procesando el yuyu
El pacto
El acuerdo es una buena música. Pero su letra habla de la imposibilidad de derogar la Ley Mordaza, de la imposibilidad de limitar el precio de los alquileres. De la política como fatalismo, como nada. Del futuro deslumbrante para las nuevas derechas
Guillem Martínez 1/08/2024
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1- El pacto ERC-PSC no es una ley, como su nombre indica, sino –ay, uy– un texto político, esa cosa cuyo significado parte de su lectura, claro, pero también de su contemplación piadosa. Esto es, de situar lo leído en su contexto interpretativo –su tradición, su época, su función–, momento en el que, si todo sale bien, se puede observar su significado real. Todo en la vida posee su significado real, si bien, en las cosas colectivas, ese significado real suele estar a tomar por XXXX de su significado aparente. Ser Sapiens, ese ser simbólico, en fin, nunca fue fácil.
2- ¿Qué dice literalmente el pacto –a partir de ahora, P–? No se lo pierdan, amiguitos.
3- El pacto es un recorrido que atraviesa nueve tramos. El primero, el más importante, efectista incluso, y el que marca la interpretación del resto, es la cosa financiación. En este apartado se establece que, sea lo que sea que pase, pasaría en el primer semestre de 2025 –un puente muy lejano para un Gobierno que va tirando con una mayoría progresivamente inestable, mientras el Palacio de la Moneda va siendo bombardeado por jueces peinados–. En ese momento, en todo caso, una Comisión Bilateral Gene-Estado –en Cat, todo lo que acaba en bilateral es como en el resto del mundo todo lo que acaba en liguero– habrá conducido hasta una Comisión Mixta –un objeto erótico más peninsular– de Asuntos Económicos, todo aquello que debía de ser conducido, que será mucho, pues el P no especifica, no establece tantos por cientos, montos, límites, cifras, modos. Para entonces, una Agencia Tributaria Cat habrá empezado a recaudar –de manera progresiva; es decir, poco a poco, como el fin del mundo– impuestos. Se especifica que el primero sería el de la Renta. Yupi. En segundo lugar caería la cosa IVA, la cosa Pymes y la cosa alquileres turísticos, aún no fijados por la UE –el P, en ese sentido, es un adelantado a su tiempo–.
El P es una parodia del pasado, si pensamos que con la reforma del Estatut de 2006 quedó claro el estancamiento político del Estado
4- La Gene, como recaudadora única del Estado al Este del río Ebro, debería, para entonces, realizar anualmente dos pagos al Estado. Uno a) por los servicios y las inversiones recibidas. Eso obligaría al mosqueo y al mal rollo de evaluar esos servicios e inversiones. De pegar golpes en la mesa, de gritarse, de querellarse judicialmente. Como en Alemania. Lo que es bueno. El otro sería en concepto federal de b) solidaridad. ¿A cuánto asciende eso? No se sabe –ni, me temo, se sabrá; no se pierdan el punto 8–. La Gene, por tanto, se financiaría restando a lo recaudado los conceptos a) y b). Es decir, la Gene debería de establecer, por sí sola, qué pasta tiene, y gestionar y establecer sus gastos y los límites a su gasto, como los niños mayores. El P, claro, no garantiza que la Gene mejore sus ingresos, ni que los contabilice de manera acertada. En todo caso, y esto es importante –no sale en el Estatut, pero sí que parece estar contemplado por el marco constitucional–, ninguna comunidad autónoma podría contar con más recursos que Cat, una vez aplicada su tarifa solidaria anual. Es decir, primaría el principio federal de la ordinalidad.
5- No se menciona, en ningún momento, el papelón de la Agencia Tributaria Estatal, que debería desaparecer, ceder espacio, formar y supervisar a la Agencia Tributaria Cat, en una movida que, de producirse, sería comparable al nacimiento de la policía autónoma cat, aquel trasiego de uniformados desde unos cuerpos policiales a otros. Inciso: por lo general, muy contentos, pues iban a cobrar más pasta. El patriotismo es ansí.
