Jazz
Con ustedes, Kamasi Washington
‘The Epic’ es una maravilla y una contribución fundamental a la mejor tradición de la música negra, caracterizada por esa mezcla inescrutable de tierra y cielo, sudor y éxtasis, disfrute y sufrimiento
Ignacio Sánchez-Cuenca 1/03/2017
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Que el jazz no es lo que era no tiene vuelta de hoja. Durante algunas décadas fue la música popular de Estados Unidos, pero a medida que fue desarrollándose como arte, perdió el favor de buena parte del público. El jazz empezó a intelectualizarse con la revolución del bebop en los 1940s, cuando dejó de ser bailable, y quedó como música para minorías selectas al entrar en su fase vanguardista en los 1960s. En la década de los 1970s un nutrido grupo de músicos, encabezados por Miles Davis, intentó revertir la situación, fusionándose con el rock y llenando el escenario de instrumentos electrónicos, pero aquello no terminó de cuajar y tuvo resultados estéticos cuestionables.
El representante más consumado del jazz museístico es Wynton Marsalis, el guardián de la tradición
A partir de entonces, el jazz se institucionalizó plenamente, transformándose en un bien a conservar. Han seguido saliendo músicos sobresalientes, con una capacidad técnica asombrosa, formados en universidades y prestigiosas escuelas, pero, en muchos casos, comparten lo que podría llamarse una cierta concepción “museística” del jazz: se trata de preservar el legado y hacer los honores correspondientes a los tiempos dorados. El representante más consumado del jazz museístico es Wynton Marsalis, el guardián de la tradición.
De vez en cuando surgen figuras que prometen restablecer el vínculo perdido con el público. Los medios se apresuran a hablar de ellos: que si Diana Krall, que si Christian Scott, que si Esperanza Spalding, que si Robert Glasper… Pero se trata de fogonazos sin continuidad. Lo de Kamasi Washington es otra cosa, totalmente distinta: encarna los valores más puros del jazz y de la música negra, conecta con las fuerzas telúricas que dieron origen a esta música y se encuadra en la mejor tradición de todos aquellos innovadores cuya creatividad se expresó en la lengua vernácula de la comunidad afroamericana, los Armstrong, Ellington, Basie, Parker, Gillespie, Powell, Monk, Davis, Coltrane, Dolphy, Mingus, Coleman, Pullen, Murray y tantos otros.
Kamasi Washington es un saxofonista joven de Los Ángeles (nació en 1981), que en 2015 publicó una obra singular, original, potentísima y excesiva, The Epic, con casi tres horas de música (contiene 3 CDs). Es un tipo grandullón y simpático, con pelo afro y barba, que viste unas vistosas túnicas que recuerdan a las extravagancias cosmológicas de Sun Ra. Forma parte de un colectivo generacional de músicos, el West Coast Get Down, con un proyecto bien definido, cuyos componentes (Cameron Graves, Miles Mosley, Steven Bruner Thundercat, Ryan Porter…) intervienen en The Epic.
The Epic resulta una desmesura, tanto por su duración como por la formación: un grupo básico de 10 músicos, más dos vocalistas, cuerdas… y un coro. Algunos temas están interpretados por más de 30 músicos. Washington ha sido capaz de aunar todos esos elementos sin que suene pretencioso o impostado. La música fluye de manera mágica. La presencia de cuerdas siempre ha sido problemática en el jazz, pero esta vez casi no se nota, está perfectamente integrada en el conjunto y no deja de sonar a música negra.
Algo similar puede decirse de la presencia del coro, que le da mayor profundidad y dramatismo a la obra. Ha habido otros experimentos con coros en el jazz: Max Roach en Lift Every Voice and Sing, Hannibal Marvin Peterson en The Angels of Atlanta, Billy Harper en muchos de sus proyectos. En todos los casos, el coro establece una conexión con las raíces del góspel y realza la dimensión más espiritual y religiosa.
Los temas de The Epic, casi todos composición de Washington, son directos y con gancho y dejan amplio espacio para crescendos colectivos e individuales
¿Cómo describir la música de Washington? Suena retro pero contemporánea a la vez. Tiene una base rítmica muy potente, en ocasiones con elementos de hip-hop y de funky, aunque la raíz más profunda es la época de Coltrane. Los temas, casi todos composición de Washington, son directos y con gancho y dejan amplio espacio para crescendos colectivos e individuales. El propio líder construye sus solos como secuencias que van dirigiéndose hacia un clímax final muy efectista, con intervención de toda la orquesta. Hay verdaderas explosiones de sonido al término de los solos que resultan sobrecogedoras.
El Coltrane de A Love Supreme sigue siendo el punto de referencia. Washington recoge el relevo y se sitúa en la tradición de la gran música negra espiritual, en concreto en la versión que estuvo de moda a finales de los 1960s y principios de los 1970s, con tintes místicos y psicodélicos. En The Epic se pueden establecer vínculos con Pharoah Sanders (Black Unity), Rahsaan Roland Kirk (Blacknuss), el último Albert Ayler (New Grass) y Billy Harper (Capra Black). La propia estética gráfica del álbum remite a aquella época y a aquel estilo, aunque el resultado final no tiene nada que ver ni con la nostalgia ni con la emulación.
The Epic no supone una revolución formal, no establece un nuevo lenguaje, no es música vanguardista. Pero constituye una contribución fundamental a la mejor tradición de la música negra, caracterizada por esa mezcla inescrutable y misteriosa de tierra y cielo, de sudor y éxtasis, de carne y espíritu, de pasión y meditación, de disfrute y sufrimiento.
Washington se ha encontrado con una recepción increíble a su propuesta. La gente joven se entusiasma con su música, reconociendo su autenticidad y ambición. The Epic es una maravilla, una magnífica oportunidad para enamorarse o reenamorarse del jazz. No obstante, como toda grabación, no consigue transmitir el ambiente único que se establece entre músicos y audiencia en los conciertos. Por fortuna, contamos hoy con YouTube, así que les invito a devorar las dos horas del concierto “épico” en el Regent Theater de Los Ángeles en agosto de 2015. No se arrepentirán de la experiencia (pueden saltarse las entrevistas iniciales e ir directamente a la música). Este concierto, me parece, es un hito en la historia de la música negra, con un ambiente irrepetible, con un público entregado y unos músicos en estado de gracia, plenamente conscientes de que se trata de un momento especial, un momento fundacional en el que el centro de gravedad de la creación jazzística se desplaza hacia la Costa Oeste, en torno a un grupo de músicos que se conocen desde hace muchos años y que comparten las mismas premisas musicales. Lo pueden encontrar aquí. Estoy seguro de que lo disfrutarán tanto como yo.
¡Qué alegría que el jazz siga vivo!
Autor >
Ignacio Sánchez-Cuenca
Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).
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