EL SALÓN ELÉCTRICO
Cristina Macía / Codirectora del Festival Celsius 232 y traductora de George R.R. Martin
“George R.R. Martin es un puñetero genio”
Pilar Ruiz 24/07/2019
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Cristina Macía (Madrid, 1965) es traductora, escritora y codirectora de Celsius 232, el Festival de literatura de género fantástico, terror, fantasía y ciencia ficción que se celebra en Avilés desde 2012. Autora de literatura infantil y juvenil (Una casa con encanto, 2005) y una decena de libros de temática gastronómica (Cocinar para uno mismo, 2006; Cocinar para llevar, 2007; o Dame la lata, 2008). Y además conocida por miles de fans como la principal traductora de la saga Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin (Gigamesh), la obra literaria en que se ha basado la serie de televisión Juego de Tronos. La imaginación de Martin ha encontrado su voz en la fuerza expresiva, la ironía y el sentido del humor de Macía, que se deja ver incluso cuando responde por correo a las preguntas de CTXT.
¿Es la traducción el arte de la traición (“traduttore, tradittore”) o una forma de autoría? ¿Por qué crees que hay tantas mujeres traductoras y tan buenas?
La traducción es un oficio ‘feminizado’ en el sentido de que ya en los viejos tiempos se consideraba aceptable para las mujeres: discretito, en tu casa, mal pagado, sin prestigio social y dependiente de otro
Es un oficio ‘feminizado’ en el sentido de que ya en los viejos tiempos se consideraba aceptable para las mujeres: discretito, en tu casa, mal pagado, sin prestigio social y dependiente de la obra de otro, generalmente un respetable caballero. Y aún así… si borramos la última década, los ganadores del Premio Nacional de Traducción han sido hombres cuatro de cada cinco veces. Es como la cocina de alto nivel: para el restaurante de la esquina vale una mujer, pero, amiga, si hablamos de estrellas Michelin ya es cosa de hombres. De todos modos, en los últimos años cada vez se valora más la figura del traductor. Sigue estando muy mal pagado –puede que esto no tenga arreglo en un ecosistema editorial como el actual–, pero parece que al menos en la parte del reconocimiento social y la valoración, la cosa va mejor. Esperemos que eso no signifique que, a partir de ahora, todos los traductores serán tíos (risas).
Entonces, ¿de qué crees que depende la excelencia en la traducción?
En los viejos tiempos, para traducir valía cualquiera que hubiera estado un verano en Londres. Lo sé porque así empecé yo –sin siquiera el verano en Londres–; ahora sigue siendo así porque de la universidad sale una avalancha de traductores cada año y a demasiados de ellos no les han dicho que reventar unas tarifas ya de por sí bajas no les va a servir para “hacer currículum” ni “abrirse hueco”, sino para ser los siguientes sustituidos cuando la universidad ponga en el mercado la siguiente hornada de traductores. Te cuento una anécdota: hace unos años, una editorial ya desaparecida me pidió reutilizar una de mis traducciones de los noventa; les di mi tarifa –aproximadamente una tercera parte de lo que habría costado hacer la traducción en ese momento– y prefirieron encargarla a otro traductor. O sea, ya te puedes imaginar lo que cobró… Suma a eso que las tarifas son bajas en el mejor de los casos y entenderás por qué a veces las traducciones son el talón de Aquiles.
El autor traducido tampoco queda muy bien parado, no digamos el lector.
No creo que se trate de una falta de respeto al lector. Simplemente, la editorial necesita poner en la calle un producto barato y recorta por donde puede. Luego, cuando el público no quiere ese libro, que en su idioma original fue un éxito, dirán que el autor no conecta con los lectores españoles. De verdad, hay autores que están muertos para el público español, porque las traducciones los han destrozado. De la misma manera, hay autores que tienen mucho más éxito en español que en sus propios países. Habría que buscar las causas, pero ya te adelanto que alguna medallita ahí es del traductor.
Afirmas que Canción de hielo y fuego es “el mejor universo jamás creado”, ¿no es exagerado?
El universo de Canción de hielo y fuego es complejo, variado, con historia, leyendas, razas, idiomas, flora, fauna, jerarquías sociales, tradiciones, canciones, poesías, paisajes… Ese universo tiene ya vida propia. Creo que no hay libro escrito que no pudiera reescribirse en ese universo con adaptaciones mínimas. Martin es un puñetero genio.
Por cierto que George R.R. Martin nunca esconde que es un cineasta y lo revela en su estilo: predominio de la acción y las imágenes, descripciones sin adjetivos, estructura secuencial… Y sin embargo tus traducciones incorporan un vuelo poético –Aguas dulces e Invernalia resuenan en la imaginación– absolutamente personal. Si la traducción es una forma de arte, en ese mano a mano con Martin, ¿cuáles son tus referentes artísticos para enfrentar la traducción de su obra?
