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El otro día leí que Cuatro saca esta semana un debate político como postre de su informativo de la tarde-noche. Un formato que, según el presentador del mismo, va a estar lleno de “pimienta”. Viva, pensé al enterarme, justo lo que el mundo necesita. Más ruido.
El ruido no sólo es un sonido desagradable que nos aturde; también es, lo dice la Real Academia, una “interferencia que afecta a un proceso de comunicación”. La tecnología, desde tiempos de la imprenta, ha servido para acercar los medios a la gente. Eso está muy bien. El problema es cómo usamos esos medios ahora que los tenemos todos a nuestro alcance. Los problemas vienen porque todos hablamos a la vez y por eso no somos capaces de escucharnos. Somos adictos al ruido y, de hecho, ahora lo que nos aturde es su ausencia, no su presencia. Mientras estás leyendo esto, ¿cuántas veces has deseado mirar tu móvil? Pues eso.
Salgo de los medios y la tecnología pero sigo en el estruendo. El Ayuntamiento de Barcelona acaba de anunciar que va a reducir el 20% de los espacios dedicados a publicidad en la calle para suavizar “la contaminación visual” pese a que le suponga una notable bajada de ingresos. La noticia me parece fabulosa, aunque puede que esto sólo me pase a mí.
Sin darnos cuenta, hemos dejado que nuestros ayuntamientos se conviertan en centrales de medios y nuestras ciudades en plataformas publicitarias. De hecho, consideramos más moderna la ciudad que más grandes tiene las pantallas de vídeo por las que nos lanzan mensajes a gritos. Mal.
Ruido también es que nos digan todo el rato y en todas partes lo que tenemos que comprar, comer o viajar. Ruido es que no haya tiempo ni espacio para estar con nosotros mismos y pensar… o no hacerlo en absoluto. Felicidades por tanto por reducir el ruido al Ayuntamiento de Barcelona.
Hablando de ayuntamientos, ¿es ruido que se hable más del padre nuestro de los Premios Ciudad de Barcelona que, por ejemplo, de una medida como la de la supresión de impactos publicitarios? Sí. ¿Y el follón tras la cabalgata en Madrid? Claro. ¿Y lo de los titiriteros? Por supuesto. Es ruido que se difunde con el objetivo de despistar, ruido ideológico, ruido como arma de confusión masiva.
Dicho lo cual, y precisamente por no fomentar la cacofonía, conviene que todos nos apliquemos el cuento: los ciudadanos que nos metemos diariamente en batallas en redes para defender nuestros supuestos bandos enfrentados pero también los ayuntamientos que se consideran víctimas de los ataques de eso que llaman “caverna”.
Gobernar también es equivocarse y ser criticado, con más o menos razón. Gobernar es, además, contar lo mejor posible lo que se hace, hacerse entender. Y escuchar, claro. Gobernar es, en cualquier caso, tratar de lograr cambios que nos mejoren a todos.
Me viene a la cabeza eso que dijo Carmena en la Cuesta de Moyano de Madrid cuando celebró que llegaba a la alcaldía, lo de gobernar para todos, lo de seducir a los que no la habían votado. No se me ocurre mejor forma de callar (un poco) el ruido, la verdad.
El otro día leí que Cuatro saca esta semana un debate político como postre de su informativo de la tarde-noche. Un formato que, según el presentador del mismo, va a estar lleno de “pimienta”. Viva, pensé al enterarme, justo lo que el...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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