PROCESANDO EL PROCESO AL PROCÉS (XX)
Fake y sentimientos
¿Qué pretendían los mandos policiales? ¿Resarcirse de la humillación de no haber encontrado las urnas? ¿El Estado quería experimentar con la violencia, a ver lo que pasaba?
Guillem Martínez Madrid , 21/03/2019
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ASÍ HABLABA ZOZÓ. Hoy se nos acumula el trabajo, de manera que Amaya, Madame Zozó y el menda nos tomamos los donetes en el TS. Lo de hoy es denso. La sesión se ha organizado, en su sesión matinal y vespertina, en dos grandes regiones del siglo XXI. Lo fake y los sentimientos, dos escuelas de pensamiento que parecen compartir las dos trincheras implicadas en esta guerra, y que parecen tener difícil traducción penal. Las dos, glups, son Estado. Por la mañana, hemos empezado con la cosa fake. El primer GC ha explicado planes certeros y meditados para construir un Estado, hallados en cibercosas de los consellers Salvadó –encausado en otra ventanilla–, y Aragonès –no encausado–. Inciso: este proceso al Procés, dividido en diversas causas, con encausados en otras instancias, no encausados en ninguna, y encausados juzgados en efigie, es de por sí un lío. Que explica el carácter forzado de este juicio, tal vez. Anyway. El plan era este: Salvadó se encargaba de la cosa interna, y Aragonès, de la externa. Salvadó, de montar las aduanas, del catastro, de la Agencia Tributaria, y pagos de viajes. Y Aragonès de la financiación en el exterior. La cosa iba así: se necesitaba 22.800 millones de euros para hacer un Estado –sólo con 100 más, hubiera sido con piscina–. Esos kilos se desglosan así: 4.500 vendrían de impuestos al sector público, 6.000 de canear a los ajuntaments, 1.300 de funcionarios, y 11.000 de un crédito que se pediría a China. Se podría pensar que la cosa iba en serio, y que la cosa, por tanto, ha dado un giro. Pero como que no.
FAKE. EJEMPLO PRÁCTICO. Un Estado no se monta en un pendrive. Y sí, hubo búsqueda de financiación. Incluso hubo intentos más chachis de los descritos por el GC, y protagonizados por otros genios. Y tan inútiles como el citado. No era probable un crédito sin ser Estado. Y nunca hubo ninguna probabilidad de serlo –si exceptuamos una matanza por parte del Estado–. Ni ningún intento efectivo y serio. Un Estado, en fin, no se proclama. O no únicamente. Un Estado debe dominar la población y el territorio. Para lo que es necesario más del 48% de la población –sólo el 20% de esa pack es indepe non stop, me dicen del CIS– con la decisión de ceder su decisión a un nuevo Estado. No hubo de eso. Hubo propaganda, e indicios puntuales y públicos, destinados a las élites procesistas y a la sociedad, de que esto podía ir en serio. Esos cacharros extraídos de pendrive son eso. Sellos de una propaganda inaudita, diría. Se entiende mejor si analizamos un caso actual. Torra reclama no quitar símbolos partidistas de la Gene. Sabe que no es posible, o que ello comporta pena de desobediencia –importante: no hay cárcel; ese era el límite de lo calculado en 2017; y ahora–. Simula un póquer con el Estado. Se sabe que es una simulación porque hace 48 horas dijo que aceptaría al respecto la decisión del Síndic de Greuges –el defensor del pueblo en Cat–. Si bien, el Síndic ya le dijo hace días que retirara los lacitos, leñe. Aceptada la decisión del Síndic oficialmente, retira los lacitos y pone otros de otro color. Con lo que vuelve a empezar la cosa. Tras la cosa hay la sensación de una firme decisión de desobedecer. Que no lo es tanto. Y una lucha electoral encarnizada con ERC. Y el intento de explicar esto –esto: desobedecer a una Junta electoral, un hungarismo–, como una lucha por los DD. HH. Y, supongo, decenas de pendrive para internacionalizar la cosa, con planes surrealistas, y con modelos de nuevos lacitos. Un sistema propagandístico intenso es eso, intenso, sorprendente. Ah, el GC explica que la Gene se peló más de 200.000 euros en un sistema de IBM para la Hacienda propia. Espectacular. Pero en aquella época la Gene hizo una ley para la Hacienda propia que, en efecto, fue presentada como rupturista, como la pera, como la génesis de un Estado, si bien asumía competencias en Hacienda que, por esas fechas, ya tenía Murcia. Vamos, que si se realizó el gasto, es posible que fuera legal.
