“Lo hago por mi papá y mi mamá. Por mis abuelos. Por mis ríos y mi tierra”
En Chile, algunos editoriales se preguntan ahora "¿cómo no nos dimos cuenta?". Poco a poco, se fueron desatendiendo las señales y se dejó de mirar la pobreza y la precariedad
Yayo Herrero Santiago de Chile , 6/11/2019
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La lucha por las pensiones dignas, la rebelión contra los peajes de pago, la resistencia en las zonas de sacrificio, la sequía feroz agudizada por el cambio climático, la indignación por la subida de las tarifas del transporte, el extractivismo y el saqueo de los recursos naturales, la especulación urbanística, el deterioro de las condiciones laborales, las violencias machistas… Un proceso violento de acumulación por desposesión que durante mucho tiempo ha sido presentado como el paradigma del éxito neoliberal en América Latina.
El gobierno de Piñera se desgañita intentando recuperar la normalidad, pero esa “normalidad” es la que la gente no quiere y tienen motivos para ello.
Hace ya décadas, Chile sustituyó su sistema de pensiones públicas por un sistema privado. Las personas pagan un 10% de sus ingresos a planes de pensiones que se sostienen sobre fondos de inversión.
Para introducirlos, me cuentan, se le explicaba a la gente que el dinero que pagaba era para él solo, que no era normal que tuviesen que sostener con su dinero las jubilaciones de otras personas que se esforzaban menos o que eran menos valiosas que ellos, que lo normal era que cada cual recibiese en función de lo que pagase. Que eso de la solidaridad y de lo público era buenismo, que los inversores expertos harían el milagro de los panes y los peces con el dinero de los fondos y la jubilación sería dorada.
Hoy, una buena parte de las personas que se jubilan en Chile pasan directamente a ser pobres. Las pensiones se cobran hasta que se acaba el fondo que cada cual acumuló individualmente; después existe una prestación del Estado que es ínfima y que no permite mantener unas condiciones de vida digna en un país en el que todo es bastante caro. Muchas personas perciben una pensión por debajo del sueldo mínimo que tiene marcado el Estado. Me explica una de las personas con la que estoy compartiendo estos días, que hace bastantes años había ayudas a la alimentación para la infancia pobre, ahora los programas de alimentos se centran en las personas mayores.
Tú eres libre de elegir el nivel de riesgo de tu fondo de pensiones. A mayor riesgo, más posibilidad de alta rentabilidad.. y también más posibilidad de perderlo casi todo. Tú eres libre de elegir si cobrar tu fondo acumulado en cuotas, siempre bajas, pero más adecuadas a los precios del país hasta que tu fondo se agote, o si distribuir el fondo en una renta vitalicia, sabiendo que, entonces, la prestación decrece de forma considerable y pasa a ser de unos 150 dólares, es decir, que morirás siendo pobre de solemnidad. Vivir muchos años se convierte en un problema pero en cualquier caso tú eres responsable de tus propias decisiones.
Paradójicamente, el único sector en Chile que ha conservado un sistema público previo de pensiones son las Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad del Estado.
Conversando a mi llegada a Chile con una pequeña representación del movimiento ‘No +APF’, que reclama el cambio en el modelo de pensiones y ha realizado una propuesta para recuperar unas pensiones dignas, me preguntaban cómo funcionaba en España. Yo les hablaba de cómo se organiza el movimiento en defensa de las pensiones y de que algunos partidos de la derecha y ultraderecha defienden la privatización de las pensiones. Me decían “mírenos a nosotros y no dejen que se las quiten. Tenemos una alta esperanza de vida en este país y es terrible que vivir mucho sea un motivo de preocupación”.
A la gente se le decía que no era normal que tuviesen que sostener con su dinero las jubilaciones de otras personas que se esforzaban menos o que eran menos valiosas que ellos
La red de trenes de Chile ha sido progresivamente desmantelada y se ha estimulado la utilización del coche privado. Sin trenes ni opciones alternativas, las personas se ven obligadas a moverse por carreteras concesionadas a empresas privadas que las mantienen y cobran peaje. Un amigo que vive a unos 18 kilómetros de Santiago tiene que ir y venir con frecuencia a la ciudad. Me dijo que al mes gasta unos 300 dólares solo en peajes, sin contar el combustible. “Yo puedo pagarlo”, me dijo, “pero mucha otra gente no y no tiene alternativas, porque las que había se han privatizado o desmontado. El movimiento ‘No más TAG’ desobedece el pago en los peajes y corta carreteras también estos días para reclamar un modelo de movilidad razonable, sostenible y justo.
