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El fútbol es un deporte que genera toneladas de análisis, pero que al final se explica de una manera muy sencilla: gana el que mete más goles. El Atlético de Madrid de Simeone lleva un par de temporadas buscando reinventarse. Las llegadas del último verano parece que van en la buena línea y los aficionados, con la fe renovada, sueñan con que la historia de este año se escriba con letras de oro. En ello está el equipo, aparentemente, pero nada tendrá mucho sentido si no son capaces de mostrar alguna capacidad para hacer goles. Sobre todo, cuando hace falta que los hagan. La diferencia entre un equipo con talento y bien entrenado respecto a otro que simplemente está bien entrenado es que los primeros no necesitan tener cinco ocasiones para meter un gol. Spoiler: el Atleti, hoy, no es todavía ese equipo.
El partido comenzó con mucho ritmo. El Atleti intentó responder a la presión adelantada del equipo de Iñigo Pérez con algo parecido, pero ninguno consiguió quedarse con el balón y este acabó volando de un lado para otro, como una indomable pelota de tenis de mesa. Esa primera batalla se saldó con una ocasión por cada lado. Lino remató desde el borde del área y el balón fue desviado por el portero rival. Embarba repitió la jugada poco después, provocando la estirada de Oblak.
La intensidad hacía que el juego fuese quizá demasiado vertical, aunque rápidamente vimos que era el Rayo el que lo tenía más claro. Pasado el primer cuarto de hora, era el equipo de la franja el claro dueño del balón. El Atleti, aturdido, con esa imagen vulgar y mediocre de las primeras partes de otros años, era incapaz de jugar. Se limitaba a alejar la pelota a base de despejes sin gracia, como una recreación burda del fútbol más primitivo. Honestamente, creo que un equipo como el colchonero debería tener más recursos futbolísticos, independientemente de lo bien que te estén presionando.
Irónicamente, para que vean la validez de cualquier análisis con pretensiones, las dos mejores ocasiones vinieron del lado rojiblanco. Las dos en los pies de Julián Álvarez, que sigue negado de cara al gol. Primero, tropezando torpemente con el balón cuando encaraba ya la portería contraria, tras un aclarado no muy ortodoxo de Sorloth. Después, lanzando el balón al larguero tras un excelente disparo lejano. Tres ocasiones, recuerden a Lino, cero goles.
A pesar del espejismo, el partido era claramente del equipo vallecano, que tenían el balón, el empuje y la intención de ganar. Poco a poco fue arrinconando a su rival hasta que, terminando la primera parte, en un ataque rapidísimo tras un robo en el centro del campo, el balón acabó en los pies de Ratiu, que lo centró al área para que Isi lo metiese en la red. El árbitro lo anuló inicialmente por fuera de juego, pero el VAR remendó el error.
Simeone retiró en el descanso a Llorente y Lino para meter a Correa y Griezmann. El brasileño, por cierto, volvió a completar otro partido lamentable. Los cambios modificaron el esquema de juego, dibujando un extraño 4-4-2 con Julián y Correa en los interiores del centro del campo, y Sorloth y Griezmann en el frente de ataque. Raro, pero funcionó. La mera presencia del francés, junto al empuje de Gallagher, bastaron para adueñarse del centro del campo, del balón, y del juego. A los cinco minutos, de hecho, ya habían empatado. Sorloth encaró escorado la portería rival y tuvo el temple para aguantar el balón primero y abrirlo después a Conor Gallagher, seguramente el mejor del partido, para que éste hiciese su segundo gol de la temporada con un preciso disparo desde la frontal del área.
Y sí, el Atleti fue claro dominador del partido a partir de entonces, pero no fue capaz de meter otro gol. Lo intentó Julián, otra vez con un disparo lejano. También Correa, ya al final, tras una buena llegada de Nahuel por la derecha. Nada. Es verdad que el Rayo apenas inquietó, que se vio mejor a Nahuel Molina o que Conor Gallagher tiene una pinta estupenda. Pero no hubo goles. Es verdad que el equipo acabó físicamente muy fuerte (otra vez) y que Sorloth se mueve de maravilla, pero no marca gol.
Y así, entre la melancolía que provoca tirar la primera parte y la frustración que genera la falta de gol, el Atleti, poco a poco, empieza a mirar a lo alto de la tabla con más de un partido de distancia. Es pronto, dirán algunos. Ya entrarán, dirán otros. Puede ser, pero uno cuenta lo que ve.
El fútbol es un deporte que genera toneladas de análisis, pero que al final se explica de una manera muy sencilla: gana el que mete más goles. El Atlético de Madrid de Simeone lleva un par de temporadas buscando reinventarse. Las llegadas del último verano parece que van en la buena línea y los aficionados, con...
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