Análisis Político
Euskadi: a la espera de las autonómicas de 2016
Según los sondeos, el PNV gana de forma holgada, Podemos irrumpe con fuerza, EH Bildu se mantiene, PP y PSOE bajan y Ciudadanos puede sufrir un descalabro
Gorka Castillo 16/12/2015
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Conscientes del escenario abierto tras el fin de ETA o, mejor dicho, del cese definitivo de su lucha armada, Euskadi encara estas elecciones generales con una tranquilidad desconocida. Nunca antes se ha vivido una campaña tan relajada, y también insípida, como la que han padecido los vascos durante este diciembre crucial. Es como si los casi dos millones de votantes conocieran de antemano el reparto de los 18 diputados que les corresponde elegir y sólo esperan al resultado final para mostrar la deportividad de los grandes generales invitando a sus rivales derrotados a un whisky en su tienda de campaña. De hecho, la única duda real que planea es cuantificar el número de escaños que Podemos-Ahal Dugu aportará a la marea morada nacional. Las inciertas encuestas, siempre oscilantes en función del autor, coinciden al apuntar que serán cuatro, un éxito espectacular tratándose de una formación sometida a tensiones internas permanentes desde su fundación, con la dimisión en bloque de su secretaría territorial por desavenencias con la dirección nacional.
Por todo ello, no deja de extrañar el estado de debilidad en el que hoy viven las históricas formaciones de izquierda federalistas vascas, como Ezker Batua y su heredera Ezker Anitza, incapaces para aprovechar las refriegas emprendidas por unos novatos sin más nombres deslumbrantes en sus listas que el de Juan López de Uralde, expresidente de Greenpeace y actual coportavoz de Equo. El sorpasso que Podemos va a infligir a Izquierda Unida en Euskadi sólo se entiende a través de la crisis de identidad en la que se sumergió tras el endiablado liderazgo de Javier Madrazo, que le hizo olvidar lo que fue y todavía le impide encontrar la manera de volver a serlo.
Del resto de formaciones poco hay que contar. La gestión de la crisis y del fin de ETA tendrán una lectura demoledora para el PP y, sobre todo, para el PSE. En los últimos cuatro años se ha demostrado que el PNV es inmune a todo lo que sucede a su alrededor. El antaño temido entorno abertzale ya no tiene ninguna influencia en el trasvase de votos que se producía en los comicios generales de nacionalistas a populares. La existencia de ETA y la independencia no pasan de ser un sonido exterior, como el hilo musical en la consulta del dentista. Y, además, a bajo volumen, pese a los esfuerzos de EH BIldu por apadrinar un proceso de ruptura nacional similar al catalán y a las veleidades de María Dolores de Cospedal cuando habla de “eso que llaman el relato” de los años del plomo.
El PP vasco lleva tiempo siendo un polvorín: disputas internas, dimisiones de algunos de sus líderes y declaraciones intempestivas, como las de Javier Maroto sobre los inmigrantes, agitan desde hace tiempo a la formación. Es posible que sólo pesque un diputado en Álava, para el hoy ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, y si la fortuna les sonríe, otro en Bizkaia para Leopoldo Barreda. De esta manera, rostros frescos como Borja Sémper y meritorios escaladores de Génova como el controvertido Maroto tendrán que conformarse con seguir las sesiones durante la próxima legislatura a través de la televisión. En el PNV sucede todo lo contrario.
El partido no sufre ningún espasmo por los efectos de la crisis, ni ha sufrido los daños devastadores causados por la corrupción en sus camaradas catalanes de CIU y el frente independentista que le reclama EH Bildu es percibido como un fabuloso espejismo en estos tiempos de oscuridad financiera que les ha tocado vivir. Mantendrá sus cinco representantes e, incluso, puede ganar uno más sin bajarse prácticamente del autobús en estos 15 días de campaña. Su enorme aparato político ya se ha encargado de que ninguno de los asuntos cruciales de la paradoja vasca perturben su idea sagrada: el Concierto económico, un icono que miman y protegen como un tesoro, conscientes de su inmenso valor social.
De hecho, el resto de partidos ni han chistado por su derogación. El único que hizo alusión a una posible revisión fue Albert Rivera y así le va en Euskadi: cero escaños y estancado. Es lo que tiene en Euskadi confundir la claridad cristalina de unos principios con las propuestas temerarias para unos fines. El PSE conoce ese significado a la perfección. Si no que se lo pregunten a Patxi López, número uno de la lista por Bizkaia, que, tras los importantes logros alcanzados durante su época como lehendakari, dejó un partido despersonalizado hasta desfigurarlo por completo. Los socialistas vascos siguen debatiéndose entre los que fueron los indicadores de una formación histórica con mucho peso en la estructura federal y una impaciencia por mantenerse en el poder que sitúa a sus dirigentes territoriales en una silla eléctrica desde el mismo día de su llegada. Su caída puede ser estrepitosa. Ninguna de las encuestas publicadas le otorga más de dos diputados, cuando en 2011 pensaron que los cuatro logrados eran ya un descalabro en esencia.
Que muchos ciudadanos sigan sorprendiéndose de que la izquierda abertzale mantenga el pulso electoral pese al boicot que siguen sufriendo por parte de las televisiones y medios de comunicación “por no condenar el terrorismo” parece algo inevitable, pero muchos ya se están percatando de que tanta segregación es una colosal equivocación. Incluso, un engaño electoral. Porque es indudable que EH Bildu ha empezado a reconocer tibiamente el daño causado por ETA e incluso acude a homenajes de algunas víctimas de la banda. Viven un tiempo de contrición impensable hace cuatro años sin que por ello hayan renunciado al fundamento que sostiene su fuerte respaldo social: lograr la independencia de un Estado vasco socialista compuesto por siete provincias distribuidas en tres administraciones, las tres provincias de la comunidad autónoma, Navarra y otras tres en Francia.
Algunos sondeos bajan sus expectativas de voto de los 6 diputados actuales –más uno foral-- a cuatro o cinco pero eso formará parte del misterio hasta el domingo por la noche. Mientras tanto, aguardan la puesta en libertad de su líder, Arnaldo Otegi, conscientes de que será su gran baza para las elecciones autonómicas del próximo año. Y aunque todo esto es otra historia no está de más recordar que en el PNV temen esta jugada como temían en Holanda a los tercios de Flandes.
Conscientes del escenario abierto tras el fin de ETA o, mejor dicho, del cese definitivo de su lucha armada, Euskadi encara estas elecciones generales con una tranquilidad desconocida. Nunca antes se ha vivido una campaña tan relajada, y también insípida, como la que han padecido los vascos durante...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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