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El Kairós es un concepto de la filosofía griega que se refiere al momento exacto en el que sucede algo importante. En el fútbol podría ser eso que Simeone llama contundencia. Es decir, meter gol cuando hay que meterlo. Y eso es lo que ha hecho esta noche el Atlético de Madrid en Barcelona. Eso es lo que ha necesitado hacer para derrotar a un equipo que ha jugado de forma soberbia y para poder encararse en lo más alto de la clasificación. Cuando hace doce partidos algunos veíamos perdido al entrenador argentino, recuerdo que él se aferraba a tres conceptos básicos: trabajo, defensa y contundencia. La Santísima Trinidad del Atleti contemporáneo, al fin y al cabo. Parecía filosofía de mercadillo, pero no. Era talento. Para sorpresa de propios y extraños, el equipo va a celebrar las navidades desde la primera posición de la Liga. Simeone ha vuelto a demostrar, otra vez, que sabe mucho más de esto que todos nosotros.
Pero el comienzo del partido fue como poner un hielo en un vaso de agua hirviendo. Sobre el césped se juntó uno de los equipos de Europa que mejor hace la presión adelantada contra uno de los equipos de la Liga que más dificultades tiene para circular la pelota bajo presión. Y claro, ganó el agua hirviendo. Los primeros minutos fueron apabullantes por parte del equipo catalán. Tanto, que maniató a su rival y se jugó a lo que quiso. Raphinha puso en jaque por dos veces a Oblak en apenas cinco minutos. El ritmo que imponían era endiablado y no solo monopolizaban el balón, sino que lo distribuían con criterio por todo el frente de ataque. El Atleti intentaba juntarse y defender, cosa que no hizo mal, aunque Galán lo pasó mal por la izquierda. Gallagher se sacrificaba para tapar esa banda, pero el aporte del inglés en la construcción era un drama. Con De Paul y Barrios tapados, más la presión asfixiante, el Atleti parecía que jugaba con un balón de rugby.
A partir del cuarto de hora el ritmo pareció bajar y los de Simone consiguieron, al menos, situarse en el campo. Se acababan así las llegadas continuas y sólo apareció una volea de Iñigo Martínez que atajó bien Oblak. Fue una pena que a la media hora, en una pase de Pedri a Gavi en la frontal que recogió mal el internacional español y que, sin querer, provocó una asistencia perfecta para el propio Pedri, acabase en el primer gol del partido. Eso sí, era completamente merecido. El Barça, dirigido por un Pedri soberbio, estaba jugando de dulce.
El Atleti trató de estirarse tras el gol y lo consiguió, dando una mejor imagen al final del primer tiempo. Sin mucha verticalidad, pero generando una ocasión clarísima en el último minuto, cuando una buena salida de Barrios hizo que entre Gallagher y Galan pusieran un buen balón al área al que Julián no pudo llegar por milímetros.
La segunda parte fue otra cosa. Los de Simeone dieron un paso adelante en lo de tener el balón y en lo de presionar arriba. Y se notó, a pesar del error inicial de Giménez en la salida de balón, que provocó la primera gran parada de Oblak a tiro de Fermín. Una jugada en la que el uruguayo se lesionó y tuvo que ser sustituido por un Witsel que lo primero que hizo fue recibir una tarjeta amarilla. Quién dijo miedo.
El Barça aprovechó esos minutos de desconcierto para que Raphinha lanzase un balón al larguero, tras otro pase excelente de Pedri. Pero este Atleti era ya otro. Oblak era Oblak, Lenglet y Barrios estaban muy bien, y el resto se desperezaba poco a poco. Así que, a los 59 minutos, una buena salida desde la defensa acabó con una cabalgada de Julián por la izquierda. El pase al área del argentino no fue bueno, pero el rechace lo remató De Paul a la red con la sutiliza de los grandes estilistas del fútbol.
El empate espoleó al Barça, que aupado en el buen hacer de Pedri y la entrada de Olmos, volvió a mostrar su mejor cara. Simeone reforzó al equipo con Koke y Nahuel, pero tuvo que meter a Le Normand y Sorloth para mutar el esquema a un 5-3-2, 5-4-1 después, que pudiese contrarrestar las embestidas del rival. Y funcionó, porque, aunque el dominio era evidente, la ocasión más clara la tuvo Barrios, al que Julián dejó delante del portero tras una gran jugada personal, que el canterano no supo aprovechar. El Barça, enfurecido, respondió en los últimos minutos con dos ocasiones clarísimas de gol que atajó el Oblak de las grandes gestas.
Los de Flick estaban desatados, sí, pero olvidaron cerrar la Kerkaporta, esa puerta peatonal de Constantinopla por la que entraron los turcos. En el minuto 95, esperando el Kairós, el Atleti recogió un balón en contraataque. De Paul levantó la cabeza y vio a Nahuel que venía desatado por la derecha sin que ningún rival lo siguiera. De argentino a argentino, el balón llegó hasta el último terció del campo para que Molina lo cruzase al segundo palo. Por allí llegó Sorloth para hacer lo contrario de eso por lo que tanto le he criticado: meter gol cuando hay que meterlo. Bendito sea.
Y se acabó el partido.
Me temo que ahora los aficionados colchoneros tendrán un buen tema de conversación para las cenas navideñas que se avecinan.
El Kairós es un concepto de la filosofía griega que se refiere al momento exacto en el que sucede algo importante. En el fútbol podría ser eso que Simeone llama contundencia. Es decir, meter gol cuando hay que meterlo. Y eso es lo que ha hecho esta noche el Atlético de Madrid en Barcelona. Eso es lo que ha...
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