaba que no tendría por qué estar ahí. Que no tendría que cruzar todo el océano para llegar a otro país, con otra gente que muchas veces no entendía porque no hablo igual que ellos. Tuve que contenerme las ganas de llorar y gritar. Cuando ando en el cerro acostumbro a gritar fuerte el nombre de mi hijo porque es la manera de sacar el dolor que llevo adentro. En ese momento tenía muchas ganas de pararme y tomar el micrófono y volver a gritar fuerte que me hace falta mi hijo”.
“No sabía que en tantos otros lugares había tantas otras madres buscando a sus hijos. En este viaje he visto que el amor de una madre y el dolor de perder a tus hijos no tiene idiomas”.
Se aleja caminando despacio. Es de esas mujeres que tienen la firmeza de los troncos de los árboles, esa mezcla de texturas que generan las posibilidades de que la vida, a pesar de todo, se abra paso.
Socorro Gil Guzmán está subida a un escenario de madera. Lleva una gorra por la que sale una coleta de pelo negro. Por encima, las hojas de los robles y los arces le ofrecen sombra a ella y a todas las personas que se han juntado para escucharla. Hace calor.
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María González Reyes
Es escritora, activista de Ecologistas en Acción y profesora de Educación Secundaria.
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