JAZZ
Carta para Buddy Guy
Ayax Merino 7/09/2016
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Mi muy admirado señor Guy:
Permítame don Buddy el atrevimiento de dirigirme a usted así como si nos uniera a ambos una larga y estrecha amistad, pero no he podido resistirme a la tentación de felicitarle tanto por esos ochenta años que ha poco cumplió como por seguir con su guitarra al pie del cañón sobre sus hombros todo el peso del blues, que pocos por desgracia son ya los que de los viejos tiempos van quedando.
Ya, ya sé que no tiene la menor noticia de mi existencia, me consta que no tiene ni puñetera idea de quién es este menda que osa escribirle, sé también que no nos han presentado, que no hemos coincidido en ninguna ocasión, que nunca en todos los días de su vida cruzó usted una sola palabra con este humilde servidor y que jamás de los jamases nos sentamos los dos a la misma mesa para compartir una buena comida o aunque fuese para bajarnos juntos una cervecita o tomarnos un café. Lo sé de sobra. Pero no lo puedo evitar, es superior a mis fuerzas siempre flacas.
Buddy llegó a la ciudad y se lio la de Dios es Cristo. Quiero decir que al llegar usted a París y juntarse con Memphis Slim se armó la tremolina. O sea, para entendernos, que tendría yo cosa así de dieciocho o diecinueve años cuando en una de esas tiendas de viejo que por entonces se estilaban me topé de bruces con un disco, que se llamaba y aún se llama Southside Reunion pues todavía lo conservo entre algodones como oro en paño, de unos tales Memphis Slim y Buddy Guy que muy buena pinta tenía y que me apresuré a comprar por un par de libras, digo, por cuarenta duros, doscientas pesetas contantes y sonantes que por aquel entonces la peseta era la moneda de curso legal en el Reino de España, antes del euro le hablo, ya ha llovido desde entonces.
Corriendo sin aliento llegué a mi queo y mientras recuperaba el resuello puse sin dilación el disco en el plato y en cuanto la aguja comenzó a caminar sobre el surco la música que de los altavoces manaba, When Buddy comes to town, ese blues soberbio con el que arranca el disco inundó mi cuarto todo dejándome patidifuso ¡Joder, la leche! Que no salía de mi asombro arrobado con lo que estaba oyendo en un puro éxtasis ¿Sueño o estoy despierto? ¿Por ventura es esto verdad verdadera?
Conmovido hasta los tuétanos miré la contraportada con manos que temblorosas por la emoción meneaban la funda de cartón y hallé que Memphis Slim las teclas del piano recorría además de cantar, que Buddy Guy además de cantar la guitarra tañía, que Junior Wells a su armónica bellezas insospechadas le sacaba, que Phil Guy con maestría la guitarra rítmica rasgueaba, que Jim Conley y A.C. Reed cada uno su saxo soplaba, que Ernest Johnson con su firme y recio bajo y Roosevelt Shaw sentado ante la batería con sus baquetas dándole a los parches y los platillos todo el conjunto sostenían. Y le di la vuelta al disco y se la volví a dar una y otra vez, una y otra vez hasta que la tarde se fue y en noche se convirtió cuando el sol se puso. Una y otra vez.
Y usted, señor Guy, entró en mi vida. Y desde entonces, lo sepa usted o no, juntos de la mano hemos caminado todos estos años. Gracias. Por todo.
Mi muy admirado señor Guy:
Permítame don Buddy el atrevimiento de dirigirme a usted así como si nos uniera a ambos una larga y estrecha amistad, pero no he podido resistirme a la tentación de felicitarle tanto por esos ochenta años que ha poco cumplió como por seguir con su guitarra al pie del cañón sobre...
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Ayax Merino
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