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JAVIER COLINA / CONTRABAJISTA

“La música no está en con quién se toca, sino en tocarla bien”

Ayax Merino 22/11/2016

<p>El contrabajista Javier Colina.</p>

El contrabajista Javier Colina.

PATI SÁNCHEZ

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Contrabajista soberbio, uno de los músicos más reconocidos allende nuestras fronteras, Javier Colina (Pamplona, 1960) se ha paseado por doquier con su contrabajo a cuestas para tocar en medio mundo. Para tocar esto y aquello y lo de más allá, jazz, flamenco jazz, flamenco, música cubana, a todos los palos parece que se ha dedicado, siempre con acierto.

Yo no conozco a Colina, no tengo el gusto, conozco, eso sí, su música, sus discos, como 1995, el maravilloso concierto que dio mano a mano con el gran Tete Montoliu en el Café Central de Madrid, por decir uno. Pero no le conozco, así que no sé lo con lo que me voy a topar, si con un tipo seco y estirado o con uno afable y agradable. Pronto salgo de dudas, pues el teléfono suena y al otro lado de la línea escucho una voz harto cordial. Colina resulta ser un hombre amable, llano, buen conversador, dispuesto a charlar de música todo el rato que haga falta.

Empezó a tocar el piano, la guitarra, el acordeón y, más tarde, el contrabajo, por su cuenta, solo. Un autodidacta.

De pequeño tuve profesor de acordeón, cosa así de dos años, cuando era un niño. Lo demás, sí, he aprendido como he podido. Hombre, me he fijado mucho, he estado con muy buena gente y, bueno, se le ha pegado a uno lo que se le ha pegado.

¿Qué edad tenía cuando empezó con el contrabajo?

Cuando empecé con el contrabajo tenía 26 años.

¿Y cómo le entró el gusanillo de empezar a tocar todos estos instrumentos?

Los instrumentos estaban ahí. Con el acordeón empecé con siete u ocho años. Los instrumentos de los que uno dispone o los que usa son los que sean, pero uno es músico ya, desde pequeño. Y sí, es verdad, tocaba muchos instrumentos, bueno, enredaba más que tocar.

¿Por qué se decantó finalmente por el contrabajo y no por el piano, por ejemplo?

Pues, fíjate, yo estudié derecho, me falta algún año, pero es lo que estudiaba. Y entonces lo dejé. Yo tenía ya veintitantos años y teníamos una tienda de música, de instrumentos, con unos amigos y un día vino una chica con un contrabajo que lo quería vender y le dije, pues déjalo ahí y si se vende pues te avisamos y ahí estuve enredando, enredando. El bajo eléctrico lo tocaba un poquito ya. El caso es que enredando, enredando, al final le dije, oye, que me lo quedo. Y de ahí fue. Sí, me gustaba también la función del contrabajo, sobre todo en el jazz. El contrabajo en el jazz es una pieza fundamental.

¿Cómo es que decidió ganarse la vida con esto de la música? Hay muchos oficios, podía haber sido abogado o, qué sé yo, jugador del Osasuna.

Hacía tiempo que tocaba el acordeón en fiestas en pueblos muy pequeños. Llevábamos un acordeón y una batería y ahí tocamos en esos pueblos que, ya te digo, tenían veinte casas y nos tocaba dormir allá porque no había hoteles ni nada, por supuesto. Así que ya tocaba un poco. Uno empieza haciéndolo cada vez lo mejor que puede y va así viviendo hasta que de pronto dice: ah, pero si con esto puedo sobrevivir.

Uno empieza haciéndolo lo mejor que puede y va viviendo hasta que dice: ah, pero si con esto puedo sobrevivir

¿Y por qué el jazz y no, yo qué sé, el pop o el rock?

Mira, recuerdo que tocábamos en un bar en Pamplona, tocábamos muchas cosas, mucha música, pero cuando tocábamos algo de jazz siempre uno lo podía hacer a su manera, digamos que no estaba obligado, aparte de la música, que en sí me gustaba. Por entonces no había oído todavía tanto jazz, tanto jazz, pero me gustaba que cada día podía tocar de una manera y eso hace que se refresquen los temas y uno se sienta más creativo. Fue un poco por eso, por la improvisación, más que por la música en sí, que también me gustaba.

 ¿Recuerda todavía aquellos tiempos? ¿Cómo se fue abriendo camino?

Bueno, la verdad es que nunca han sido fáciles. Yo soy de Pamplona y mucha actividad no había y por eso me fui a Madrid, dejé allí lo que tenía y me fui a Madrid para encontrar más movimiento. Y las penurias son de dinero nada más, así que uno tampoco sufre tanto, pues si toca andar más ajustado, pues más ajustado. Siempre ha habido penurias, pero mientras sepas lo que quieres y te merezca la pena y seas consciente de ello, pues ya está, ya no hay ningún problema

Ha tocado con gente de altos vuelos como Tete,  George Cables, Chucho Valdés, Bebo Valdés, Tomatito, Enrique Morente. ¿Imaginaba cuando empezaba que llegaría tan lejos?