6- A todo esto se le llamaría Financiación Singular –no lo es; no se pierdan el punto 7–, o soberanía fiscal –no lo es; esos palabros tan solo satisfacen el fetichismo de la política cat ante el palabro soberanía; y, de paso, ilustran el sumamente limitado registro léxico del procesismo, que utiliza como progre y chachi una palabra que en Europa y las Américas da escalofríos, al habérsela quedado la derecha yuyu, la de los colmillos–. ERC llama al compendio Concierto Económico solidario, un buen nombre artístico. Pero no lo es, no se pierdan el punto 8, que es la aportación al mundo de este artículo, me temo. Bueno, a partir del 9 tampoco está mal.
7- Para realizar todo esto sería necesario modificar dos leyes ordinarias y una ley orgánica, la LOFCA –Ley Orgánica de la Financiación de las CC.AA.–. Para cambiar esta ley se requiere una mayoría hermosa. A cambio de esos apoyos, se supone, el modelo sería expandido a otras CC.AA., de manera que pasaría a ser el modelo general. Vamos, que el modelo cat no sería singular. Pero, y aquí empieza lo divertido, si la cosa va en serio, si se pretende lo que se dice, y no que la Gene haga de gestoría, y recaude los impuestos, by the face, para el Estado, como el BBVA, también sería necesaria una reforma constitucional. Esto es, 234 diputados –ya nadie sabe lo que es eso; no me los imagino juntos ni que en el techo del Congreso aterrice el helicóptero de Tulipán– que hagan esa propuesta, unas elecciones generales anticipadas, la legislación de esa propuesta, otra vez con el voto afirmativo de 234 dipus –uno no se imagina 234 juntos ni siquiera en la celebración del Día Europeo del Percebe–, y referéndum posterior en todo el Estado. Y, eso, ¿por qué?, se estarán preguntado.
Lo único bueno del pacto es que es un primer acuerdo entre indepes y federalistas, dos cosmovisiones que podrían estar más próximas de lo calculado
8- Por casi nada. Por la sentencia al Estatut de 2010. Hasta aquella sentencia –un antes y un después no solo en la tradición descentralizadora local, sino en la democrática– hubiera sido posible en Cat, al menos sobre el papel, un sistema de financiación foral, el concierto ese del que habla ERC, y del que habla el P. Era posible –al menos sobre el papel– cambiar la LOFCA hacia ese sentido. Después de aquella sentencia, desfederalizadora, como la evolución del sistema autonómico después de 1981, quedaba descartada toda posibilidad de un sistema de financiación singular, alejado del general. Se puede hacer, claro. Pero el TC lo enviará a la papelera de Windows. Punto y pelota, me temo. Recordemos, ya puestos y para aportar un preciosismo estético de aquella sentencia, que en el voto particular de un vocal –progre, además– del TC se señalaba que el sistema autonómico era “un mero sistema de descentralización administrativa”. Lo que, si se fijan, da, en efecto, muy poco de sí.
9- Para los chicos y las chicas federales, el P es una buena música. Pero una letra chunga. Y que, además, nos suena. Es como un déjà vu. Algo aparentemente vivido. De hecho, los mayores de 21 años lo hemos vivido. Bienvenidos a la dimensión desconocida, ninu-ninu-ninu-ninu.
10- En efecto, lo que plantea el P viene a ser algo de la música y de la letra del Pacte del Tinell –aka Acord Govern catalanista i d’esquerres en la Gen de Cat–, que cristalizó, en parte, en el Estatut de 2006, y en su propuesta inicial de federalismo por la puerta de atrás. Fracasada por todo lo alto, como saben, y rematada en la sentencia del TC de 2010. Una sentencia, se debe señalar, lenta, retrasada, de poco empaque, de escasa vistosidad intelectual, de escasa valentía y nulo lucimiento legal. El TC, roto ya de tanto usarlo, empezaba a ser la parodia en la que se convirtió poco después, tras su reforma de 2015, cuando pasó a ser un tribunal político abierto de noche, como los bares de vampiros ubicados en una pirámide maya.
