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Llevamos días todavía acongojados, acojonados y desorientados ante la pesadilla del nuevo presidente de la nación más poderosa e influyente del mundo. Ahora toca el rasgueo de vestiduras y el rechistar de dientes, las mil y un hipótesis sobre ¿cómo ha podido ganar?, ¿qué va a hacer?, ¿cómo será nuestro desastroso futuro mundial? Cuando la pregunta fatídica que nos reconcome de verdad es: ¿qué come Trump? ¿qué comen su mujer y sus hijos?, es obvio que no se alimentan de lo que digieren la inmensa mayoría de sus votantes americanos.
No lo digo por todo el veneno que sale por su boca, hable del tema que hable, sino porque, a pesar de su empeño capilar, su anaranjado bronceado o su estupenda cirugía estética, tanto él como toda su familia parecen estar delgados y gozar de muy buena salud. Así que el estado de su cerebro y su parafascista ideología no se debe a un exceso de sacarosa, colesterol malo o E-621 sino a una equilibrada y excelente alimentación desde la infancia ¿y una cuidada educación neoliberal WASP-pija?
Es fácil caer en los estereotipos sobre la comida en los Estados Unidos: mucha carne, muchas grasas trans y de todo tipo, muchos azúcares refinados, conservantes y aditivos de todos los colores, raciones XXL de helado, patatas fritas, perritos, refrescos, snacks. Y por lo tanto graves problemas de salud derivados de esa alimentación que sobre todo tienen las clases bajas y medias bajas. Lo malo es que el tópico es verdad: El 66% de las mujeres y el 65% de los hombres de EEUU tienen problemas de sobrepeso y obesidad. ¿Hay que decir que los afroamericanos y los mexicoamericanos tiene tasas más alta de obesidad y por lo tanto de enfermedades coronarias y diabetes que los blancos? Claro que la realidad “gastrológica” norteamericana es muy diversa. Dejemos el periodismo titularista para otros:
- Existe una oferta de alimentos frescos y de temporada de gran calidad, de agricultura orgánica y precios a la altura de un consumidor que es élite profesional urbana con alto nivel de renta, conocimientos culinarios y una exagerada preocupación por las relaciones entre comida y salud. Por cierto, Michelle Obama apoyó una campaña para luchar contra esta epidemia de obesidad y diabetes que consistía en abrir supermercados con frutas y verduras frescas en los barrios más pobres y adictos al fast food. Fue un fracaso.
- En las grandes y medianas ciudades hay una oferta muy diversa de “cocinas del mundo” ¿étnica? aunque “rebajada” a los gustos estadounidenses. El asunto tex-mex requeriría un artículo de trescientas páginas. También se puede encontrar mucha cocina étnica auténtica y rica, de cualquier región y cultura del ancho mundo, cuyos consumidores son sólo los propios inmigrantes.
- Ya conocemos la gigantesca y bien tramada red de franquicias de fast food: hamburgueserías, pizzerías, tex-mex, comida china. Precios hiperbaratos, como los sueldos de sus trabajadores, y grandes dosis de grasas trans, sal y azúcar en el menú. Los beneficios de las más importantes empresas de comida rápida: Burger King, Kentucky Fried Chicken, Donuts, McDonalds, Subway… superan los más de 7.400 millones de dólares.
- Tampoco es un misterio la enorme red de grandes centros comerciales con lugares para comer con diferentes estilos, decoración, precios y tipos de menú en los que predominan siempre las raciones XXL y la cantidad de supermercados de todos los tamaños con una oferta de alimentos procesados industriales que supera en 10 a 1 a los alimentos frescos. Las grandes corporaciones de la alimentación como PepsiCo Inc., Mars Incorporated, Kellogg Company, The Coca-Cola Company, General Mills Inc. controlan la comida, la legislación sobre comida o cualquier intento de frenar sus excesos y perversiones.
- También tienes mucha comida pija, elitista, exótica y cara, si puedes pagarla. Por ejemplo una hamburguesa estilo Donald Trump en el restaurante Serendipity de N.Y. con ternera wagyu, mantequilla de trufa y caviar con panecillo y palillo con diamantes por sólo 295 dólares. (en el Jaleo de José Andrés en Washington DC te puedes tomar un fried organic egg topped with white sturgeon caviar por 16 dólares, a Michelle le encantan).
Lo curioso es que los EEUU tienen un sistema de seguridad alimentaria muy preocupado por la exportación de chorizos y butifarras de nuestra península pero muy tolerante a todo tipo de sustancias autorizadas para el engorde del ganado como la ractopamina para engordar los cerdos, sustancia prohibida aquí y en 160 países del mundo, la hormona recombinante del crecimiento bovino (rBGH), medicamento para aumentar la producción de leche y prohibida aquí y en 30 países debido a sus peligros para la salud humana. Todo tipo de transgénicos, todo tipo de conservantes, colorantes y E`s prohibidos en Europa debido a nuestro “principio de caución” o porque ya se sabe que son tóxicos para la salud humana y permitidos en EEUU porque aún no se ha demostrado que efectivamente lo son y “ante la duda” se permiten. El TTIP, ya lo hemos contado en CTXT muchas veces, suponía una amenaza a las actuales exigencias de seguridad alimentaria europeas y aún no está claro que Trump termine con el proceso de negociación.
Dirán entonces que comemos por encima de nuestras posibilidades. Demasiado chorizo, demasiadas butifarras
El actual sistema público de salud norteamericano es anémico y no ha tomado las urgentes y carísimas medidas políticas, educativas, legislativas, sanitarias y económicas más necesarias para frenar y cambiar esa epidemia de obesidad que está enfermando de gravedad, acortando la vida y matando a sus ciudadanos, pero como la mayoría no tiene seguro médico o el que tiene no cubre esas dolencias, el grave problema social no cuesta dinero a nadie.
