LOS BUENOS TEBEOS
Julie Doucet, Max Baitinger, Kafka, Dum-Dum y ‘Viejas promesas’
El repaso mensual a esos cómics que usted, en tanto lectora o lector sensible, necesita leer o al menos saber que existen para presumir ante familia y amistades de su cultura general
Pablo Ríos 31/08/2024
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Acabamos el verano, esa estación en la que nos fuimos de vacaciones (quien pueda, ojo) y las editoriales se relajan, aflojan el ritmo de lanzamientos de novedades y dan un respiro al lector. Pero este crítico no tiene de qué preocuparse, porque las novedades atrasadas dan para parar un tren y entre el forraje que se acumula en los establos se pueden encontrar varias piedras preciosas que pasamos ahora mismo a diseccionar, que se hace tarde y no voy a poder clavar la sombrilla cuando llegue a la playa.
El acontecimiento del año, en cuanto a su valor simbólico, es la vuelta de Julie Doucet (Montreal, 1965) al cómic tras casi dos décadas refugiada en otras artes. El río (Fulgencio Pimentel) es su espléndido nuevo trabajo, un derroche gráfico en gozoso blanco y negro donde la canadiense dibuja lo que le apetece sin darle muchas vueltas a cómo hacerlo, con un ojo puesto en el collage y otro en la escritura automática. Pero tras el aparente caos se encuentra una historia de amor (¿acaso no lo son todas?), ocurrida hace décadas y protagonizada por la propia autora y un joven fan fatal francés, una relación a distancia que se prolongó durante cientos de cartas y que tuvo su desencuentro en un encuentro. Doucet ha planteado El río como una suerte de doble exorcismo, por un lado, por fin ha compartido este viejo episodio de su vida que llevaba años ejerciendo de china en un zapato, por otro, ha dejado atrás sus problemas con la disciplina que la vio nacer y crecer como artista. Y lo ha hecho dibujando muchas, muchas caritas y muchos, muchos animalitos, prescindiendo de viñetas y confiando en su intuición como contadora de historias para tejer una madeja hecha de retales que funciona como un tiro. Este crítico opina con firmeza que tras una carrera de más de treinta años que la han convertido en una de las piedras angulares del cómic moderno y con el gran premio del festival internacional del cómic de Angulema debajo del brazo, ya puede permitirse jugar un rato, ya.
Aunque en realidad, lo divertido es que eso de jugar, cualquier autora o autor puede hacerlo, claro. En mi anterior sección llamaba a esto “experimentación majareta”, y es una categoría que pienso defender hasta el final, quede donde quede eso. Uno de los mejores exponentes de la experimentación majareta (ya lo he advertido) es el alemán Max Baitinger (Penzberg, 1982), perteneciente a esa otra peligrosa categoría de “dibujante para dibujantes”. Sybilla (Fulgencio Pimentel), su último trabajo, es la biografía de Sybilla Schwarz, una poeta alemana del S.XVII que falleció con apenas 17 años y un puñado de textos. Pero bueno, esto es un decir, porque Baitinger se ventila la biografía de Schwarz en nueve páginas y el libro tiene 170. Así que el resto del libro es una juguetona (¿ven a lo que me refería?) propuesta que ficciona sobre lo poco que sabemos de la escritora, reflexiona sobre su propia naturaleza (aunque no se trata de un encargo propiamente dicho, el cómic fue auspiciado por la Asociación de Amigos de Sybilla Schwarz) y hace chistes con cocodrilos. Baitinger es un excelente caricaturista y por toda la obra sobrevuela un saludable sentido del humor, pero también se permite transitar por espacios poéticos, para los que utiliza un amplio catálogo de recursos con acuarelas y aguadas de grises. La construcción resultante es un tebeo etéreo, orgullosamente leve y personalísimo, que es lo menos que hay que pedirle a las biografías, porque para copiar de la Wikipedia bueno, ya está la Wikipedia.
