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Las primeras fases del Campeonato de España (Copa de S.M. el Rey) suelen ser un tormento para los equipos de primera división. Hay muy poco que ganar, porque son muy escasas las lecturas positivas que se pueden sacar de vencer a un equipo que compite en categorías inferiores, y mucho que perder, ya que una derrota en un entorno tan desequilibrado suele ser síntoma de tragedia o motivo de catástrofe. En el caso que nos ocupa, la diferencia era incluso abismal, ya que la Unió Esportiva Vic, equipo al que se enfrentaba el Atlético de Madrid, milita en una competición denominada Lliga Elit, que forma parte del fútbol regional. Por ponerlo en perspectiva, es la categoría a la que descienden los últimos clasificados de la Tercera Federación, que es la quinta categoría del fútbol español. Ni que decir tiene que todos los jugadores son amateurs y que se ganan la vida fuera del terreno de juego.
Puede parecer irónico, pero creo que no era el escenario idóneo para el Atleti actual, un equipo desnortado, mal construido y profundamente asustado. Lo que no pensé es que volviera a hacer el ridículo de la forma en la que lo ha hecho. Un ridículo que contrasta con el ejemplo de ilusión y derroche de su rival, ese Vic que seguramente ha protagonizado una de las noches más felices de su historia. Una noche que no ha terminado en tragedia griega para los de Simeone por esos minutos finales en los que las fuerzas ya no aguantaban y por un colegiado que, como suele ser habitual, decidió ser complaciente con el poderoso.
Es una tarea complicada, y seguramente absurda, hablar hoy del juego rojiblanco. Por resumir, podríamos decir que hemos visto los mismos problemas de siempre, a pesar del nivel de su rival: incapacidad dolorosa para fabricar fútbol, incapacidad bochornosa para circular el balón e incapacidad evidente para hacer gol. La primera parte, que ha sido un dolor para la vista, estuvo incluso igualada. Como lo oyen. El Atleti tuvo más el balón, sí, pero era como no tenerlo. Quizá por eso el equipo de Simeone tiende a renunciar a él. El ritmo era lento, no había continuidad y apenas se creaban jugadas. Correa tuvo la primera ocasión al cuarto de hora, tras una jugada de Gallagher que llegó hasta el área para dejar al argentino delante del portero. Ellos dos fueron seguramente los únicos jugadores colchoneros que parecieron de primera división en los primeros cuarenta y cinco minutos.
¿Y el resto? Pues entre el poco y la nada. Jugaron dos canteranos: Javi Serrano y Kostis. El primero tuvo una aportación similar a la del banderín del córner. El segundo, algo mejor, tuvo un error garrafal siendo el último hombre, lo que provocó una ocasión del rival. Si pretendían ganarse una oportunidad, obtuvieron todo lo contrario. Bien es verdad que muchos presuntos titulares de la primera plantilla no anduvieron muy lejos. Nahuel, por ejemplo, es probable que ahora mismo no fuese titular ni en el Vic. Un pase horizontal en el minuto 18 provocó la primera oportunidad de los catalanes (un tiro lejano sin mucha fe). Hubo más. Sørloth volvió a parecer ese futbolista grande y torpe, con poca calidad para asociarse, y con dudoso acierto de cara al gol. Suya fue la ocasión más clara, ya en el minuto 37, que volvió a fallar delante del portero. Es verdad que en este caso un defensa local sacó el balón con la mano, en lo que debería haber sido penalti.
El noruego y los dos canteranos se quedaron en el banquillo en la segunda parte. Lógico. Lo que no es lógico es que Nahuel Molina siguiese en el césped. Incomprensible la gestión que hace Simeone con este jugador. Entraron Galán, Koke y Lemar, que aportaron algo de dinamismo, pero éste se diluyó rápidamente para volver al típico modo de cero profundidad, cero mordiente y cero peligro. Cómo estaría el panorama, que llegando la hora de partido salieron Julián Álvarez y Griezmann. Gracias a ellos se aumentó un poco el ritmo del juego, pero las ocasiones seguían sin llegar. El equipo además se rompía, lo que aprovechaba el Vic para estirarse y merodear el área colchonera.
A falta de diez minutos, Giuliano aprovechó una de las pocas jugadas trenzadas por su equipo para entrar por la derecha y caer en el área. En directo la caída me pareció extraña. En la repetición, lo que me parece es que no había falta. El árbitro, que no era de sexta categoría, pero como si lo fuese, entendió que hubo contacto y agració al Atleti con un penalti que convirtió Julián Álvarez y que sirvió para salvar la noche. El argentino metería otro gol después, con el Vic muerto sobre el césped y un jugador menos por expulsión de Senye en la jugada del penalti.
El partido terminó con una sonrisa en los rostros del equipo catalán y con una mueca en los de los madrileños. No era para menos. El Atleti pasaba de ronda, pero era mejor no detenerse en cómo había ocurrido.
Las primeras fases del Campeonato de España (Copa de S.M. el Rey) suelen ser un tormento para los equipos de primera división. Hay muy poco que ganar, porque son muy escasas las lecturas positivas que se pueden sacar de vencer a un equipo que compite en categorías inferiores, y mucho que perder, ya que una...
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