François Ruffin / Periodista y cineasta
“La gente necesita que le indiquemos que puede haber soluciones”
Entrevista con el director de ‘¡Gracias Jefe!’, la comedia social que ha triunfado en Francia y que ahora llega a los cines españoles. CTXT colabora en el preestreno
François Ralle Andreoli 2/11/2016
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La gente que participó en el 15M intentó traerla a Madrid y Barcelona en mayo pasado para el quinto aniversario del movimiento. Pero ha habido que esperar unos meses más. Esta semana se estrena en cines españoles. El preestreno, con la colaboración de CTXT, será el jueves 3 de noviembre en el Instituto Francés, a las 20h. ¡Gracias Jefe!, una comedia social del periodista François Ruffin (Calais, 1975) que ha conseguido poner en jaque al hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, y asustar al Gobierno de Hollande y Valls. Sus proyecciones al aire libre en las manifestaciones contra la reforma laboral de esta primavera, que lanzaron el movimiento #NuitDebout en las plazas de Francia.
Ruffin y su pequeño periódico independiente Fakir han producido este documental cómico, que ya han visto más de 500.000 espectadores en menos de seis meses. En Francia, hay una larga tradición cinematográfica social dedicada al mundo del trabajo, desde el Frente Popular hasta Mayo del 68, como el documental cooperativo Classe de lutte, de Chris Marker y Godard. Pero Ruffin se inspira más bien en el cine de Michael Moore y en sus trampas tendidas a los capitanes de la industria de General Motors o Nike. Como en el teatro de Molière, busca las risas y darle un gran zasca a la resignación. Su película se ha convertido en el emblema del "sí se puede" francés.
Desde el norte industrial de Francia, donde vive, Ruffin lleva toda la vida observando cómo cierran las empresas y aumentan tanto el paro y la miseria como los resultados del Front National (¡hasta un 42% en las últimas elecciones en su región, Nord Pas de Calais Picardie!). “No podía soportarlo ni esperar a que la izquierda no gubernamental saliese de sus contradicciones y su caos”, dice Ruffin, que pidió ayuda a una sindicalista y a una familia, los Klur, a punto de ser desahuciada después de haber perdido su trabajo en una empresa de Bernard Arnault, el presidente del holding del lujo Louis Vuitton (LVMH). Ruffin y los Klur montan una genial artimaña para engañar a Arnault, el hombre más rico de Francia, que acababa de instalarse en Bélgica para pagar menos impuestos. Así empieza !Gracias Jefe!,una ventana de risas y lágrimas sobre el sufrimiento y la resistencia, al norte de los Pirineos. CTXT ha charlado con su autor antes del estreno en España.
Muchos hablarán de ¡Gracias Jefe! como la película que dio pie al 15M francés, Nuit Debout. Pero en realidad lo que impactará al público español es el nivel de crisis en el que están confinados una parte de los franceses, sobre todo, en el norte. La familia Klur es un símbolo de esa Francia que va mal...
Por supuesto. La película puede leerse sobre la base de una serie de arquetipos. La familia Klur es la encarnación de una Francia popular. Yo, la de la pequeña burguesía. Y Bernard Arnault, la de la oligarquía. Solo la alianza de las dos primeras permite hacerle cosquillas o molestar a la oligarquía. Puede verse a los personajes como arquetipos.
Usted juega con la distancia existente entre el champán de las asambleas de los accionistas de Louis Vuitton (LVMH) y la tostada con queso fresco como plato único de la comida de Navidad en el hogar de los Klur. ¿Es una película chaplinesca sobre la “violencia de los ricos”, tal y como la definen los sociólogos Pinçon Charlot?
Es evidente que si uno solo muestra la pobreza, no muestra qué es la violencia, porque esta aparece como una especie de fatalidad que no proviene de ningún lugar. Mientras que si trabajamos con yuxtaposiciones entre dos universos sociales completamente diferentes, ahí surge la injusticia.
Solo la alianza de la Francia popular y de la pequeña burguesía permite hacerle cosquillas o molestar a la oligarquía
Si mostramos lo que los pobres consideran normal y lo que consideran los ricos, cada uno está encerrado en su universo. Pero si los ponemos al lado uno de otro y si además mostramos que hay una relación de causalidad, ahí surge de manera bastante escandalosa la injusticia. Lo más fuerte de esta película es que se nos enseña la mirada que tienen los ricos sobre el resto de los franceses.
En la historia del cine social francés hay una gran tradición de documentales sociales, pero ¡Gracias, jefe! representa un hito porque elige la comedia. No es una película “de festivales”, sino una película que busca ser popular.
