Cine
Cuerpos y despojos
Sobre ‘La sustancia’
Deborah García 5/11/2024
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Creo que el body horror posee unos códigos que pueden ser muy interesantes para reflexionar, desde las imágenes, acerca de la presión que ejerce el capitalismo sobre los cuerpos de las mujeres, la forma en que los consume y las aboca a una visión alienada de sí mismas. En este sentido, la propuesta inicial de Caroline Fargeat me interesaba: el hecho de usar una doble, una doppelgänger, con fines distintos a los habituales en el cine, ampliaba las posibilidades de representar esa escisión, esa visión retorcida. Incluso pensé que podría ser un elemento que acabara por impulsar al propio personaje. Obviamente, me equivocaba.
La primera parte de la película nos presenta a Demi Moore en el papel de una estrella televisiva venida a menos, precisamente debido a esa máxima de los medios según la cual una mujer, pasada cierta edad, deja de ser deseable; en términos televisivos, consumible y vendible. Deja de ser un reclamo y debe ser sustituida por una versión más joven, más atractiva y más generadora de riqueza. En este sentido, los cuerpos de las mujeres son mercancía, carne, productos canibalizados por el sistema y la industria a una velocidad mucho más vertiginosa que aquella con la que nuestro propio cuerpo viviente nos canibaliza a nosotras mismas. Para la industria somos cuerpos-despojo mucho antes de que verdaderamente lo seamos para nosotras mismas. Es en este sentido en el que la industria funciona como un memento mori: nos presenta una imagen-muerte del cuerpo de las mujeres antes de que esto se haya producido. Las mujeres mayores, para el capitalismo, están muertas porque no generan audiencias ni dinero; al mostrarnos esto, automáticamente, las mujeres pensamos en nuestra propia muerte anunciada: en este sistema, la muerte de la belleza es la muerte del producir, que es, en definitiva, la muerte total.
La puesta en escena es, en este sentido, bastante minimalista y, a pesar de ello, el recuerdo que tengo es bastante barroco, probablemente por esos primeros planos en los que las caras y los cuerpos, especialmente en la parte que corresponde a Dennis Quaid, aparecen deformados. Quizá lo verdaderamente aterrador de las imágenes de The Substance, sobre todo las finales, es asumir lo que el sistema ve en nosotras y en nuestros cuerpos: una muerte anunciada que no deja de producirse.
En vez de invitar a una reflexión transformadora, The Substance se limita a reflejar un sistema que ya conocemos sin ofrecer algo nuevo o disruptivo
Sin embargo, no dejo de pensar en el sentido que tiene realizar una película que, aunque aparentemente denuncia todo esto, acaba mostrando a dos mujeres luchando entre sí por imponerse. Si en el cine a menudo se ha usado la figura del doble para explorar la dualidad entre el bien y el mal, aquí resulta casi más conservador anclarlo a la dicotomía belleza/fealdad, juventud/vejez. The Substance es, en ese sentido, una película conservadora que, lejos de propiciar un discurso capaz de articular estas angustias a nivel colectivo (pienso en las dos protagonistas), se mantiene en una capa de individualismo en la que lo más importante acaba siendo imponerse a la otra. En lugar de explorar las posibilidades del otro-cuerpo para romper con el discurso del cuerpo canónico y abrazado por la industria, la directora ejerce toda su violencia contra ese mismo cuerpo que nos ha obligado a mirar sin reparos. No deja de ser una contradicción y, a la vez, una condena. La propia mirada de Fargeat es una proyección más de ese sistema que pretende condenar, una proyección cruel de lo que realmente propone el tardocapitalismo sin cesar. Pienso por ejemplo en las posibilidades del monstruo, el monstruo que se ha erigido en el cine, incluso en algunos referentes de la directora, como Lynch, y su Hombre elefante como posibilidad, como cuerpo que alberga una otredad que siempre debe ser abrazada, un cuerpo que existe políticamente para erigirse contra la normatividad y contra el sistema. Los monstruos, como cantaban los Freaks de Browning, siempre fueron de los nuestros, siempre los abrazamos.
Creo que hacer estallar la bomba final delante de toda la audiencia, convertida otra vez ya en un producto y, además, haciendo de su final un producto más de esa sociedad del espectáculo, provoca que todas las imágenes y el relato se queden en una capa superficial de todo este problema-sistema que la directora pretendía desactivar. Acabar sacrificando los cuerpos de la misma forma en que el sistema los ha sacrificado como premisa, nos lega un relato completamente estéril que nos sitúa en un desierto reflexivo aún más preocupante que la premisa inicial. Creo que The Substance, en lugar de profundizar en las implicaciones de su narrativa, termina sucumbiendo a las mismas dinámicas que pretende criticar, convirtiendo su final en un mero espectáculo vacío. Ese “estallido” final, en lugar de desarticular la lógica de la sociedad del espectáculo tardocapitalista, se convierte en un producto más de ella, haciendo que todas las imágenes se consuman a sí mismas. No hay posibilidad. No hay transformación.
La directora, al final, acaba sacrificando los cuerpos de la misma forma en que el sistema los ha sacrificado como premisa. Esto convierte la película en un relato estéril que, en lugar de desafiar o cuestionar las estructuras que critica, parece simplemente reiterarlas. En vez de invitar a una reflexión transformadora, a un diálogo real o una alternativa que rompa con las convenciones que muestra, The Substance se queda en la superficie y no logra generar una verdadera subversión, limitándose a reflejar un sistema que ya conocemos sin ofrecer algo nuevo o disruptivo.
Creo que el body horror posee unos códigos que pueden ser muy interesantes para reflexionar, desde las imágenes, acerca de la presión que ejerce el capitalismo sobre los cuerpos de las mujeres, la forma en que los consume y las aboca a una visión alienada de sí mismas. En este sentido, la propuesta...
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