El agua es triplemente privada: son privadas las fuentes, el alcantarillado y el tratamiento. Por las tres cosas las personas deben pagar a empresas que no tienen como principal preocupación el acceso de los personas a este común básico, sino sus cuentas de resultados. Si no pagas, no hay agua.
Hay importantísimos problemas de agua en muchas partes del país. Unas megasequías que los movimientos sociales denominan “megasaqueos”. La incidencia de los modelos de agricultura industrial han desecado lagos y ríos en algunas zonas del país. Las represas quitan el agua a las comunidades y la derivan a las grandes agroexportadoras, extractivas o energéticas.
En el río Maipo, por ejemplo, se tunelan 70 kilómetros en la cordillera para llevar el agua hacia un proyecto hidroeléctrico. El movimiento ‘Mujeres por el Naipo’ lucha desde hace más de doce años por mantener este río, que a su paso cerca de Buin ya va seco. Este proyecto es transnacional. Cuesta 2.000 millones de dólares. Lo financian países europeos y lo ejecuta una empresa austríaca.
El único sector en Chile que ha conservado un sistema público previo de pensiones son las Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad del Estado
Los movimientos contra las represas y el saqueo del agua se reproducen por todo Chile. En la Patagonia chilena muchos hospedajes y bares tiene a disposición del público un libro en formato grande y con magnífica fotografía que se titula Patagonia sin represas. En él se cuentan los proyectos, algunos ya ejecutados y otros que se han conseguido parar, que ponen en riesgo estos ecosistemas únicos que mantienen el agua. Endesa es una de las indiscutibles protagonistas del libro.
Nos cuentan que en la región de los Grandes Lagos de Chile, personas de Europa, Estados Unidos y, también de Sudamérica, están comprando territorio para asegurarse refugios con agua ante el agravamiento del cambio climático. En ausencia de medidas políticas, la gente que tiene recursos se busca la vida, mientras que la mayor parte de la gente permanece ajena a la gravedad y al “sálvese quien pueda” que están poniendo en marcha los más ricos.
La burbuja inmobiliaria
Santiago está conociendo un boom inmobiliario en el momento actual. Se estimula la compra de vivienda ofreciendo préstamos ventajosos. Las pocas familias –siete, nos dice todo el mundo– que se lucraron con la privatizaciones de los servicio públicos están reinvirtiendo esos beneficios en el mercado inmobiliario. Santiago está llena de torres enormes de apartamentos vacíos. Los bancos prestan el dinero a personas que tienen pocas garantías para poder devolverlos ¿os suena? Ellos también temen la explosión de una burbuja que agrave los problemas de la gente.
En la sede de ‘Ciudad Viva’ en Bellavista (Santiago) nos cuentan que han surgido en los últimos años colectivos vecinales, de ciclistas, de ciudadanos y ciudadanas que luchan contra la especulación y que han logrado parar varios proyectos en los tribunales.
El movimiento por el derecho a la ciudad es fuerte. “Hasta cómo se programan los semáforos es injusto para la gente aquí”. Consideran que la cuestión urbana es central. Una persona con la que hablo en Chaitén me dice que tiene una amiga urbanista que se ha marchado del país. “Urbanista en Chile, figúrate, aquí el urbanismo lo manda el mercado. Tiene plata, pues puede construir un pueblo aquí no más.” Me sigue sonando todo.
También están activos estos días quienes luchan contra los proyectos agroindustriales. Chile también ha sido pionera en la instalación de macrogranjas porcinas. En O’Higgins se instaló una. “La montaña de purines era brutal. Se formó un verdadero cerro que contaminaba todo. La proliferación de moscas fue tal, que resultó imposible atacarla desde tierra y hubo que recurrir a helicópteros para fumigar. Finalmente se tuvo que abandonar. Me acuerdo del matadero de Binéfar y de las macrogranjas que se quieren instalar en nuestro campo.
