JAZZ
Gerry Mulligan, la vida que siempre sigue
Ayax Merino 6/04/2016
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Saxo barítono, compositor y arreglista, Gerry Mulligan nació en Nueva York el 6 de abril de 1927 así que, si no me salen mal las cuentas, cumpliría 89 años tal día de este año del Señor de 2016. Cumpliría, sí, de estar vivo, pero no los podrá cumplir el pobre porque, por desgracia, abandonó este mundo hace ya una veintena de años, allá por 1996.
De aquí para allá parece que anduvo la familia Mulligan de ciudad en ciudad hasta que por fin recaló en Filadelfia, donde Gerry pasó sus años mozos. Desde pequeño estuvo ya liado con la música, pues de niño estudió piano y clarinete y, algo más tarde, saxo. Y ya a los quince años, aún siendo un chaval, empezó a escribir arreglos para una emisora de radio local. Se conoce que era un tanto precoz el muchacho. Tanto, que no mucho después, en torno a 1944, se lanzó a componer y a hacer arreglos para algunas bandas de su ciudad, a Filadelfia me refiero.
Y luego, el gran salto a Nueva York, adonde se mudó con diecinueve añitos para trabajar en la orquesta de Gene Krupa. Allí conoció poco después a Gil Evans, pianista con el que entabló una larga y duradera amistad. Y algo más tarde estuvo con el noneto de Miles Davis con el que grabó el célebre disco Birth of the cool, en el que también anduvo el bueno de Evans. Además de tocar el barítono, compuso y arregló algunas de sus piezas.
Culo de mal asiento debía de ser el hombre, pues en 1952 lo tenemos en la otra punta misma del país, en California. Es entonces cuando formó un cuarteto sin piano con el trompetista Chet Baker. Una fórmula novedosa y original, sin duda: una trompeta, un saxo barítono, un bajo y una batería. Con el tal cuarteto alcanzaron ambos, Baker y Mulligan, una fama enorme.
Despojó el instrumento de las ataduras que lo tenían encorsetado, encerrado, constreñido, dejando que el barítono volara libremente, con solos de gran inspiración
Lo malo es que las cosas no tardaron demasiado en torcerse. Las drogas, ya se sabe, esa porquería que todo lo envenena. Y Mulligan dio con sus huesos en la trena. Cuando salió de la jaula, Baker ya había volado por su cuenta, así que Mulligan siguió su andadura por su lado. Y no le fue mal, nada de mal, ya lo creo que no. En 1954 viajó a París y cosechó un éxito arrollador.
Conciertos, discos, pequeños grupos y bandas más grandes, sin parar. Este hombre era incombustible. Con Zoots Sim, con Art Farmer, con Lee Konitz. Y venga a tocar y a componer sin pausa. Giras por EE.UU. y Europa.
En los principios de los sesenta formó una orquesta: la Concert Jazz Band. Unos pocos añitos duró la cosa. El vil metal, el dinero, digo. Que aquello no era rentable y no tuvo más remedio Mulligan, con todo el dolor de su corazón, que echar el cierre.
La vida sigue, es bien sabido. Y Gerry siguió adelante sin arredrarse. Con lo suyo, la música, el jazz. Con sus cuartetos, sus sextetos, lo que se terciare. Y a fines de los sesenta comenzó a colaborar asiduamente con Dave Brubeck.
Maravilloso compositor, excelente arreglista, soberbio barítono. Puede parecer exageración, pero no lo es. Ni por asomo. No voy a decir que fuese el mejor saxo barítono que hayan visto los tiempos, pero sí uno de los más grandes, a la altura del mismísimo Harry Carney. Y que, además y por si fuera poco, despojó el instrumento de las ataduras que lo tenían encorsetado, encerrado, constreñido, dejando que el barítono volara libremente, con solos de gran inspiración. Ahí es nada.
Con todo, o casi todo el mundo, tocó este tipo. Siempre estaba dispuesto, preparado y listo para ponerse a tocar, donde y con quien fuese
Y además, por si fuera poco, se dedicó a la música clásica, se ve que no tenía bastante el hombre con todas las cosas que se traía entre manos y andaba a la busca de más afanes. Con muchas orquestas tocó el barítono. Sin ir más lejos, con Zubin Mehta y la Filarmónica de Nueva York, que no está mal. Y no queda ahí la cosa, que este hombre no se paraba en barras y también hizo sus pinitos como actor y participó como músico en alguna que otra película. Se ve que tocaba todos los palos.
Y que era un sin parar lo de este hombre. Creo que ya lo he dicho: incansable, incombustible, puro entusiasmo. Con todo, o casi todo el mundo, tocó este tipo. Con los más grandes: Thelonious Monk, Ben Webster, Charles Mingus, Stan Getz, Johnny Hodges, qué se yo, la lista es larga, muy larga. Y que siempre estaba dispuesto, preparado y listo para ponerse a tocar, donde y con quien fuese. Una vez le oí a Cifu contar que estando en España de viaje allá por 1962, se plantó en el Whisky Jazz, ese emblemático local de los Madriles, a escuchar a Pedro Iturralde. Y que de pronto se levantó y se largó, ahora vuelvo, esperadme. Y al rato, efectivamente, estaba de vuelta enarbolando su saxo barítono en ristre, venga, vamos a tocar, lo que se llama una jam session, hasta las tantas de la madrugada.
Ese fue Gerry Mulligan. Así era, sí señor.
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Esta semblanza también aparece en el programa radiofónico Jazz en el aire.
Saxo barítono, compositor y arreglista, Gerry Mulligan nació en Nueva York el 6 de abril de 1927 así que, si no me salen mal las cuentas, cumpliría 89 años tal día de este año del Señor de 2016. Cumpliría, sí, de estar vivo, pero no los podrá cumplir el pobre porque, por desgracia, abandonó este...
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Ayax Merino
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