Lo más probable es que ERC se haya visto en un momento precario ante unas elecciones anticipadas, y ha firmado lo que ha tenido más a mano
11- Es decir, el P es, a su vez, una parodia del pasado, si pensamos que con la reforma del Estatut de 2006 quedó claro el estancamiento político del Estado, su imposibilidad para reformarse, ni siquiera con astucia, y su sensibilidad conservadora para la reacción. El P es, tras las casillas procesistas, una vuelta a unos años atrás –21, vamos–, hacia las casillas federalistas. Supongo que la lógica es que, tras las casillas federalistas, vuelvan, en un tiempo, las procesistas. Y así. Es un bucle. Que explica algo dramático: la paralización de las reformas estructurales del Estado. Es decir, y por lo mismo, el riesgo de contrarreformas. El P, como el procesismo, sería así una buena música, para procesistas y federalistas, según, pero una mala letra para ambos packs, pues la letra alude a cambios irrealizables y que, al parecer, tampoco importa mucho realizar. El P de la política como música. Ambiental, para pasar el rato en un Estado que, en fin, no admite reforma alguna.
12- Lo único bueno del P es lo que esconde debajo, mucho, de sí mismo. Un primer acuerdo entre indepes –esa cosa que, como ha quedado vista, no existe– y federalistas –esa cosa que, como quedó vista, no existe–, dos cosmovisiones que podrían estar –de existir– más próximas de lo calculado, para un largo periplo, en un Estado paralizado y paralizante. Si bien no está claro que sea eso lo que ha pasado.
13- Lo más probable es que el staff de ERC se haya visto en un momento precario ante unas elecciones anticipadas, y ha firmado lo que ha tenido más a mano, para sobrevivir cuatro años. Es curioso que lo que tenía más a mano, lo que le alejaba del procesismo reaccionario de Junts –no hay otro; Junts lidera ya el pack–, lo que le acercaba a otras tradiciones de izquierda cat, sea algo tan lejano como los pactos de 2003. El objetivo para ERC no es nada de lo que aparece en el P, como sus objetivos, desde 2014, no eran nada de lo que aparecía en aquellas hojas de ruta fantásticas, pura música, nula letra, pactadas con CDC/PdCAT/Junts, sino seguir vivos, intentar no ser devorados por Junts.
Las izquierdas no deberían de participar en mentiras colectivas, en músicas sin letras
14- El 2 de agosto se sabrá, tal vez, si finalmente ERC ha sido devorada por Junts. Se sabrá si la política como identidad personal –la política como club de fútbol, como forma de ser, como forma de gritar– se ha comido a ERC, tras más de una década practicando esa forma de política, próxima al fake, cercana a la Guerra Cultural. Se sabrá, incluso, si ERC puede implosionar. Si puede caer, de manera oficial o efectiva, en la órbita de Puigdemont/Junts, esa forma de vivir el ocio para la clase media, con tiempo y pasta para el simbolismo permanente, esa cosa tan cara. Hay probabilidades de ello: a) no se sabe cuál será el resultado de la consulta, y b) se está hablando de que las JERC –las juventudes de ERC–, poseedoras de un escaño en el Parlament, votarían no a Illa, siguiendo el argumentario católico-racial-sentimental de Junts. Lo que impediría, de hecho, su elección.
15- El pacto, desde el punto de vista del PSC, es, lo dicho, una buena música. Pero su letra habla también de la imposibilidad de derogar la Ley Mordaza, de limitar, de manera efectiva, el precio de los alquileres, del fin de los puntos y seguido y el inicio de los puntos y aparte. De la política como fatalismo, como palabras, como nada. Del futuro deslumbrante para las nuevas derechas, las únicas que pueden emitir cambios. Hacia atrás, lo que no deja de ser un cambio. El más probable hoy día, diría.
16- Las izquierdas no deberían de participar en mentiras colectivas, en músicas sin letras, en –todo apunta a ello– procesismos. No debería desgastar, quitar el sentido, a las palabras.
1- El pacto ERC-PSC no es una ley, como su nombre indica, sino –ay, uy– un texto político, esa cosa cuyo significado parte de su lectura, claro, pero también de su contemplación piadosa. Esto es, de situar lo leído en su contexto interpretativo –su tradición, su época, su función–, momento en el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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