Creo que Martin es “autoconclusivo”. Quiero pensar que Aguas dulces o Invernalia son palabras que sugieren lo mismo que Riverrun o Winterfell, que tienen una música similar. Ni me interesa ni me parece apropiado aportar mi personalidad –arrolladora y adorable a partes iguales, por cierto– en la obra del autor. Lo más importante para mí es pasar desapercibida y conseguir que el texto que llega al lector en español le sugiera lo mismo que el original sugirió al lector inglés. Ya sé que esto choca con lo que decía al principio de la visibilidad del traductor, pero ¡esas son mis contradicciones!
Los mecanismos del poder político desde dentro, los peligros del totalitarismo y las armas de destrucción masiva, la metáfora sobre el cambio climático… ¿Crees que el punto de vista que plantea la temática de Juego de tronos sobre estos temas puede ser una razón para haber conectado de forma tan apabullante con el público de su tiempo?
Y tanto. Martin no da puntada sin hilo, y por mucho que a veces nos cuente que “improvisa”… yo no me lo termino de creer. Puede que alguna trama secundaria sí la tenga más suelta, pero la armazón de la historia es tan sólida que se nota una planificación seria y con un objetivo muy claro. Creo que una de las razones de que algunas personas no hayan disfrutado el final tanto como se merecía es que se habían tragado un discurso populista, muy básico y muy peligroso y les ha sentado como un jarro de agua fría. Pero yo creo que ha sido culpa del espectador poco atento, en serio. Los indicios de que cierta rubia no era trigo limpio están ahí desde la primera temporada de la serie, y no te digo ya en los libros.
Hablamos de un autor progresista y de izquierda que ha hecho campaña por los demócratas y fue objetor durante la guerra de Vietnam. ¿Reflejan sus obras sus preferencias políticas? La literatura de mensaje político, siempre tan criticada…
Solo hay que ver la ecología en Los viajes de Tuf, o el tratamiento del miedo al otro, al diferente, en El sueño del Fevre, para ver que Martin no solo cuenta una historia, sino que cuenta una historia enraizada en la actualidad por mucho que la sitúe en otro tiempo (¡o planeta!). En Canción de hielo y fuego se nota todavía más. Y si alguien quiere verlo mal, tiene dos trabajos.
Respecto de la adaptación de novela a producto audiovisual, el retrato del héroe y su narración épica en Game of Thrones dinamita muchos de los tópicos de la fantasía y la aventura clásicas y sin embargo está plagado de referencias al clasicismo en géneros variados: terror, policíaco, incluso el western (el final de Jon Nieve es casi un homenaje al de Centauros del desierto (1956)) ¿Qué relación crees que puede haber entre estas referencias al cine de género y su éxito? ¿Solo hibridación de géneros?
Hay hibridación de géneros, mucho mestizaje, qué duda cabe. Pero es porque Canción de hielo y fuego es una obra inmensa, y Martin, un narrador experto y nada tímido. El género puro no puede existir en una narrativa actual compleja. De hecho, quizá cuando los personajes son más puros, estoy pensando en Jon Nieve, es cuando más planos resultan. Y más pelmas.
A resultas de la polémica mediática respecto del final de la serie más relevante de esta década, ¿qué opinas de esas altisonantes críticas a los guionistas Weiss y Benioff? Se les acusa de haber traicionado el espíritu de las novelas y un millón y medio de espectadores indignados pidieron cambiar su final. Pero ¿puede haber un millón y medio de finales alternativos distintos? ¿Es el autor un rey al que ya va siendo hora de destronar? Los profesionales del audiovisual, realizadores, actores, fotógrafos, productores, guionistas… La inmensa mayoría son admiradores de la serie también desde sus diferentes disciplinas. ¿Somos corporativistas o es que se necesita más y mejor educación audiovisual para el espectador?
Stephen King lo clavó en un tuit, cuando dijo que el problema no era ese final, sino el hecho de que hubiera habido un final. La gente lo que no quería era que Juego de tronos terminara nunca… Dicho lo cual creo que le han faltado dos temporadas enteras para que la narración tuviera el mismo ritmo que vimos en las primeras. Para mí que ha sido por la falta de los libros: aún quedan dos por publicar y se ha notado. En las primeras temporadas los creadores tenían los libros, así que no solo contaban una trama: también estaban las texturas, la tridimensionalidad, el espíritu. En las últimas, todo eso ha faltado. Oye, que no digo que yo no las haya disfrutado. Como una vikinga, las he disfrutado. Pero echo en falta el sabor a Martin. En ese sentido entiendo a los espectadores que se han quedado algo frustrados. A los que no entiendo es a los que querían el final Disney, con princesa rubia y valiente guerrero comiendo perdices rodeados de bebés y dragoncitos: si me llegan a dar ese final, la tele sale por la ventana. Y ojo, que son 54 pulgadas. Aparte de la oscuridad de la batalla de Invernalia, que no fue culpa del equipo creativo sino de la producción (tengo entendido), el resto del trabajo artístico y técnico ha sido excepcional.
Hay una crítica que te toca más de cerca: los problemas técnicos con los subtítulos y aquella polémica del “Sicansíos”.
