Ni César García Criado, pescadero jubilado de 75 años, ni María Ángeles García, secretaria general de la agrupación socialista del madrileño barrio de Argüelles, se atreven a hacer pronósticos sobre el desenlace de la consulta a la militancia del PSOE para ratificar un posible pacto “por un gobierno reformista y progresista” que se ventila hoy. No es de extrañar que todos esperen a conocer el dato de la participación, “que casi con toda seguridad será baja”, dice la responsable del centro que desde hace días se afana para que el orden sea absoluto.

Sopla un viento helador por las calles de la capital de España. Recostado junto a un enorme retrato de Pablo Iglesias, “el que escribió un capítulo esencial de la historia de este país al fundar este partido, no el Pablo de Podemos”, García Criado hace suyo el diagnóstico de la mayoría de los analistas: “El ‘Sí’ ganará pese a las dudas que hay sobre el proceso y, especialmente, sobre la ambigüedad de la pregunta”. Ya ocurrió en 1986 con el referéndum sobre la OTAN. César, nacido en Astorga pero con residencia en Madrid, ha sido uno de los primeros militantes en ejercer su derecho al voto y aunque se niega a admitirlo expresamente, la marca en su papeleta ha sido ‘No’, “no me gusta nada Ciudadanos”.

La de Argüelles no es una agrupación grande. El barrio tiene algo más de 26.000 almas, la mayor parte de clase media y el 30% mayor de 65 años, pero el censo electoral no llega a 300. Forma parte del distrito de Moncloa-Aravaca, donde el PP arrasó en las últimas elecciones municipales. Sin embargo, los militantes aquí agrupados se enorgullecen de su pasado vecinal, “defensor de los derechos y la justicia social”, que les ha granjeado más de una visita de secretarios generales del partido. No es de extrañar que para confirmar esa gratitud decidieran enmarcar una gran foto de José Luis Rodríguez Zapatero frente a la puerta de entrada.

Y aunque al fondo han colocado una hermosa mesa de votación, con su presidente y sus correspondientes secretarios, casi nada en la sobria sede transmite que el futuro del partido y de buena parte de sus posibilidades de formar gobierno estén en juego. Apenas un cartel de Pedro Sánchez en una esquina, varios globos electorales con el nombre de Jaime Lissavetzky y poco más. “Sánchez se ha asentado como líder y refuerza al PSOE. Su negociación está siendo impecable y sólo queda que otros partidos se sumen porque de lo que se trata es de cambiar las políticas que impuso el PP y modernizar este país”, asegura la secretaria general de la agrupación, María Ángeles García, con la voz suave y la mirada serena. Ella ha votado ‘Sí’ porque confía en que de una vez se invierta una dinámica política que casi termina ahogando a España en una profunda melancolía. “Nos encontramos en una segunda Transición y para asumir este reto se necesita un amplio consenso y gran altura político. Creo que Pedro Sánchez está demostrando talento para alcanzar el objetivo”, señala.

Deslumbrada por la luz de cuarzo de la cámara, Ana María Ruiz-Tagle, abogada sevillana ya jubilada, exdiputada y exsenadora socialista entre 1979 y 1989, admite sentirse “esperanzada” de que Pedro Sánchez se convierta en el nuevo presidente del Gobierno. Sobre el contenido del acuerdo suscrito por su partido con la formación de Albert Rivera cree que es “reformista y progresista” pero es consciente de que puede acabar en el fondo de un armario si el “descompuesto” PP y la “irresponsable” izquierda unen sus voluntades para evitar que salga adelante. Y si el resultado de la consulta fuera negativo aún quedaría la decisión “responsable” del Comité Federal para revertir los efectos paralizantes del jarro de agua fría lanzado por su militancia contra los sueños de la dirección. “Debemos entender que no es un pacto cerrado”, afirma Ruiz-Tagle, militante desde septiembre de 1976 y luchadora incansable por la igualdad desde algunos años antes. “En España se desconfía demasiado de la función del Congreso. Todos los partidos que ahora se quejan parecen no entender, o se afanan en disimularlo, que existe la herramienta de la proposición de ley que en este nuevo escenario sin mayorías puede salir adelante”, señala.

Faltan cinco minutos para las dos en punto de la tarde y una decena de personas se protege en el interior de la sede del gélido viento racheado. César saluda a los militantes que acuden a votar con tanta amabilidad como si se acabara de levantar. Fresco como una lechuga, con una gorrita de pana gris, camisa y chaqueta impecable, se ofrece a acompañarles hasta la mesa. Una pareja examina detenidamente una de las papeletas y marca la casilla del’Sí’. Saludan a César y tras mostrar los DNI al compañero de turno en la presidencia de la mesa, toman asiento a su lado y comienzan una tertulia de camaradas. Hablan de fulano que “no podrá venir por enfermedad” y de mengano “que tiene que pasarse un día de estos para recoger los carteles”.  

Así transcurre el día en el que la base socialista espera que su opinión sea tenida en cuenta. Cuando todo concluya un equipo de cuatro personas examinará una por una las papeletas cuyo encabezado contiene una pregunta que ha suscitado incontables quejas de muchos militantes. Frente a la urna está el gran retrato del fundador del partido, de Pablo Iglesias Posse, cuya mirada parece custodiar el orden del poder soberano. “Es como una luz”, concluye solícito el señor García Criado, el pescadero que llegó de Astorga con una rosa roja en una mano y la maleta en la otra.