Sí, de entrada, yo he estado sumergido en este universo social desde los 16 o 17 años, cuando monté Fakir, un diario de investigaciones sociales en la región de Picardía. He estado en el corazón de esta debacle industrial. He conocido a gente como los Klur todos los años. La semana pasada, por ejemplo, cerró otra empresa más en esta zona, una empresa de deshuesado de carne, 94 trabajadores con unos rostros que dan pena en un parking, en un pueblucho del campo picardés. Sabemos que hay un montón de películas sociales, películas sobre los obreros de Peugeot, sobre Michelin... Se trataba de ver cómo hacer, una vez más, una película sobre la debacle industrial y sobre lo mal que va Francia y al mismo tiempo que la gente tuviese ganas de verla. Si no se cambiaba el tema, había que cambiar completamente la forma. En el fondo no sé si es una película de festivales, pero la forma está muy reflexionada y extremadamente trabajada con una voluntad de ser popular, puesto que se trataba de mostrar la situación real. Había que conseguir que uno tuviese el sentimiento de verlo por primera vez, aunque, en realidad, el fondo del guión es la globalización que existe desde hace 30 años. La forma tenía que enganchar a todo el mundo. Quería hacer un Bienvenidos al norte, pero de izquierdas, o un Borat que hubiese leído El Capital.
Un cóctel divertido que ha funcionado, si pensamos en el éxito de público que ha tenido en espacios muy dispares (zonas rurales, barrios acomodados de París, zonas industriales afectadas por la deslocalización…). Se trata además de una alianza de pequeños: un periodista independiente, un sindicalista, personas afectadas por la crisis, que hacen tambalearse a un tótem del capitalismo francés.
Sí, es un cóctel con mucho humor y, además, con una victoria. Se trata de una artimaña: es como El golpe, con Paul Newman, en versión lucha de clases o ‘lujo de clases’, si se piensa en el grupo LVMH. No se puede comprender el éxito de la película tanto en las salas como fuera si no entendemos la energía que da al espectador ser parte de una artimaña y de una victoria. Con esa lección política del enviado especial de Bernard Arnault, un antiguo comisario de los servicios de información, que nos dice que los débiles somos, a veces, más fuertes de lo que pensamos y que los poderosos son, a veces, más débiles de lo que creemos. Esto es lo que ha dado un soplo de energía a la gente, no solo durante la proyección, también después.
¿Ese soplo de energía se debe a la elección de una herramienta como una película, a pesar de que usted ha hecho radio y prensa escrita antes? En España, en el 15M y en la nueva izquierda se habla a menudo de que la batalla cultural y política pasa, sobre todo, por lo audiovisual. ¿Es el éxito de ¡Gracias, jefe! una prueba de esto?
Si la izquierda francesa quiere estar a la altura de la situación histórica, tendría que montar, al igual que Jaurès fundó el periódico L’Humanité a principios del siglo XX, una televisión de izquierda
Por supuesto. Estaba convencido de esto incluso antes de que se estrenase. Y, sin embargo, sigo siendo un producto de lo escrito, soy un gran lector y amo la literatura, pero estoy completamente convencido de que el medio más popular hoy en día, y desde hace 20 años, es el audiovisual. La imagen en Internet, en las películas, en televisión. No tengo ninguna duda sobre esto. Sé que esto se ha hecho en España, pero si la izquierda francesa quiere estar a la altura de la situación histórica, tendría que montar, al igual que Jaurès fundó el periódico L’Humanité a principios del siglo XX, una televisión de izquierda. Pero que no sea un rollo aburrido. Esa es la cuestión, cómo ser militante sin ser un tostón.
¿La izquierda francesa, y europea, no gubernamental debería saber adaptarse mejor a la situación? Pareciera que hay signos favorables, el movimiento Nuit Debout, las movilizaciones contra la reforma laboral, su película...
Francia estuvo un paso por delante de España, en este sentido, con la creación del Frente de Izquierda en 2012, pero se cayó en movidas de politiqueo. No hubiera debido pasar, pero… Con el Frente de Izquierda teníamos la posibilidad de dar una respuesta política, incluso si Francia no estaba en el vórtice de la crisis. España sí estaba en el centro de la tormenta financiera, con altas tasas de paro, por ejemplo. Y su respuesta política, que pasó primero por los indignados en el plano social y luego por Podemos en el terreno de los partidos, tardó un tiempo en emerger. Francia iba un paso por delante antes de estar en el corazón de la tormenta y hoy en día, sin embargo, hemos retrocedido. Nuestra respuesta política aparece como mucho menos clara. Está la candidatura de Mélenchon, pero eso nos lleva a cuestiones partidistas
¡Gracias, jefe! está en los orígenes de Nuit Debout. Usted ha afirmado que este movimiento era, sobre todo, un encuentro de la juventud intelectual, de los estudiantes. Aun así es reconfortante ver que estos jóvenes son capaces de reaccionar, de indignarse con la suerte de la familia Klur.