El ObamaCare y el compromiso de Michelle Obama iba, tímidamente, a comenzar a afrontar este desastre pero a los Trump boys no les importa. Ya sabemos que comer hamburguesas está muy bien, sobre todo cuando cuestan 295 dólares. Ya conocemos que la gran industria de la alimentación americana no puede cambiar su inercia y su imagen, con tantísima estética y tan poquísima ética. No veo a Donald Trump pidiendo mesa en Jaleo para pringar un huevo frito, aunque José Andrés le ponga mucho caviar y un palillo de oro.
A estas alturas de la película de terror merece la pena volver a releer dos libros que nos van a permitir entender mejor el galimatías ideológico y gastrológico de los nuevos EEUU. Uno es el ya clásico El detective en el supermercado, del periodista yanqui especializado en alimentación Michael Pollan, con información abundante para entender el poder de las grandes corporaciones agroalimentarias del imperio. Otro, no me cansaré de recomendar y regalar, el Off the Road. Miedo, asco y esperanza en América, de Andy Robinson. El libro de Andy va saltando por San Francisco, las Vegas, Nogales, Phoenix, Albuquerque, Aspen, Ferguson, Detroit, Nevada, Alaska, Selma, Vermont o Nueva York y describiendo la actual sociedad, situación económica y enjuagues políticos en la poco conocida Norteamérica de 2016, meses antes del triunfo de Trump.
Seguro que muchos lectores, tras terminar el libro, pensaron lo mismo que el gastrólogo: ¡Horror, si esto es América va a ganar Trump, fijo! Porque los EEUU que pinta con fino humor negro y datos demoledores dan efectivamente mucho miedo y mucho asco (y poquísima esperanza). Lo que más aterra (y no es retórica periodística) es que todo lo que va describiendo Robinson tiene su correlato ibérico, su reflejo en el espejo deformante del callejón del gato, su versión española “neoliberal a la violeta” que diría El Pobrecito Hablador si hubiera vivido en estos tiempos de náusea.
La obesidad en España afecta al 16,9% de la población y el sobrepeso al 35,7%
En nuestras Españas la cosa no pinta mejor, ¿ya he dicho lo del neoliberalismo de extremo centro que seguimos sufriendo?, ¿ya hemos escrito algún artículo en CTXT sobre lo que significa de facto, con mayoría o en minoría, un nuevo Gobierno de Rajoy?, ¿se ha enterado usted de que una persona mayor murió quemada al tener que calentarse con velas porque no podía pagar el recibo de la luz?, ¿hemos denunciado desde aquí alguna vez que la América de Trump o la Gran Bretaña del UKIP o la Francia de Le Pen, Amanecer Dorado, Alternativa para Alemania, el Partido Popular Danés, los Demócratas Suecos, el Jobbik húngaro, el Partido de la Libertad de Austria… deberían adjetivarse sin eufemismos como “neofascistas”? ¿Se ha enterado usted de que en España hay más de dos millones de personas que no tienen lo suficiente para comer y tienen que pedir comida a los bancos de alimentos, cuatro millones que sufren pobreza energética, enferman y no pueden calentarse la comida, trescientas mil familias desahuciadas, el salario mínimo es de 655,20€?
Vuelvo a lo mío, a esa cosa menor y secundaria de las cosas del comer y del querer: la obesidad en España afecta al 16,9% de la población (de 18 y más años) y el sobrepeso al 35,7% (43,6% de los hombres y 28,1% de las mujeres). Un 28% de los niños y niñas (de 2 a 17 años) padece obesidad o sobrepeso. A pesar de las campañas mediáticas o institucionales los datos no han mejorado y sigue sin haber políticas sanitarias comprometidas y orientadas a convertir la cultura gastronómica en asignatura obligatoria, a vigilar y controlar los alimentos procesados atiborrados de azúcares y grasas, a defender la dieta mediterránea y los alimentos frescos, de temporada y cercanos con medidas legislativas reales y no con gestos de cara a la galería o con realities masterchefs. Por si usted no lo sabe, los recortes en sanidad y en educación también son esto.
¿Esperanza, Andy? Sorry, lo peor está por llegar, en EEUU, en España. Es cierto que Trump tiene su ética y su estética, y de lo último se aborrece en Europa pero lo primero ya hace tiempo que se ha suscrito y aplicado por aquí punto por punto. La privatización de las pensiones y de los servicios sanitarios de calidad están a la vuelta de la esquina, el cambio climático es cosa de primos y cuñados, la economía especulativa, inmobiliaria y depredadora goza de buena salud, el miedo y el odio al extranjero pobre sigue creciendo. Y también los gordos y las gordas pobres o medio pobres o medio solo. Dirán entonces que comemos por encima de nuestras posibilidades. Demasiado chorizo, demasiadas butifarras. Dirán que somos feos, gordos, marginales. Y que votamos mal, que la culpa es nuestra. Ya lo están diciendo.
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Notas:
El detective en el supermercado. Michael Pollan , Temas de Hoy, 2010.
Off the Road. Miedo, asco y esperanza en América. Andy Robinson. Ariel, 2016.
Datos de obesidad en EEUU: redondeados de los mayores de 25 años, recogidos de Encuesta del Centro de Control y Prevención de Enfermedades. Año 2012. Datos de la obesidad en España recogidos de: INE. Encuesta Europea de Salud en España. Año 2014.
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Autor >
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en alimentación; sobre todo, curioso, nómada y escritor de novelas. Busquen “los dientes del corazón” y muerdan.
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