El problema con la versión española ha sido, como siempre, las puñeteras prisas, junto con la paranoia por la posible piratería
El problema con la versión española ha sido, como siempre, las puñeteras prisas, junto con la paranoia por la posible piratería. La correctora habitual de los subtítulos no pudo hacer su trabajo esta vez porque no se permitió que los archivos digitales salieran de las oficinas de la productora. Los traductores trabajaban con un texto “capado”, en el que se leían cosas como “alguien dice” o “alguien responde”, sin saber si esos alguienes son hombres o mujeres, individuos o colectivos. Los dobladores trabajaban con la pantalla a oscuras a excepción de la boca del personaje. ¿Resultado? “Sicansíos”. O sea, 50 días para rodar el episodio y lo destrozamos al final. Qué gran idea. Sí, estoy cabreadilla con este tema.
¿Es el espectador el que en un futuro no muy lejano elegirá trama, desarrollo y final de las historias o esto solo puede ocurrir en un capítulo de Black Mirror? The Wire siempre estuvo a punto de ser cancelada: el famoso “Que se joda el espectador medio” de David Simon parece imposible una década después con la competencia brutal entre plataformas.
Precisamente es posible gracias a la competencia brutal entre plataformas. Si no la hubiera, todo el mundo intentaría producir “series familiares”, para esas familias que ya no existen o que al menos no ven la tele juntas. Y el espectador medio sigue siendo mayoritario. Lo que pasa es que estamos luego las diferentes tribus de friquis, gafapastas, nostálgicos, retros, comiqueros… La competencia entre plataformas permite que existan nichos. Yo estoy suscrita a todas, ¡y con ganas de que llegue Disney!
Eres codirectora del Festival Celsius 233, centrado en literatura fantástica, pero también una cita ineludible para los fans del cómic, los videojuegos, la animación, los juegos de mesa y el cosplay. Además de invitar a autores internacionales consagrados, demostráis que los autores españoles también escriben fantástico: el Festival otorga los Premios Kelvin 505. ¿Cómo fue su origen y qué perspectivas de futuro tenéis los organizadores?
Acabamos de terminar la octava edición y aún no nos podemos creer lo maravillosamente que ha salido. Se me da fatal el autobombo, pero pon #Celsius2019 en twitter y verás las reacciones. Hemos tenido un plantel de autores asombrosos, venidos de Canadá, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido… Pero es que el público no se ha quedado a la zaga. Avilés, la maravillosa ciudad que nos acoge, se queda esos días sin habitaciones, con los restaurantes a reventar y bandadas de gente recorriendo las calles con un buen rollo maravilloso. Nuestros visitantes se van dejando sus habitaciones ya reservadas para el año que viene (del 15 al 18 de julio, por cierto, aunque puede que nos volvamos locos y empecemos el 14). Se organizan para venir en coche desde toda España, aguantan colas de tres y cuatro horas para que su autor favorito les firme un libro, con alguna excepción irrelevante no tienen nunca una mala palabra ni un mal gesto aunque se encuentren sin asiento porque un auditorio de casi mil personas de capacidad se nos ha quedado pequeño. Es maravilloso.
El éxito del Celsius cuestiona los viejos prejuicios de las instituciones culturales ante el género fantástico, de terror o de ciencia-ficción. Parece que somos un país de tradición narrativa realista y costumbrista… O quizá solo lo sean los académicos. ¿Crees que los autores de literatura de género escrita en español pueden competir con la anglosajona?
Es un problema a nivel mundial, y tiene dos caras: uno, en tiempos de censura, es mucho más fácil colar una crítica al sistema si la sitúas en otro planeta o dentro de muchos años. Esto a algunos les gusta poquito, porque no entienden el lenguaje, no dominan las claves y lo consideran peligroso. Ahora mismo tengo en mente a dos políticos españoles, de signo muy diferente, que se llenaban la boca hablando maravillas de Daenerys. Cada vez que los oía yo pensaba “hijo/hija, de verdad, tendrías que leer mejor los libros, tendrías que prestar más atención a lo que pasa en la pantalla”. Por otra parte, muchas veces se ha infantilizado el género, y todavía queda quien cree que la ciencia ficción son marcianos y cohetes. Obviamente no han leído a Bradbury, a Atwood, a LeGuin, a Félix J. Palma, a Emilio Bueso, a Nieves Delgado, a Carme Torrás, a Marian Womack. Estoy segura de que se les caerían los palos del sombrajo. Y la mandíbula. Y sí, la industria editorial está en crisis porque las grandes editoriales han optado por la cultura del pelotazo. Hay que sacar muchos libros, no importa cómo, a ver si dan con el siguiente George R.R. Martin (por poner un ejemplo cercano). Por suerte, en los resquicios que dejan han brotado muchísimas editoriales pequeñas que miman sus productos. El futuro es luminoso. O igual lo veo así porque acabo de clausurar el Celsius 232 y todo me parece una maravilla.
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Autora >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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