De Alemania viajamos a Austria, pero no dejamos las biografías de auteur, porque ni más ni menos que Kafka ha sido objeto de uno de los mejores trabajos que van a ver la luz al calor del centenario de la muerte del autor austrohúngaro. Kafka al completo (Salamandra Graphic) es un librito delicioso a cargo del, a mi juicio, uno de los mejores autores de cómics europeos, Nicolas Mahler (Viena, 1969). En España sus libros no han llamado la atención todo lo que deberían, que es mucho, y es una buena noticia que Salamandra lo traiga de vuelta a su catálogo. En Kafka al completo no encontramos, como no podría ser de otro modo, la biografía de Kafka al completo, sino una selección de momentos de la vida del autor de La metamorfosis a los que Mahler se acerca con sensibilidad, humor y el apoyo del propio Kafka (con fragmentos de su diario y cartas). Es inevitable la comparación con el célebre acercamiento de Robert Crumb junto a David Z. Mairowitz, Kafka (1993), tanto en fondo como en forma: ambos libros sobrevuelan cuestiones acerca del autor buceando en sus obras y escritos, prestan la atención justa a la secuencia vital cronológica y los dos son un híbrido entre libro y cómic, alternando con soltura el texto con la imagen. Pero Mahler pone distancia con Crumb en el meollo del asunto, el dibujo: el detallado trazo del padre del underground es hecho pedazos por el trazo urgente, sintético y expresivo del austríaco, que confía en el pincel seco, la mancha mínima y un sencillo bitono azul para recrear el mundo kafkiano (había que decirlo): la Europa que veía amanecer el siglo XX, sus pobladores (Kafka entre ellos) y la pesadilla onírica que anidaba bajo títulos como En la colonia penitenciaria, todo regado con un saludable espíritu desmitificador no exento de cachondeo.
Cachondeo hay poco en otra biografía, Dum-Dum (Autsaider), más bien todo lo contrario. Duro retrato de un momento y de un lugar (las postrimerías de la dictadura española), sin concesiones y pisando fuerte el acelerador. Javier Marquina (Huesca, 1975) adapta con solvencia Mear Sangre (1969), las memorias de José Luis “Dum Dum” Pacheco, campeón de España de boxeo en la categoría de peso welter en seis ocasiones y delincuente habitual. Marquina tira por la calle de en medio y transcribe las palabras de Pacheco sin medias tintas, para conservar la potencia, pureza y, hasta cierto punto, inocencia del texto original. Violencia, excesos, adicciones, desesperanza y redención, un cóctel molotov que conllevaba el riesgo de caer en la condescendencia, pero nada más lejos: solo hay comprensión y piedad. El encargado de poner en página las palabras de Pacheco y Marquina es Jaime Infante (Madrid, 1989), un solvente dibujante fogueado en todo tipo de géneros que ha encontrado, pensamos, su voz propia en este trabajo. Partiendo del espíritu del primer Mazzucchelli o de un Alex Toth que hubiera dibujado en Bruguera, Infante conjuga el género negro americano de los setenta con el cine quinqui patrio, explorando el espacio negativo, la trama (y rotulación) mecánica y el bitono negro y gris para dotar a este Dum Dum de la atmósfera justa: los coches corren, los golpes duelen, los hombres sonríen sin enseñar los dientes y las mujeres lloran rímel.
Y si Dum Dum es un viaje al pasado a través del boxeo, Viejas promesas (ECC) lo es a través del fútbol. Los guionistas Iñaki San Román (Pamplona, 1982) y Álvaro Velasco (Zamora, 1984), fogueados en el mundo de la escena televisiva y creadores del podcast futbolero Paquetes, ofrecen un chutazo de nostalgia para los aficionados que enfilamos los 50 y vivimos la explosión del fútbol como show televisivo en los 90 (y hasta ahora). Viejas Promesas sigue la carrera de Beni Castanera, un überespañol, un representante de futbolistas como dios manda que encuentra una joya y termina rompiéndola: el prometedor Fali Fernández, un jugadorazo en ciernes que tiene que olvidarse del fútbol debido a los toros (España, sí). A partir de ahí, el lento camino hasta el perdón, propio y familiar, con todo lo que ello acarrea. Un guion con una estructura de acero y el aroma de la mejor comedia española reciente, salpicada de rostros conocidos y dibujada con acierto por Pedro Rodríguez (Sevilla, 1973), que solventa con buena nota dos tareas complejísimas para un dibujante de tebeos: la ambientación contemporánea, física y reconocible, y la representación (con éxito) de ese alambicado ballet que es el fútbol, algo de lo que este crítico, que también es dibujante, les puede contar más de una cosa y más de dos.
Acabamos el verano, esa estación en la que nos fuimos de vacaciones (quien pueda, ojo) y las editoriales se relajan, aflojan el ritmo de lanzamientos de novedades y dan un respiro al lector. Pero este crítico no tiene de qué preocuparse, porque las novedades atrasadas dan para parar un tren y entre el forraje que...
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Pablo Ríos
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