No creo que sea tanto la indignación como una energía optimista al saber que se puede ganar. La desesperación no contamina positivamente. Si ¡Gracias, Jefe! ha provocado algo es debido a una especie de onda positiva, de buen karma [ríe]. Por desgracia tenemos miles de razones para indignarnos. A veces digo incluso que hoy en día la denuncia es políticamente contraproducente. Todo el mundo sabe que hay empresas que deslocalizan. Todo el mundo sabe que los ricos guardan su dinero en paraísos fiscales. Todo el mundo sabe que las manzanas están contaminadas con pesticidas. Pero, al final, la acumulación de todos estos hechos nos hunde en la resignación, nos decimos que es un desastre total, que, de todas maneras, no podremos cambiar nada. Hace falta más bien arrastrar a la gente hacia un atisbo de solución. La gente necesita que le indiquemos que puede haber soluciones, no que denunciemos todo el tiempo los problemas.
Me quedo con que esa primavera pasó algo de izquierdas. Y más si tenemos en cuenta la tristeza en la que estábamos instalados, con los resultados del Frente Nacional en las últimas elecciones
De ese chute de energía positiva que fue Nuit Debout, ¿con qué se queda? ¿Por qué se disolvió?
Me quedo con que esa primavera pasó algo de izquierdas. Y más si tenemos en cuenta la tristeza en la que estábamos instalados, con los resultados del Frente Nacional en las últimas elecciones, con el estado de emergencia, con el Partido Socialista que llevaba a cabo una política de derechas. Estábamos hundidos en tal melancolía que fue como un balón de oxígeno. Yo sabía, por ejemplo, que ¡Gracias, Jefe! funcionaría, estaba convencido, porque me decía a mí mismo que si en un desierto de tristeza proponíamos un oasis de alegría, la gente iría a calmar su sed. No solo fue Nuit Debout, también otras cosas que en España no se conocieron. Había un colectivo de videastas, #Onveutmieuxqueça (Valemos más que eso), la manifestación del 9 de marzo contra la reforma laboral que no había sido convocada por los sindicatos, y un movimiento de huelga muy fuerte en varios sectores importantes. Hubo muchas cosas importantes que pasaron en la izquierda. Esa primavera al menos nos divertimos, llevaban tiempo jodiéndonos. Al menos, divertirse [se ríe].
¿Y cuál es su visión del movimiento?
Yo estaba en medio de todo el tinglado y desde el principio tuve una visión muy crítica de Nuit Debout. No soy necesariamente un admirador de los indignados, es una experiencia política entre otras. También soy heredero del Frente Popular, de la Revolución Francesa. Lo mezclo todo. En este caso me parecía que había una especie de admiración, de reverencia permanente, hacia el modelo español, lo que provocaba que estuviéramos en un trasunto de imitación. Y cuando se imita, es que algo no funciona. Vi una especie de burocracia democrática, incapaz de tomar decisiones. Vi falta de relación con el movimiento sindical, cuando esta unión parecía necesaria si se quería ganar la batalla contra la reforma laboral. Además, en Nuit Debout no estaban representadas personas como los Klur. Había una Francia invisible que lo seguía siendo dentro del movimiento. Me da la impresión de que el 15M fue más amplio. En Madrid y Barcelona se llegó a una masa crítica. En París, no. Pero que haya habido limitaciones no significa que tengamos que olvidar que algo pasó. Nunca salté de mi silla como un loco pensando que Nuit Debout era la solución, pero sí creo que puso semillas para otras cosas.
Más allá de la película, ¿habrá también un final feliz?
Sí. Lo que le llega a la gente de la película es la posibilidad de recuperar el poder sobre su vida. Los Klur lo han perdido por completo: están a punto de desplomarse económicamente, van a desahuciarlos, y psicológicamente, no tienen nada para comer. Todo eso podemos sentirlo en la película, pero también vemos que, además de torcerle el brazo al hombre más rico de Francia, en ese proceso vuelven a ser protagonistas de sus vidas. Mi película es una parábola. No hay lecciones. Todo pasa por las emociones. En la izquierda, cargada de diplomas y de carreras, vamos directos a la teoría sin pasar por los afectos. Pero estos tienen un papel político. Si queremos que la gente se movilice, no puede ser solo mediante cuestiones abstractas, también son necesarias caras, voces. Puede que la gente tenga más ganas de movilizarse por los Klur que contra la precariedad en general. El enemigo de los Klur no es el extranjero, sino el hombre más rico de Francia. Se señala claramente al enemigo. Se muestra cómo combatirlo, cómo hacer que nos tenga miedo. Todo esto da confianza y, además, lo hace entre risas y lágrimas.
Tal vez el estreno de ¡Gracias, Jefe! sirva a los españoles, que tienen que hacer frente a un nuevo Gobierno de Rajoy, para recuperar el entusiasmo.
Solo espero que les dé mucha energía como pasó con los franceses. Yo hago un periódico todos los días y a veces dudo de su utilidad. Sin embargo, me he encontrado con miles de personas revigorizadas tras ver la película. No tengo ninguna duda sobre su utilidad social [ríe].
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Traducción de Amanda Andrades.
Las entradas para el preestreno pueden adquirirse en la página web del Instituto Francés.
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François Ralle Andreoli
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