‘Eyaculador precoz’ Sánchez contra ‘Gatillazo’ Iglesias
La coda funeral a este casorio frustrado la puso Adriana Lastra, vestida para la ocasión con un muy adecuado luto blanco y negro. La portavoz socialista fue la encargada de arrojar los anillos al estanque de los patos
Aníbal Malvar 25/07/2019
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Dicen quienes saben de amor que los machos alfa, a la hora de la verdad, acaban decepcionando. Su pavoneo solo esconde complejos y vanidades. En este caso, los dos machos alfa de nuestra izquierda han quedado retratados. Uno, Pedro Sánchez, como un eyaculador precoz de pactos que despacha la faena amatoria en un suspiro negociador. El otro, Pablo Iglesias, va camino de convertirse en el rey del gatillazo a la hora de formar gobierno; nunca termina de culminar, el pobre. Yo creo que las próximas negociaciones las debían celebrar en los estudios de la Ser junto al equipo del programa Contigo dentro, ese que habla de funciones y disfunciones sexuales sin tapujos.
Lo peor es que esta infeliz pareja anda dejando un montón de huerfanitos ahogados en los cauces feroces de su desencuentro. Por lo pronto, más de 11 millones de electores de PSOE y Unidas Podemos están berreando dentro de sus incubadoras. Me lo resumía tras el fiasco del Congreso una votante de los morados en cinco desangeladas palabras: “Solo tengo ganas de llorar”. Al final temen que acabe siendo Santiago Abascal quien les cambie los pañales. Por otros más sucios, por supuesto.
Los que soñaban con ser hijos adoptivos del matrimonio no consumado no están mucho más contentos. Gabriel Rufián, ERC, más de un millón de votos, sollozaba desde la tribuna con su recién estrenada civilidad exquisita y la intervención más brillante y sentida de la jornada: “El señor Sánchez no nos quería. Prefería tenernos en el flanco de la intransigencia. [Papito] Iglesias, es un error no aceptar. Tienen cuatro años de vida por cuatro ministerios. Es extraordinario. Entren en el gobierno. De esta intransigencia nos arrepentiremos. Nos meterán en el mismo saco a todos. La gente lo único que ve es, otra vez, a la izquierda perdiendo”.
El otrora enfant terrible alcanzó casi la diabetes política cuando regaló a sus dos papis sendos ejemplares del libro de cuentos infantiles escrito en la cárcel por Oriol Junqueras. El dramón entonces rozó tintes dickensianos.
Feo, católico y sentimental, como su partido, Aitor Esteban parecía el párroco que oficia la boda y que intenta sacar por la fuerza el sí quieroa los desabridos contrayentes. “Ha dejado pasar demasiado tiempo”, le recriminaba al eyaculador de pactos precoz.
“Más empatía, candidato, más complicidades. Este ambiente crea mal rollo. Hace difíciles las relaciones personales”. Se volvió hacia el prometido morado, que asistió a casi todas las intervenciones con la cabeza gacha, desencajadito como una muñeca llorona rota (¿o era chochona?): “Quería usted asaltar los cielos, pero el cielo se conquista de nube en nube. Se equivoca usted. Lidera una fuerza política que nunca ha gestionado nada. Acepte lo que le ofrecen. Su tozudez ha estado a punto de provocar incluso una quiebra entre sus socios de Izquierda Unida y Podemos”, añadió dejando en el aire la sospecha de que, por mitosis sentimental, los novios estaban a punto de inventar el prodigioso divorcio a tres. Polidesamor, le llaman.
Pedro Sánchez escuchaba con cierta cara de chuleta adolescente, quizá harto de perder el tiempo con lecciones en vez de bajar a meter canastas al patio. Sobre todo cuando escuchó a Iglesias desvelar que un importante dirigente del PSOE le había confesado: “Con el veto [a tu vicepresidencia] está tratando de humillarte”. Abanderaba Sánchez en su gesto de hastío la pose que se le supone al cachas del colegio teniendo que escuchar al chapón de la clase, al repelente niño Vicente que todo lo sabe pero es un enclenque muscular. Olía el hemiciclo a goma de borrar, a plastilina, a hormona recién descorchada y a cuaderno Rubio.
Laura Borrás, de Junts per Cat, disfrazada de hija pródiga, fue explícita al hablar de la prepotencia mostrada por el aspirante: “Nuestros compañeros son presos políticos, pero usted es un político preso de su arrogancia”. Ana Oramas, de Coalición Canaria, también exigió de Sánchez “más humildad”. Lo mismo que Joan Baldoví, de Compromís: “Percibimos soberbia en su discurso, y no nos la merecemos”.
La coda funeral a este casorio frustrado la puso Adriana Lastra, vestida para la ocasión con un muy adecuado luto blanco y negro. La portavoz socialista fue la encargada de arrojar los anillos de compromiso al estanque de los patos. “A base de intoxicar, han acabado intoxicados ustedes mismos”, se dirigió a la bancada podemita. Y Pablo Iglesias, novio compuesto pero quejoso de su insuficiente dote, echaba espumarajos por la boca como cualquier amante despechado: “Qué cara más dura, qué poca vergüenza”, se le leía en los labios.
Abandonaron todos el templo al son de la marcha fúnebre, no de la nupcial. Ganó el relato un refrán: “Matrimonio y mortaja, del cielo bajan”.
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