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Joseph Rudolph Jones, el ínclito Philly Joe Jones, soberbio batería, batería de rompe y rasga, vino al mundo el 15 de julio de 1923 en Filadelfia, que cae por Pensilvania, allá en los EE.UU. Vamos, que si siguiera aquí en este bajo mundo en compañía de los vivos cumpliría el hombre 93 años. Pero no los cumple, no, pues por desgracia nos dejó hace ya mucho tiempo, en 1985, ha llovido desde entonces.
Un crío era y ya su madre, que de piano sabía un rato, le sentaba quieras que no en la banqueta delante de las teclas, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, ya se sabe. Pero al niño le tiraban más los parches y muy pronto empezó a aporrear con entusiasmo una batería.
Se corrió la voz y no dejaban de llamarle, cosa que pasa cuando un tipo es bueno. Y este era bueno, muy bueno
Y tanta maña se dio que de mozo se vio con arrestos ya para saltar al ruedo en los locales de su ciudad natal, donde su destreza empezó a ser la comidilla de los mentideros, que la gente se hacía lenguas, oye, hay qué ver con el chavea, cómo le da a la batería, ya lo creo, es bueno el tío. Y en esas estaba, con su batería, cuando le tocó la china y tuvo que enrolarse en el ejército, bueno, la verdad es que no fue el único, un porrón de jóvenes fueron llamados a quintas con él, pero mal de muchos.
Y luego, en cuanto pudo, o sea, en cuanto le dejaron marchar, ya un paisano más, tomó soleta y se plantó en Nueva York. A tocar la batería, claro. Cosa que hizo sin rebozo. Y como el talento suele abrir mil puertas, buena ganzúa, se fue haciendo un huequecito. Poco a poco su nombre empezó a repicar por doquier. Tanto que alguien le regaló su apodo, Philly Joe, para distinguirlo de ese otro batería, Jo Jones, cuidado, no vayamos a confundirnos, que suenan casi igual.
Vamos, que el currelo no le faltaba, gracias a Dios. Sobre todo, desde que anduvo con Tadd Dameron, a quien Philly Joe profesó siempre una devoción ilimitada, por algo sería, digo yo. Como acompañante, en un disco, en otro, en un local, en el de más allá. Se corrió la voz y no dejaban de llamarle, cosa que pasa cuando un tipo es bueno. Y este era bueno, muy bueno.
Y llegó Miles, allá por 1955 sería. Bueno, a Davis ya le conocía de antes y había tocado con él alguna que otra vez, cuando andaba pasando una mala racha, Miles Davis digo. Así que ahora, ya recuperado y con renovados bríos, pujantes bríos, a Miles me refiero, se arrimó a Philly, quiero montar un quinteto, cuento contigo, por supuesto, Miles, eso está hecho. Y entre ambos dos aparejaron un quinteto, ya lo creo, pero no un quinteto cualquiera, un quinteto de andar por casa, no señor, ni por asomo, que aquel era un quinteto de ensueño, uno de los quintetos más finos que hayan visto los tiempos, Miles, ¡olé, olé y olé!, Coltrane, ¡dos orejas y rabo!, Garland, ¡cerrada ovación!, Chambers, ¡vuelta al ruedo! y Philly Joe Jones, ¡a hombros por la puerta grande!
Grandes discos, discos espléndidos se marcaron estos cinco señores durante esos años, un disco y otro y otro más, una barbaridad. Lo que no le impidió al gachó, a Jones, tocar como acompañante aquí y allá, que una cosa no quita la otra. Sin ir más lejos, allá por 1957 participó en la grabación de Blue Train, ese disco memorable de Coltrane.
Y la cosa no decayó, antes al contrario, cuando el quinteto se convirtió en sexteto con la arribada de Cannonball Adderley, el que faltaba para la fiesta. Ahí está Milestones para atestiguarlo, disco señero donde los haya. O Kind of blue, ¡Ah, no, que ahí ya no estaba Philly Joe, que el batería era ya Cobb!