En Quellón (Chiloé) se cortan las carreteras para protestar contra las salmoneras industriales. Las salmoneras han quitado el empleo a los pescadores artesanales que se ganaban la vida con la pesca de bajura. Por un lado contaminan mucho y por otro los salmones se ceban con harina de pescado. “Son muy voraces. Nos dijeron que las salmoneras traerían empleo, pero lo han quitado. Están muy tecnificadas y las manejan muy pocas personas desde sus teléfonos móviles a cientos de kilómetros de aquí”. Lo de las falsas promesas de empleo para domesticar la resistencia forma parte, parece, de la normalidad del modelo en todas partes.
Tenemos una alta esperanza de vida en este país y es terrible que vivir mucho sea un motivo de preocupación
Los salarios y las condiciones laborales se han visto precarizadas. Hay muchas personas que trabajan en pymes y que sobreviven como pueden. Son las que están sufriendo con mayor presión estas jornadas de lucha. “Vivimos al día y cualquier alteración descabala nuestras economías”.
En las movilizaciones de estas jornadas se echa de menos una mayor presencia de los sindicatos. “No están, ni se les espera. Han sacado algunos comunicados pero no están en la calle”. Hace mucho tiempo, nos dicen, que una buena parte de los trabajadores asalariados “están desclasados y les necesitamos. Necesitamos a todos”. También nos explican que de vez en cuando se visibiliza el conflicto laboral de los trabajadores del cobre pero que suele estar asociado a la mejora concreta de condiciones salariales o al cobro de bonos individuales. “Cobran el bono y el conflicto desaparece. Los trabajadores del cobre nunca se han preocupado por qué pasa con el agua y cómo afecta la actividad a las comunidades que viven cerca y dependen de la agricultura o tienen que beber”. Es el problema de las aristocracias obreras desclasadas que ya analizó Marx. Urge reaprender lo característico del movimiento obrero: la cooperación y la lucha por la mejora de las condiciones de vida de todas, dentro y fuera del puesto de trabajo, tal y como nos han mostrando las trabajadoras de las residencias en Vizcaya o las Kellys.
Los feminismos tienen también una enorme fuerza. Como en todas partes, un movimiento plural y diverso toma las calles. Mujeres jovencísimas, personas trans, el movimiento feminista más maduro, juegan un papel fundamental en lo que está sucediendo en el país. Un movimiento capilarizado por todas partes, en las zonas de sacrificio, entre las estudiantes, en la defensa de las pensiones, etc. En todas partes.
Décadas de neoliberalismo
El movimiento de estudiantes en Chile lleva años de lucha y está articulado y en octubre pasado los jóvenes por el clima sacaron a la calle en Santiago más de 50.000 personas. Los jóvenes son los verdaderos protagonistas de este estallido. Jóvenes, no ya millennials, sino centennials, como les llaman. Miles de personas de entre 14 y 20 años que no tienen miedo a los “pacos”, como llaman aquí a los policías. Le tienen miedo al futuro. Ya han vivido décadas de neoliberalismo y han visto en qué se ha convertido la vida de sus padres, de sus abuelos. Y no, no lo quieren. No quieren esta normalidad.
Reunidos en la Plaza Italia, al pie de una altísima torre coronada por el logotipo de Movistar, con los envases del fairy rellenos de agua con bicarbonato para reducir el efecto de los gases lacrimógenos –entre la emoción y los gases es imposible no llorar estos días en Santiago-, caminando o en bici, cantando y gritando, haciendo barricadas, hacen que ya nada sea normal.
Salen con banderas de Chile, banderas mapuche y carteles con la cara de Víctor Jara, porque en esta situación anómala, se buscan referencias y se produce el reencuentro con la memoria y el saber ancestral.