FEELINGS. El grueso del día se ha ido en registros y primeras formulaciones de violencia. Sin vídeos que contrastaran –vamos, que dieran o quitaran la solvencia– al testigo. Es una decisión del Tribunal trasladar la emisión de videos a la cosa documental y probatoria, que está por venir. La decisión no tiene consecuencias de calidad, diría, en el proceso. Pero si operativas e, incluso, de aburrimiento. Los GC hoy, por primera vez, se han entregado más a las descripciones de la violencia percibida en registros y en el 1O. No es, diría, nada del otro jueves / es el mal rollo habitual en una mani, esos sitios en los que la poli pega y la parroquia hace por evitarlo y, si no lo consigue, acostumbra a no poner la cara de Buda. Se describen como violencia hechos como cantar, gritar consignas, escupir, insultar, tirar una silla, no dispersarse, sentarse en en el suelo, o edificar muros humanos, la estructura que está animando el deprimido sector de la construcción. Puede parecer ridículo, pero por menos hubo condenas, aplaudidas por la Gene, a la cosa cercar el Parlament/2012. También se alude como violencia al hecho de grabar con el telefonino a la poli –la Ley Mordaza lo fija como delito/usted se encuentra aquí–. Pero, glups, también, y mucho, a percepciones sentimentales: “Vi (en los manifestantes) reflejada la cara del odio” –nota filológica, que no jurídica: si ves una cara reflejada sobre una superficie, es que suele ser la tuya–, “las caras eran de odio”, “miradas de odio”, “nunca había visto una cara de odio así”, “se podía masticar el odio”. Quizás es el inicio de la vertebración del delito de odio, tan nuestro, que puede formular Fiscalía en su alegato final. O quizás es el inicio de la sentimentalización del tema. “Sin sentimentalización no hay siglo XXI. Ni fakes. Es el motor de la política cuando la política no tiene ni idea de lo que hacer”. Hombre, Amaya, hacía rato que no la escuchaba.
FAKES Y NO-FAKES INQUIETANTES. Melero toma la palabra. Es una pena que, cuando habla Melero, no nos dejen fumar. La juerga sería ya completa. Melero, diría que preocupado por diferenciar números de mandos, pregunta a un GC por las pautas de actuación que les dieron los mandos. Contesta que “requisar urnas y evitar la votación”. Es decir, que no les dieron las pautas, en su jerarquía, emitidas por el TSJC. Vamos, que recibieron otras pautas. Wala. ¿Qué pretendían los mandos? ¿Resarcirse de la humillación de no haber encontrado las urnas? ¿Emitieron órdenes no explicadas cuando comparecieron como testigos? ¿El Estado quería experimentar con la violencia, a ver lo que pasaba? Pasó, por cierto, que la prensa internacional montó el pollo, pero que la Comisión Europea dijo que vale, que era un problema interno. Dos días después, el rey emitió su discurso, en el que se dibujaba la violencia para solucionar un problema interno. Esto se acaba. Un GC explica también que tras los sucesos, y tras el hecho de que su hijo fuera invitado a bajar al patio de su instituto a manifestarse contra su padre, pidió el traslado. “Lo bueno de un sistema fake es que sólo recibimos, palos, o feos a nuestros nenes, los nindundis”. ¿Donetes? “Como si no hubiera una mañana”, dicen Amaya y Zozó al unísono.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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