Allá por 1957 participó en la grabación de Blue Train, ese disco memorable de Coltrane
Sí, Philly Joe se largó ¿Por qué? Dios sabrá. Abandonó Philly Joe a Miles y voló por libre, tal vez buscando nuevos aires, lejanos horizontes nunca antes vistos, no lo sé. Lo cierto es que se abrió. Para mosqueo de Miles, que siempre le extrañó un montón. Afirman por ahí, yo se lo leí una vez a un crítico inglés, que Miles decía que no le importaba que Philly Joe se sentara ante la batería en calzoncillos y un brazo menos, siempre que estuviera allí, que con eso le bastaba. Cifu contaba algo parecido. Y es proverbial que Miles le susurraba sin piedad, una y otra vez, al pobre Cobb al oído cuando pasaba a su vera: “Mi batería preferido es Philly Joe Jones”, cosas de Miles, que a las veces gastaba su mala leche, hay que ver la paciencia que tenía el bueno de Cobb, que ni se inmutaba y seguía tocando la batería como el que oye llover.
Pirado que se hubo, Jones digo, armó sus propios grupos, que era hora ya de mandar un poco y pasar por jefe, que es algo que debe de molar mucho. Pero cuando se terciaba y surgía, a todas horas, que no dejaban de llamar a su puerta, se marcaba una gira con uno, daba un concierto con otro, grababa un disco con el de más allá. Viajes, festivales y así en ese plan, sin parar.
Pasó el canal y se instaló en París. Allí sí, allí tocó hasta hartarse. Y se juntó con Kenny Clarke
En 1967 cruzó el charco y le dio un arrebato y se quedó. Contra, no está mal esta vieja Europa. Se avecindó en Londres, pero como no conseguía ganarse la vida en condiciones, le pusieron trabas para tocar, le impidieron enseñar, te falta un permiso, una licencia sindical, que no estás afiliado, ¡jobar con la burocracia!, le hicieron la vida imposible, pasó el canal y se instaló en París. Allí sí, allí tocó hasta hartarse. Y se juntó con Kenny Clarke que por París paraba, ¡Kenny Clarke, la leche!, para dar clases de batería, dos maestros insignes, sí señor, qué alumnos más afortunados.
En 1972, tal vez le empujara la nostalgia, volvió a los EE.UU. Otra vez sus grupos, otra vez a tocar de acompañante con todo el mundo. Que los músicos de jazz no son tontos y saben apreciar lo bueno.
Por ahí por 1981 le dio por encabezar Dameronia, banda cuyo nombre a nadie puede engañar y que, es de suponer, tocaría cosas de Tadd Dameron. De bien nacidos es ser agradecidos. Pagó así la deuda, si es que alguna tenía, con su viejo y admirado amigo.
El sol sale y se pone un día tras otro. Tal vez sea porque la tierra no se cansa de girar. Y así pasan los años. El 30 de agosto de 1985 Philly Joe Jones dejó de respirar.
Tocó con todos, con los más grandes. Con Bud Powell, Lee Morgan, Bill Evans, Red Garland, Sonny Rollins, Freddie Hubbard, Dexter Gordon, ¿sigo?, una vueltecita más, Milt Jackson, Johnny Griffin, Duke Jordan, Hank Mobley, Clifford Brown, Ben Webster, ¿sigo?, no, que sería el cuento de nunca acabar.
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Esta semblanza también se puede escuchar en Jazz en el aire.
Joseph Rudolph Jones, el ínclito Philly Joe Jones, soberbio batería, batería de rompe y rasga, vino al mundo el 15 de julio de 1923 en Filadelfia, que cae por Pensilvania, allá en los EE.UU. Vamos, que si siguiera aquí en este bajo mundo en compañía de los vivos cumpliría el hombre 93 años. Pero no...
Autor >
Ayax Merino
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