Urbanista en Chile, figúrate, aquí el urbanismo lo manda el mercado
Son ya décadas de economía neoliberal. Comienza con Pinochet, pero después de la dictadura, Lagos profundiza el modelo y los que vinieron detrás lo continúan. Diferentes músicas para cantar las mismas letras; los tratados de libre comercio, las privatizaciones, la precarización, la atomización deliberada de la sociedad, el destrozo de la naturaleza. Vestidos de totalitarismo o de democracia, el valor que le dan a la vida de la gente, a la vida en general, es el mismo. Vales si generas valor añadido y si no, eres población sobrante. Quienes disienten son estigmatizados, criminalizados y ridiculizados con la ayuda inestimable de los medios de comunicación mayoritarios, que bailan el agua a cualquiera que ayude a mantener la normalidad. Y me sigue sonando a lo nuestro.
Señales desatendidas
“¿Cómo no nos dimos cuenta?”, se preguntan los editoriales de algunos periódicos. Se desatendieron las señales, se dejó de mirar la precariedad y la pobreza y, sobre todo, se subestimaron los movimientos que fueron surgiendo estos años y la capacidad de los seres humanos de cooperar, de encontrarse.
Piñera en sus primeras declaraciones dijo al pueblo: “estamos en guerra” y esa frase encendió más la indignación. En las pintadas de las paredes de pueblos y ciudades se lee: “No estamos en guerra, estamos unidos”. Pero en el fondo, Piñera era sincero. Están en guerra. El modelo de progreso y de crecimiento de Chile –más profundizado pero no tan lejano del de España– es una acto de guerra contra la gente, los territorios, el clima, los animales y las plantas…
Se ha producido una ruptura del pueblo con la clase política. En este momento se desconfía de cualquier persona que esté en partidos políticos, aunque muchas, desde posiciones discretas y no protagonistas, están participando activamente. Se está produciendo un proceso de educación política por la vía rápida: cabildos, asambleas, chats de todo tipo y encuentros que sirven para reconocerse, para comprender cómo No +APF, No al TAG, los movimiento contra la especulación urbanística, los movimiento de estudiantes, por la dignidad de las condiciones de trabajo, los feminismos, los ecologismos y la defensa de los comunes, en realidad, son diferentes expresiones de la misma lucha.
Son ya décadas de economía neoliberal. Comienza con Pinochet, pero después de la dictadura, Lagos profundiza el modelo y los que vinieron detrás lo continúan
Me dicen en Buin, “se está haciendo una deconstrucción a palos de lo que nos enseñaron que era la calidad de vida”. Es importante este movimiento de encuentro, cooperación, lucha y reconstrucción. De no existir, lo que queda es el lumpen, las mafias o la represión de un Estado que por el momento lanza mensajes cosméticos pero blinda los privilegios de los ricos. Emerge la convicción de que hacerse cargo unos de otros es un rasgo inherente de la supervivencia humana y es imposible garantizar vejez ni juventud digna si no se construye colectivamente.
El Gobierno de Chile ha decidido no hacer la COP25 en Santiago y se ha trasladado a Madrid. Sin embargo, se va a mantener la celebración de la Cumbre de los Pueblos que se había organizado de modo alternativo.
Me preguntaron si quería volver a Madrid a tiempo para la COP, pero yo me quedo. La normalidad y el orden que se han roto en Chile me recuerdan demasiado al nuestro. Y sinceramente creo que el abordaje del cambio climático, del declive de los recursos naturales, de la pérdida de biodiversidad y la lucha contra las desigualdades pasa necesariamente por demoler un capitalismo neoliberal que, de forma explícita, o teñido de verde y de progre, quiere mantener la normalidad de la política y de la vida reducidas a la contabilidad, la normalidad de necropolítica, la sumisión y la tristeza. Tengo la intuición de que lo que va a pasar en Chile en la Cumbre de los Pueblos apunta de forma certera al proceso de disputa de hegemonía cultural necesaria para abordar las emergencias (climática, social, feminista..). Los movimientos sociales en España se organizan rápidamente para la COP25 y lo hacen mirando y dando la mano al pueblo de Chile. Ya sé que mi aportación aquí es insignificante, pero quiero aprender y les quiero acompañar.
Son frecuentes en el Chile de estos días las pancartas de cartón en las que, casi niños, escriben con rotuladores de colores: “Lo hago por mi papá y por mi mamá. Por mis abuelos. Por mis ríos y mi tierra. Y no pararé hasta que vivir valga la pena.”
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Yayo Herrero
Es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.
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