Si soy sincero, nunca me he imaginado nada. A uno siempre le gusta pensar que hará esto o aquello, claro, pero nunca ha sido una obsesión. Yo siempre he pensado que lo que tiene que venir, tiene que venir. Así que me preparo lo mejor que puedo para estar predispuesto, listo. Para hacerlo lo mejor que pueda. De todas formas, la música no está en con quién se toca, sino en tocarla bien. Porque si has tocado con uno y has quedado mal (risas), mejor ni decirlo. Esos personajes que has nombrado son un poco también como termómetros de la manera de hacer de uno, así que si repiten, bueno, pues les habrá gustado (risas). Con Bebo Valdés es quizás con el que más relación he tenido, musical y personal.

Justo eso iba a preguntarle ahora, si recuerda a alguno de esos músicos con especial cariño o admiración.

Con Bebo Valdés era algo especial, aparte de músico era mi amigo, mi amigo normal, un colega. A veces me sorprendía de pronto pensar que tenía casi 90 años y hablábamos tranquilamente, como con cualquier amigo. Él me ha enseñado muchas cosas, he compartido mucho con él y, claro, me ha marcado mucho. Pero los otros músicos también, cada uno te marca de una forma. Tete, por ejemplo, que tenía otra manera de pensar, una ironía, era agudísimo, pues te deja otras cosas. Como te decía antes, yo me pongo al lado de quien sea y a ver qué pasa, algo se pega. 

Con Bebo Valdés era algo especial. Tenía casi 90 años y hablábamos como con cualquier amigo

¿Hay algún músico que haya influido especialmente en usted? ¿algún contrabajista en particular?

Ha habido muchos contrabajistas que me han gustado y que me gustan muchísimo, pero hay algunos que pegan más conmigo. No sé, se me ocurre, por ejemplo, con cosas que he trabajado de música cubana, Cachaíto. Cachaíto es para mí lo más grande que ha habido y además, que me siento identificado. No con lo que toca a veces, sino con cómo hace las cosas, cómo se plantea las cosas. Cachaíto tenía una cosa estructural perfecta, pero a mí lo que más me gustaba era su manera de hacer, eso es lo que más se me ha pegado y, de hecho, es lo que más he buscado. Lo otro es muy efímero, digamos una receta, el papel se vuela y ya está, pero no queda cómo se cocina ese plato, que es lo que hace falta saber. 

¿Cómo llegó al flamenco?

¡De casualidad, la verdad! Cuando me fui de Pamplona a Madrid, bueno, había hecho antes algo con un guitarrista flamenco que había en Pamplona, Carlos Itoiz, un antiguo guitarrista mayor que yo, y con él empecé un poco. Pero luego me marché a Madrid a tocar jazz y, claro, el ambiente del jazz no era el que yo tenía previsto. El caso es que me fui a vivir a Cascorro y ahí estaban todos los flamencos, personajes increíbles, músicos potentísimos y dije, nada, yo me meto aquí como sea. Claro, lo mismo, a ver qué se pega. Conocía un poco los palos y empecé a trabajar en eso y entonces vi que de alguna manera también era un trocito de parte de mi espíritu

 ¿El jazz flamenco existe? ¿Es jazz? ¿Es flamenco? ¿Es otra cosa distinta, nueva, que surge de la unión de ambas músicas?

Hay muchas cosas. Por ejemplo, hay músicos de jazz que se fijan más en la parte rítmica y armónica, otros se fijan más en la parte melódica, como si fuera cante, en la parte de los acordes, cada uno tiene su propia ensalada. Pero digamos que hay dos cosas que hay que distinguir, el jazz del que hablamos no es, más que en contadas ocasiones, el jazz de la cultura afroamericana. Yo creo que se refiere mucho, en los últimos treinta años,  a cualquier música improvisada. En el flamenco hay veces que se han escuchado temas de Mingus o Monk, pero han implicado que en otros aspectos, por ejemplo el armónico, sea diferente, caen donde caen y va todo más estructurado como en el jazz. Y hay otros que han hecho cosas más flamencas con colores más jazzeros. Así que las ensaladas son variopintas.

Y a la música cubana, ¿cuándo y por qué se acercó a ella?

Pues verás, en mi casa de pequeño no oíamos música en inglés, salvo mi hermano, del que he aprendido un montón de cosas, oíamos eso, folclore argentino y canciones cubanas, muchas canciones cubanas. Y después de estar tocando jazz, de pronto vi que era lo mismo, en algunos aspectos era lo mismo que ciertos estilos de la música cubana, vi que era lo mismo pero que las baladas eran en castellano, los boleros igual de bonitos que las baladas, pero en castellano. Algunos estilos cubanos se parecen al jazz, ahí están por ejemplo las canciones que hice que con Marta Valdés, o con Silvia Pérez Cruz.

