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Eduardo Chillida dijo una vez que un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo. Porque uno puede entender que el errático inicio de la temporada, la presión del entorno o la falta de resultados haya instalado cierto miedo en el banquillo colchonero, pero nunca podré entender que por ello se renuncie a la dignidad. El Atlético de Madrid que se ha enfrentado a la Real Sociedad en Anoeta ha sido un equipo muy vulgar. Y no por el resultado, sino por el concepto que hay de fondo. Ha sido esa caricatura dañina que el imperio mediático ha construido de forma injusta durante tantos años. Esa que entonces no fue y que hoy, desgraciadamente, ha sido. Un equipo cobarde, ramplón y ordinario, que voluntariamente ha renunciado a la pelota, a la creación y a jugar al fútbol. Un equipo con más miedo que dignidad, seguramente.
La alineación tenía varias novedades de inicio. Lenglet debutaba de rojiblanco y Javi Galán casi también. El extremeño apenas había disfrutado de minutos desde su llegada. No lo hizo mal y me alegro por ello. Había más dudas flotando en el ambiente, pero no hubo tiempo de pararse a pensar en ellas. Cuando la grada estaba todavía recuperándose de ese Txuri-urdin a capela que había entonado, los de Simeone inauguraron el marcador en su primera llegada. Un pase en vaselina de Galán al interior del área, Griezmann que se saca de la chistera un taconazo de lujo y Julián Alvarez, en lo que mejor sabe hacer, que mete el balón en la portería.
Uno puede entender eso de defender en bloque bajo y aprovechar los espacios del rival, pero no es eso lo que está haciendo este Atleti
Es difícil saber cómo hubiese sido el partido sin ese gol, pero me arriesgo a decir que no muy diferente: una Real Sociedad monopolizando el balón y un Atlético de Madrid concentrado exclusivamente en defender. Bien es verdad que quitando una doble parada de Oblak a los doce minutos, primero salvando un remate de cabeza a la salida de un córner y después poniendo la mano para anular un remate de Zubimendi, tampoco hubo muchas ocasiones donostiarras. Eso no es excusa sin embargo para ver lo que hemos tenido que ver. La presión adelantada de los de Imanol maniataba a los rojiblancos en su área, pero eso de presionar arriba es algo que ya hace cualquier equipo profesional. Lo que es inconcebible es que los de Simeone no tengan más antídoto para ello que regalar el balón y acumular futbolistas en el área.
Uno puede entender eso de defender en bloque bajo y aprovechar los espacios del rival, pero no es eso lo que está haciendo este Atleti. Lo que hace es despejar el balón como un equipo de cuñados en el polideportivo de Moratalaz, dejar pasar el tiempo y renunciar al jugar al fútbol en cualquiera de sus formas. Cuando no se derretían con la presión rival, que era lo normal, movían el balón con tanta lentitud, con tanta pereza y con tan poca calidad, que no pasaban del segundo pase. Si por casualidad lo hacían, tenían tan pocos efectivos para construir, era todo tan mediocre y con tan poca calidad, que más que un equipo de Champions parecían un puñado de coreanos corriendo por su vida en una prueba del Juego del Calamar. Aunque hay que reconocer que al menos el equipo defendió bien. La Real estaba bien dirigida por Zubimendi, pero era incapaz de hincar el diente a ese engrudo de futbolistas multimillonarios dedicados a correr y despejar pelotas que era el equipo colchonero. Solamente Kubo se salía algo del guion y complicaba la existencia de su rival a base de tiros lejanos.
No cambió mucho el panorama en la segunda parte, pero al menos pudimos ver que el portero de la Real Sociedad era Remiro. Lo hicimos primero gracias a una tímida llegada de Barrios, con pase de Griezmann al área, y después con un remate forzado de Nahuel, tras recibir otro pase del francés, en lo que seguramente fue la única jugada trenzada del partido. Por lo demás, todo siguió igual. Es decir, con veinte jugadores rondando el área de Oblak. Y claro, aunque solamente sea por estadística, lo normal es que alguna vez pase algo. En el minuto 58, por ejemplo, Oyarzábal se quedó sólo delante del portero, pero Galán pudo robarle la pelota in extremis.
Paradójicamente, y a eso se agarrarán los defensores de lo indefendible, el Atleti pudo sentenciar en el único contraataque digno de llamarse así, pero Julián resolvió muy mal, seguramente por estar agotado después de pasar ochenta minutos corriendo como un picapedrero.
Cualquier pesadilla necesita un protagonista y ese fue De Paul. Ese jugador que, cuando no está con su selección, le da tan igual el resultado, quién le paga o dónde está jugando, que no tiene reparos en probar excentricidades dignas de un reel de Tik Tok. A falta de cinco minutos, decidió regalar un balón en la frontal del área y Sucic lo aprovechó para hacer un bonito gol por encima de Oblak y conseguir un merecido empate.
Mucho tiene que cambiar este equipo para parecerse al Atlético de Madrid. El problema es tan profundo, que ni siquiera creo que sea una cuestión de resultados.
Eduardo Chillida dijo una vez que un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo. Porque uno puede entender que el errático inicio de la temporada, la presión del entorno o la falta de resultados haya instalado cierto miedo en el banquillo colchonero, pero nunca podré...
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