Testimonio
“Puede estar mejor o peor visto lo que he hecho, pero no es trata”
Lola Gutiérrez, delegada sindical de la CGT, fue detenida en el aeropuerto de Atenas cuando intentaba volar a Barcelona con un menor refugiado kurdo
Elise Gazengel Barcelona , 28/12/2016
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Lola Gutiérrez (Barcelona, 1958) es educadora social en la Diputación de Barcelona y delegada sindical de la CGT. El pasado 27 de noviembre, fue detenida por la policía griega en el aeropuerto de Atenas con un menor kurdo --cuya edad ella desconoce aunque él le había dicho tener 18 años-- que intentaba hacer pasar por su hijo para viajar a Barcelona. Madre de cuatro, abuela de dos, Lola cree que su instinto maternal la llevó a correr el riesgo a pesar de que uno de sus hijos intentara disuadirla. Tras diez días de retención, volvió a Barcelona. De su experiencia se queda con las palabras duras de los policías, la clemencia de la juez y la vida en el CIE, “la cárcel” en la que estuvo encerrada con otras mujeres extranjeras. “Hemos reído, cantado, bailado, corrido, tocado el tambor con un cubo... viviendo el momento intentando no pensar en qué fecha íbamos a salir”. En la mesa, Lola tiene su libreta y bolígrafo verde que le acompañaron durante su reclusión. Dibujos, pensamientos y un calendario que le ayuda a recordar el ‘qué’ y ‘cuándo’. “Porque ahí dentro pierdes la noción del tiempo”, dice.
Hoy está pendiente de juicio. Según el abogado penalista griego Mattheos Angelis, especialista en estos temas desde hace 5 años, el delito de traslado de personas de manera ilegal es un delito mayor que puede estar castigado con penas de 5 a 10 años de cárcel y una multa de unos 10.000 euros, aunque reconoce que sería poco probable que la barcelonesa acabe entre rejas. “Esta señora es de la UE, tiene trabajo, no lo hizo con ánimo de lucro y ya le dieron la libertad sin fianza: son buenas señales... aunque siempre existe un riesgo”, concluye el letrado. La activista cree que le caerá una multa que espera poder pagar gracias a la solidaridad de los que la apoyaron durante esos días. Según le contó su abogado, también existe la posibilidad de que no la juzguen ya que “es muy lenta la justicia en Grecia, aún más que aquí”. En caso de que no se produzca el juicio, tiene la entrada prohibida a Grecia hasta 2023 pero admite que muchas ganas de volver tampoco tiene ya.
Este miércoles 28 de diciembre la policía griega ha detenido a dos activistas vascos, Mikel Zuloaga y Begoña Huarte, en el puerto de Igoumenitsa (norte de Grecia) cuando intentaban acceder a un ferry con destino Italia en compañía de ocho refugiados ocultos en un compartimento camuflado de una autocaravana. El objetivo de los dos arrestados, que han hecho público un vídeo explicando los motivos de su actuación, era realizar una acción de desobediencia civil, solidaridad y denuncia pública de las leyes migratorias europeas.
En Grecia se encuentran varados 62.784 refugiados que no pueden salir del país desde que la Unión Europea decidiera cerrar la ‘Ruta de los Balcanes’ el pasado febrero.
A continuación ofrecemos el testimonio de Lola Gutiérrez:
Compré mi billete de ida y vuelta, un billete de vuelta para él a nombre de mi hijo... porque fui allá con su DNI y el plan era hacerle pasar por mi hijo para regresar aquí
“Contactamos a través de Facebook. Era un chico que pedía ayuda para viajar a Europa, él tenía contactos en Barcelona y un tío en Alemania. Su objetivo era llegar a Alemania pasando por Barcelona. No es una decisión que me pensé mucho porque era una idea que había tenido previamente y quizá también porque yo no soy de pensarme mucho las cosas. Compré mi billete de ida y vuelta, un billete de vuelta para él a nombre de mi hijo... porque fui allá con su DNI y el plan era hacerle pasar por mi hijo para regresar aquí. Avisé a mis hijos y a algunas amigas que son además del sindicato también.
Teníamos previsto reunirnos en la plaza Omonia de Atenas. Una vez ahí, le di la documentación, el billete de avión y quedamos para ir juntos al día siguiente al aeropuerto. Hablamos poco. Además, mi nivel de inglés -- incluso peor que el suyo-- no ayudaba. Pero comentamos sobre todo el aspecto: que él intentara parecerse un poco a la foto e ir más o menos bien vestido. Estaba muy bien dispuesto. Feliz pero muy nervioso también. Tenía miedo.
Al llegar al aeropuerto, en el checkin, la azafata ya quiso comprobar su identidad. Ella le hizo una prueba de idioma diciéndole que no llevaba el pelo igual que en la foto. Estábamos preparados para esto, habíamos hablado de que el chico iba a fingir ser afónico... En fin, un poco de teatrillo. Pero no coló. Aunque yo intentara decirle que tampoco yo lo llevaba igual que en la foto, supongo que ella no se lo creyó y dio el aviso al segundo punto de control donde había policías. Tuve como un mal presentimiento pero no me fie de esto. Pensé que ya había llegado hasta aquí y no era por una intuición que iba a abandonar. Al llegar al segundo puesto, nos pararon y le preguntaron a él su fecha de nacimiento. La tuvo que escribir, le agobiaron mucho y al final vieron que no era el de la documentación.