Aparte del son cubano más antiguo empecé con Santiago Auserón con su proyecto de Juan Perro, fuimos a grabar a La Habana, y a partir de ahí se te quedan cosas. Y con Bebo Valdés profundicé en cosas más antiguas de finales del XIX, de obras clásicas populares cubanas, de Manuel Saumell, de Ignacio Cervantes. En fin, me  ha tocado en suerte hacer un poco de todo. Algunas cosas supongo que mejor y otras peor, pero bueno.  

Después de Tete y Pedro Iturralde, hay un plantel de músicos en España fabuloso, está usted, Jorge Pardo, Guillermo McGill, Chano Domínguez, Perico Sambeat, o Marc Peralta ¿Cree que el jazz español goza hoy de buena salud?

Bueno, en cuanto a los negocios me parece que no (risas), en cuanto a la música creo que sí. Lo que sí se ha conseguido con respecto a otros países del entorno europeo es que la música que hacemos aquí es bien distinta, está mezclada con el flamenco, tiene otro punto de vista. Lo que sí tenemos aquí es que los músicos somos bien reconocibles y personales. No digo que no sean personales en Francia, en Europa, pero en cuanto al jazz es distinto, no mejor ni peor, diferente. La pena es que el negocio no acompaña para enseñar fuera todo lo que se podría vender.

¿Y el flamenco?

Sí, pero el flamenco tiene otra cosa, que no tiene competencia. Si vas a tocar flamenco, tienen que ser músicos de aquí porque en ningún sitio saben tocar flamenco.

¿Esa es una diferencia entre el jazz y el flamenco? Músicos de jazz los hay en Alemania, en Australia, en cualquier sitio, pero los de flamenco sólo nacen aquí.

Por eso decía. El extranjero es muy grande, se puede tocar flamenco en cualquier parte, no tiene competencia en ese sentido, Por otro lado, no se hacen tanto festivales de flamenco como de jazz, ni tiene tanto empuje. Pero lo que tiene es eso, por eso hay trabajo. Ahora, que hay mucha competencia, muchísima. El nivel, por ejemplo, de los guitarristas es increíble, hay un nivelazo de guitarras. Claro, porque tienes que echar para adelante, para ser bueno tienes que ser muy bueno, y eso hace que haya músicos, lo que te digo, por ejemplo guitarristas, que es que son fabulosos y que ni siquiera están en las casas de discos ni esas cosas.

¿Y los jóvenes que ahora empiezan a descollar, conseguirán hacerse un sitio? ¿Cómo ve el futuro del jazz en España?

Uf. La verdad es que no lo sé. Lo que sí que está claro es que nosotros, Jorge, yo, esta generación de la que hablábamos, nosotros, como te decía, hemos aprendido por experiencia, por tocar con uno, por tocar con otro, uno mismo se apañaba para ver si, por ejemplo, podía trabajar con Tete, voy a ver si puedo hacer algo con Tete y le llamo cuando tenga un concierto, hago lo que haga falta. Hemos aprendido así y ahora es muy difícil tocar en público. Y luego hay que tocar con gente mayor que uno que le enseñe esas cosas. La experiencia es muy difícil que la consigan porque no hay donde experimentar. Y eso hace que la cosa se vuelva limitada y que no haya una parte muy importante del jazz y de toda la música que es la interacción. Si uno toca siempre con sus colegas, pues eso. Es difícil, pero lo que tienen que buscar como sea.

El jazz del que hablamos no es, más que en contadas ocasiones, el jazz de la cultura afroamericana

Y el futuro del jazz, ¿cómo lo ve? ¿Se estancará o será capaz de renovarse y evolucionar?

Ojalá, no lo sé. Si no hay movimiento, las cosas se estancan. Ahora yo creo que el jazz está asumiendo un rol, en general, no siempre, como el de la música clásica un poco, hay muchos festivales, está todo muy asentado y, la verdad, no sé en que podrá cambiar y si cambiará, o si se dedicaran los músicos sólo a los seguidores del jazz, pero sin abrirse a otra gente para ver si le gusta esa música, la música improvisada.

Lo que yo he intentado es buscar más público, no voy a tocar para ellos ni lo que ellos quieren, pero sí intentar buscar que la música que uno hace sea más atractiva porque si no al final es una cosa endogámica que se queda con los mismos de hace 25 años, que ya les conozco a todos. Y entonces, afortunadamente, creo que he conseguido atraer a otro público, no sólo al que le gusta el jazz.

Con esto de Internet y las llamadas nuevas tecnologías, ¿qué pasará con la música? ¿Podrán los músicos seguir viviendo de su trabajo?

Lo que de verdad me interesa y no pueden quitar es la música en directo. Que los músicos puedan tener experiencia, como en otros países. Aquí parece que al que tiene alguna iniciativa, en lugar de ayudarle, se le pisotea. Yo que sé, creo que hay muchos bares que darían música en directo si todo estuviera bien organizado,  canalizado y con ayuda de todos. La cosa está en buscar el medio para que haya actuaciones.

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Autor >

Ayax Merino

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