Lo mejor del Carnaval de Cádiz 2025
Ausencia no quiere decir olvido
La comparsa de Marta Ortiz se llama La Valla y señala la problemática de las migrantes que al intentar cruzar nuestras fronteras se encuentran con la valla de Melilla, adornada de concertinas hasta 2020 y de vergüenza en la actualidad
Paco Cano 23/02/2025
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Ya estamos en las semifinales del concurso. Hasta ahora, hemos hablado de las distintas modalidades – coros, comparsas, chirigotas y cuartetos– y hemos abierto la lista de nombres míticos de la historia del carnaval, como los de Antonio Rodríguez –El Tío de la Tiza– Cañamaque, Paco Alba, Paco Rosado o Juan Carlos Aragón. También hemos hablado de quienes, aún entre nosotros, protagonizan la actualidad, estén retirados o no: Antonio Martín, Emilio Rosado, El Gómez, Antonio Martínez Ares, Jesús Bienvenido, Miguel Ángel García Argüez o El Selu, a los que se les podría sumar unos cuantos nombres más. Pero, ¿notan algo? Efectivamente, todos son hombres.
¿Acaso no ha habido mujeres que merezcan ser destacadas a lo largo de la historia del carnaval? Claro que sí, pero el carnaval es un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla y si estamos en una sociedad patriarcal, el carnaval también lo es. Por eso, “las pocas mujeres que en el carnaval han sido” destacan precisamente por lo excepcional, por romper la regla. El caso de Las petit criollas (1913) destaca por ser el primer grupo de mujeres del que se tiene información, aunque su autoría era masculina, concretamente del prolífico Cañamaque. También destaca en este repaso diacrónico, Las trovadoras modernistas, murga o coro de 1928, escrita por Eduardo Martínez Trujillo. Desde entonces y salvo históricas excepciones, el papel reservado a las mujeres era el mismo rol secundario que tenían en la sociedad. En algunos casos, un papel asistencial, como costureras o maquilladoras, y en otros, un papel pasivo y de carácter ornamental como la Reina de las fiestas con sus damas de honor y, posteriormente, la Diosa y sus ninfas. El equipo de gobierno de José María González Santos, Kichi, espoleado por el sentir ciudadano recogido en este pasodoble de Juan Carlos Aragón de 2016 eliminó definitivamente esa labor decorativa otorgada a las mujeres.
En los años ochenta del siglo pasado, ocurren dos hechos paralelos que van a significar un punto de inflexión en lo que respecta a una participación activa de la mujer en la fiesta. Por un lado, en las charangas familiares de la calle, se produce una escisión femenina protagonizada por Las Molondritas (1980). Los maridos o parejas de las componentes se reunían en la peña El Molondro y hartas de tener un papel secundario, decidieron montar su propia agrupación callejera. Por otro lado, en el Concurso, surgieron coros que incorporaron mujeres en la orquesta y en las voces. Fueron los llamados, inicialmente, coros mixtos; La gran locura y Los mariscaores gaditanos, ambos de 1981, fueron los dos primeros.
En estos años, además, surge la figura de Adela del Moral quien se atrevió, con gran éxito, a crear la música de un coro y, posteriormente, a dirigirlo; convirtiéndose en una auténtica precursora. Después se fueron incorporando voces femeninas en chirigotas y comparsas, destacando el caso de Milián Oneto, quien como integrante de la agrupación de Jesús Bienvenido, Los Irracionales (2017), se convierte en la primera mujer que gana un primer premio en comparsa. Para conocer más de estas ausencias y puntuales presencias pueden acercarse al reciente ensayo Las Ausentes. Mujeres en el carnaval de Cádiz: de musas a creadorasde Mar Muñoz (Macnulti, 2024). De las mujeres en el carnaval callejero hablaremos cuando toque.
Fue en 2022 cuando, por fin, una agrupación compuesta y escrita totalmente por mujeres y con un discurso marcadamente feminista alcanza la gran final de comparsas, territorio que ya hemos descrito como hipermasculinizado, desatando un auténtico vendaval –una levantera, dicho en gaditano– que se llevó por delante máscaras y, sobre todo, antifaces de falso progreso. Todos somos muy feministas de pensamiento y palabra, pero nos cuesta reconocer que de obra no lo somos tanto. Lo digo por experiencia propia. El patriarcado no es epidérmico, cala más allá del tuétano de los huesos. La agrupación We can do...carnaval! de Marta Ortiz quedó entre las cuatro primeras entre insultos, groseras críticas, desprecios y exabruptos de supuestos compañeros y aficionados que intentaban menoscabar su valía. Es preciso recordar que un jurado puntúa, o debería puntuar, la calidad musical, la conjunción de voces, la interpretación, lo escenográfico, el nivel literario, la intención crítica, los valores que se transmiten o la capacidad de producir sentidos nuevos. En algunos de estos aspectos, We Can do... era superior al resto; en otros, quizás lo fuera menos. A partir de ahí, el jurado decide y el resultado se debería respetar, aunque no se esté de acuerdo. Es lo que tiene participar en un concurso. La calidad de We can do… carnaval era innegable, más allá de gustos y de a quién le pareciera mejor una agrupación u otra. Bienvenida, en todo caso, la polémica que generó por la brecha que produjo y porque se abrió un tiempo nuevo en el Concurso. A partir de ese hecho disruptivo, la presencia de agrupaciones conformadas y escritas por mujeres se va haciendo más habitual, el oído popular se va acostumbrando a sus timbres y maneras interpretativas y, poco a poco, se van sumando nuevas autoras a las que ya estaban, como lo hace este año la poeta Bea Aragón.
La comparsa de Marta Ortiz, en este 2025, se llama La Valla y señala la problemática de las migrantes provenientes de África que al intentar cruzar nuestras fronteras se encuentran con la valla de Melilla, adornada de concertinas hasta 2020 y de vergüenza hasta la actualidad. En este pasodoble, proponen que cambiemos fascistas por menores no acompañados y necesitados de cobijo. No es mala idea.
Nombre de la agrupación: La Valla
Modalidad de agrupación: Comparsa
Tipo de Copla: Pasodoble
Autora: Marta Ortiz
Ya estamos en las semifinales del concurso. Hasta ahora, hemos hablado de las distintas modalidades – coros,
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Paco Cano
Mis ciudades: Cádiz, Madrid, NY, Washington DC y, ahora, Barcelona. Mis territorios: las políticas culturales, la articulación ciudadana, los cuidados y el común.
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