A partir de este momento, no nos explicaron nada. Ni adónde nos iban a llevar ni qué nos iban a hacer. Nada. A mí me vino una mujer policía, me pidió desnudarme, me registró el equipaje, me revisó en todas partes... Fue bastante humillante. Al salir vi al chico otra vez y pensé que le iban a soltar porque al final la que cometía el delito era yo. Pero no fue así. Nos llevaron junto con un albanés y una turca a la comisaría que está al lado. Ahí, nos mandaron para el calabozo: él con los hombres y yo con otras mujeres que habían hecho una cosa similar pero con sus familiares. En el recinto policial, uno de los policías hablaba cuatro palabras de español y fueron: “Usted tiene problema grave acusación tráfico personas”. Creo que era para asustarme. Pero yo estaba bien convencida de que no era así. Puede estar mejor o peor visto lo que he hecho, pero obviamente no era trata de seres.
En el CIE también descubrí la solidaridad. He visto mujeres que estaban en peor situación que yo pero me ayudaron
Nos cogieron el domingo y el martes me presentaron delante de la juez. En esta vista preliminar lo que queríamos demostrar con mi abogado era que no lo había hecho por lucro. Llevamos varios documentos que demostraban que pertenezco a un sindicato, que tengo una nómina que me permite vivir y que no vivo de la trata de personas... En fin, cosas que convencieron a la juez de apartar esta acusación. Encontré un trato muy bueno por parte de la juez y por parte de la fiscal. Me dejaron libre, sin fianza, y con cargos de intentar trasladar a una persona con documentación falsa. El delito apropiado. Esperaba que me dejaran en libertad con una fianza de unos 5.000 o 7.000 euros, pero ya me había dicho el abogado que los jueces en Grecia son muy sensibles con este tema. Son la cara opuesta de la policía. Esta sentencia era una buena noticia.
Pensaba que si la juez había dicho libertad me la darían, pero no fue así. Al salir del juzgado, volví en seguida al calabozo de la comisaría y al anochecer del día siguiente me llamaron. Nos metieron en un coche con otra chica. Pregunté a la mujer que conducía dónde íbamos pero me contestó “I don’t know”..., lo que responden siempre. Me llevaron al CIE de mujeres de Elliniko. No entendía nada, intentaba explicarles que me habían dado libertad, pero me mandaban callar. De nuevo, desnudarme, de nuevo, cacheo, de nuevo, registrarme el equipaje... Abrieron los barrotes y para dentro.
Realmente se me cayó el mundo encima cuando, en vez de ponerme en libertad, una policía me hizo desnudarme y cuando, en vez de darme mis cosas, me pidió que las dejase ahí. Y cuando abrieron y cerraron las rejas detrás de mí. Ahí, el golpe físico se convirtió en lágrimas y me eché a llorar. Mi abogado me explicó más tarde que sabía que podía pasar y no le sorprendió del todo. Me contó que si la policía me consideraba peligrosa me podía retener a pesar de que la juez me hubiese puesto en libertad. No salía de mi asombro.
Al final, a pesar de esos diez días encerrada, no me arrepiento de haberlo hecho. Una cosa es que lo vuelva a hacer, otra cosa es que me arrepienta
En el CIE también descubrí la solidaridad. Una chica kurda me ayudó, me tranquilizó, me buscó un colchón, una manta... He visto mujeres que estaban en peor situación que yo pero me ayudaron. Fue mezcla de lágrimas y solidaridad. Ahí dentro hay mujeres que llevan meses y yo sólo era una de ellas. Ser ciudadana europea no me sirvió. En esta cárcel eres una más y estás bajo lo que dice el personal penitenciario. Y ahí dentro la policía no dice nada, sólo cierra puertas y rejas. Sin embargo no me sentí sola en ningún momento ya que tuve muchas visitas y me daban tarjetas de teléfono para hablar cada día con mi familia. Hay otras mujeres que llegan de fuera de Europa y ni pueden llamar a sus seres queridos o conocidos. Es aterrador.
Fuera, supe que también se movilizaban por mí. Mi hija me contó que Ada Colau había querido reunirse con mi familia y que se organizaba una concentración delante del consulado griego en Barcelona. El teniente alcalde de Barcelona Jaume Asens les envío una carta y un compañero de la CGT habló con la embajada española. El día de la concentración, una semana después de mi detención, me sacaron de mi celda para que atendiese una llamada de la embajada española. La mujer al teléfono me explicó que había hablado con el jefe de policía del aeropuerto quien le había dicho que yo estaba libre desde el miércoles... ¡cuando en realidad llevaba cinco días en la cárcel! A partir de ahí se agilizó todo y salí finalmente el jueves 8 de diciembre a primera hora de la mañana.
Fue duro aunque, allí, en el CIE, todas están preparadas para que se vaya alguien a quien han cogido cariño y todas están preparadas para darte una sonrisa, alegrarse por ti. No me olvidaré de la mujer siria con la que tanto habíamos llorado juntas, se levantó a las 5 de la mañana para despedirse de mí. Nos despedimos con rabia. Ella estaba desesperada porque era refugiada en Suecia y había intentado hacer lo mismo que yo, pero con su sobrino, la embajada sueca no le contestaba. Me quería ir del CIE pero, de alguna manera, me las llevé conmigo. Los primeros días estaba un poco aquí y un poco allí. Hablé también por whatsapp con el chico kurdo al llegar, él está aunque sigue en Atenas sin poder salir de Grecia.
Al final, a pesar de esos diez días encerrada, no me arrepiento de haberlo hecho. Una cosa es que lo vuelva a hacer, otra cosa es que me arrepienta. Sé que hoy diría que no lo volvería a hacer. Seguiré luchando y dedicaré el poco reflejo mediático que ha tenido mi acción para que más gente luche por la acogida de inmigrantes, por el cierre de los CIEs, porque las fronteras se abran para las personas refugiadas... Mi lucha va a ser ésta. Ya lo era, pero ahora lo será con más fuerza.”
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