Alfredo Rodríguez / Pianista
“No existe música más social que el jazz”
Jose Carlos Cueto 18/04/2017
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La música de Alfredo Rodríguez es como una jungla. Por eso es por lo que en una de las paredes de su apartamento de Los Ángeles colgó una copia de la obra homónima de Wifredo Lam --el más universal de los pintores cubanos--. El cuadro, una alegoría fantasiosa de la cultura afrocubana, podría ser la representación pictórica más acertada de su arte. “Lam es uno de mis artistas favoritos y me siento muy identificado con lo que transmite en La jungla; de hecho, una de mis canciones lleva su nombre”. Ocho años después de dejar Cuba para llegar a Estados Unidos cruzando la frontera mexicana, Rodríguez se presenta en Madrid por cuarta vez. Lo hará en el Café Central del 17 al 23 de abril y ofrecerá un espectáculo basado en lo que está preparando para su cuarto álbum, que aún no tiene nombre pero está casi listo para lanzarse.
Para Alfredo Rodríguez (La Habana, 1985), el cambio que supuso mudarse desde su país hacia Estados Unidos fue drástico. “En Cuba vivimos en una burbuja y durante 23 años estuve en cierto modo aislado. Fue muy positivo vivir allí tantos años asimilando mis raíces, pero cuando emigras, observas otros puntos de vista y otras maneras de entender el arte, abres más los ojos y tu percepción cambia por completo”.
Su primer álbum, Sounds of space, cuenta su experiencia vital desde los 16 a los 23 años, edad con la que cruzó la frontera. Decidió dar el paso tras coincidir en 2006 con Quincy Jones, el célebre productor musical estadounidense, durante el festival de jazz de Montreux (Suiza). Jones quedó prendado de su música y le ofreció un contrato entonces imposible de llevar a cabo. Las diferencias políticas entre Cuba y Estados Unidos obligaban al pianista a cambiar La Habana por Los Ángeles. Tres años después se le presentó la gran oportunidad. Acompañó a su padre, un conocido cantante cubano, en una gira por México. Al finalizar, no regresó a casa. Voló desde Mérida hasta la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo y allí hizo frente a los interrogatorios e intentos de extorsión de las autoridades mexicanas, que le retuvieron en el aeropuerto durante toda una noche. “Vine aquí para ganarme la vida como músico”. Su tono intransigente fue la llave que abrió la puerta a una nueva vida.
“La mayoría de los temas de mi primer disco están compuestos en Cuba, y aunque en el momento de su estreno (2012) mi música ya no sonaba de esa forma, fue bonito compartir algo que siempre formará parte de mí”. Rodríguez es víctima de esa especie de síndrome que sufren algunos emigrantes: conecta más con sus raíces a medida que el tiempo desde la partida se dilata. “Es un proceso natural, siempre he sentido mis orígenes, pero a partir del segundo disco (The Invasion Parade, 2014) los comencé a explotar a la vez que los mezclaba con todo lo que estaba conociendo a nivel mundial. Salir de mi país fue una liberación”.
La Guantanamera de Joseíto Fernández está incluida en The Invasion Parade. Aunque la melodía es reconocible, no suena igual. El arreglo del tema lleva el sello del pianista. Transpira libertad y atrevimiento. Elementos que le valieron la nominación al Grammy en la categoría de mejor arreglo instrumental y a capella de 2015. “No esperaba la nominación. Fue una sorpresa, una exaltación. Una especie de reconocimiento a lo que estaba creando entonces”. Aunque reconoce la importancia de estos galardones para la salud del negocio, sus mejores momentos, confiesa, ocurren cuando compone y se encuentra a sí mismo una y otra vez. Cuando nadie le ve. “Los premios, o en este caso aquella nominación, no son más que la certificación consecuente de estar haciendo bien las cosas.”
La línea de The Invasion Parade continuó en 2016, cuando Tocororo, su tercer álbum, vio la luz. Una lista de temas agitados donde tienen cabida el flamenco, el tango o una pieza barroca de Bach. También suenan canciones tantas veces entonadas como Ay, Mama Inés y el Chan chan, popularizado en los últimos años por Buena Vista Social Club.
“Un armenio, un brasileño o un indio estudian y recogen las influencias de los clásicos para llevarlas a sus propios terrenos y crear un sonido completamente novedoso”
“No existe música más social que el jazz. Ahora, en Estados Unidos, está muy de moda la fusión entre el jazz y el hip-hop, dos ritmos que tienen más en común de lo que puede parecer. Ambos son urbanos; nacieron en el fragor de la calle”. Los puristas se llevarán las manos a la cabeza, pero para Rodríguez, un músico global, estas fusiones auguran un futuro apasionante al género. “Miles Davis comenzó haciendo un jazz muy puro, pero al final de su carrera su música sonaba también un poco a rock”. El pianista entiende la música y el jazz en el siglo XXI como una constante renovación e incorporación de todas las experiencias que rodean al individuo. En el mundo de hoy, de fronteras difusas, considera que se cultiva el terreno ideal para que el jazz esté más vivo que nunca. “Es muy interesante ver cómo artistas de todo el globo tienen una opinión musical que aportar. Un armenio, un brasileño o un indio estudian y recogen las influencias de los clásicos para llevarlas a sus propios terrenos y crear un sonido completamente novedoso”.
Rodríguez ha viajado con su música por el mundo entero y ha compartido escenario con figuras como Herbie Hancock o Chick Corea. Recibe constantes invitaciones, pero hay una que se le resiste. La más especial. En los ocho años y medio que lleva en Estados Unidos, no ha recibido ninguna invitación para tocar en su Cuba natal. “Tengo muchas ganas de tocar allí, pero nadie me ha invitado”. No le importaría ofrecer conciertos gratuitos. Sólo anhela la experiencia de compartir su arte renovado con su gente. Pero en los festivales de jazz de Cuba cuesta encontrar a algún cubano expatriado. Los participantes viven allí. En ese sentido, considera que aquellos jazzistas que continúan viviendo en la isla son claramente protegidos y beneficiados. “Un gran error, porque los músicos que viven fuera exaltan la música cubana tanto como los de dentro. Desafortunadamente, desde allí se condena a aquellos artistas, que, como yo, han buscado nuevos horizontes”. La falta de contacto internacional sólo contribuye en su opinión a un deterioro progresivo de la propia cultura, provocando diferencias notables entre la llamadas cultura del exilio y cultura nacional.
"Los músicos que viven fuera exaltan la música cubana tanto como los de dentro. Desafortunadamente, desde allí se condena a aquellos artistas, que, como yo, han buscado nuevos horizontes”
Alfredo Rodríguez colecciona en su casa muchos de los objetos o fuentes de los que se ha nutrido para su música: libros de filosofía oriental, vinilos de Miles Davis y de Paco de Lucía o la mencionada obra de Lam. También un caleidoscopio. Lo compró en La Alhambra de Granada y de ahí surgió un tema que lleva el nombre del objeto. Quincy Jones dice de él que es el mejor pianista del mundo y que estudia 14 horas al día. Rodríguez, entre risas, agradece las palabras del productor de We are the world (1985) y bromea: “Son cosas de Quincy, que le gusta exagerar. No paso 14 horas al piano, pero cuando no estoy tocando, estudio interiormente y me convierto en una especie de esponja que absorbe todo lo que encuentra interesante. Mi cabeza siempre está creando”. Así nació Caleidoscopio y también Meteorito, incluido en Tocororo, a raíz de una curiosa lectura sobre dicho fenómeno.
En la cuarta visita de Alfredo Rodríguez a la capital española, presentará composiciones de su próximo álbum, que trae novedades y suena distinto. Munir Hossn, un bajista brasileño que no acostumbra a tocar bajo acústico, es uno de los responsables del cambio de sonido. Será un disco a trío, que transmitirá una experiencia más cercana a lo que se vive en sus conciertos, algo que le venía pidiendo su público. En la percusión le acompaña el también cubano Michael Olivera. “El espectáculo es muy diferente a mis anteriores visitas a Madrid. Esta vez, además de las canciones cubanas que siempre me acompañan, incluimos temas internacionales: desde The Beatles hasta Michael Jackson, todo a nuestra manera”. Alfredo Rodríguez al piano es como una aventura. En su jungla musical, hasta los meteoritos tienen plataforma de impacto.
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Jose Carlos Cueto
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