Señales de humo
Las cenicientas canarias vuelven al mar
Ana Sharife 6/01/2020
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En las noches sin luna miles de crías de pardela cenicienta salen de sus madrigueras para emprender su primer vuelo al mar. En ese proceso y debido a la contaminación lumínica de las ciudades y entornos turísticos, muchas de estas aves caen cegadas por las luces o quedan desorientadas, siendo incapaces de remontar el vuelo por sí solas.
Un experimento científico inédito en Europa, impulsado por la asociación conservacionista SEO/BirdLife a través del proyecto internacional Luminaves, que abarca los archipiélagos macaronésicos de Canarias, Azores, Berlanga, Madeira y Salvajes trabaja con un mapa de siniestralidad cuyo objetivo es implantar una estrategia que reduzca la contaminación lumínica de las islas.
La cenicienta es un ave silenciosa en mar abierto que cuando no está cerca del nido emite sonidos que confunden al viajero con el llanto de un bebé
Mientras en algunas ciudades españolas sus alcaldes compiten durante esta Navidad por ver quién contamina más, cada año SEO/BirdLife con el apoyo de numerosas entidades y los cabildos isleños a través de Medio Ambiente emprenden una campaña que bajo el nombre La noche de las cenicientas solicita a los ciudadanos y empresarios bajar la intensidad de las luces exteriores o apagarlas directamente (siempre que se pueda) entre las 20.00 y la media noche del mes de noviembre, para que las cenicientas alcancen el mar.
La cenicienta es un ave silenciosa en mar abierto que cuando no está cerca del nido emite sonidos que confunden al viajero con el llanto de un bebé (muy presente en la serie Hierro). Es una de las siete especies de pardelas migradora y pelágica que sobrevuela el cielo canario, y unas 40.000 parejas vienen a hacer las puestas a las costas canarias. Ponen una vez al año un solo huevo cuya incubación suele durar 55 días. Cuando ha llegado casi al final de su desarrollo, sus padres la abandonan y se ve obligada a aprender a pescar por su cuenta. En ese vuelo se enfrenta a muchas e importantes amenazas, los tendidos eléctricos con los que colisionan, la contaminación lumínica que las desorienta, así como otros factores de menos incidencia en las islas relativos a su caza ilegal, la sobrepesca, y las muertes que se producen en redes y palangre.
Según datos de Luminaves, se estima que en Europa existen entre 140.000 y 210.000 parejas y unas 90.000-150.000 son de la subespecie borealis (pardela cenicienta). La principal población cría en todas las islas e islotes del Archipiélago canario, en lugares inaccesibles (acantilados, cuevas, barrancos del interior, bajo vegetación e incluso en la arena). Unas 30.000 se reparten entre en Archipiélago Chinijo (entre 11.400 y 13.400) y entre 10.000-12.000 parejas en Alegranza, convirtiéndolo en el enclave más relevante de Canarias y el segundo más importante para la subespecie, tras el de Salvaje Grande. También tiene presencia en las demás islas, sobre todo en Lanzarote, Lobo, Hierro y Tenerife.
La campaña de divulgación y concienciación del proyecto LuMinAves, cuyo período de actuación finaliza este año, ha calado en los isleños, sensibilizando a la ciudadanía sobre la importancia de reducir la iluminación artificial. La ong ha puesto en marcha acciones concretas para tratar de frenar el daño que produce, con la corrección de puntos negros de deslumbramiento, evaluando el estado de conservación de las aves, mejorando el sistema de rescate y recuperación, así como formando técnicos. En esta anualidad se implementó un nuevo sistema de recogida de datos de esta especie a través de un sistema de anillamiento facilitado por la Sociedad Española de Ornitología.
Cada año, los cabildos recuerdan a sus habitantes que no se debe administrar agua, alimentos o medicamentos al animal rescatado y que, en caso de encontrar alguna pardela accidentada, se llame al 112. En ese momento se pone en marcha un protocolo que activa a los responsables del área para recoger al ave.
Sólo en Tenerife, donde se estima que habitan alrededor de 8.000 y 16.000 ejemplares, se recogieron el pasado año unas 2.500 pardelas afectadas por el exceso de luz
Sólo en Tenerife, donde se estima que habitan alrededor de 8.000 y 16.000 ejemplares, se recogieron el pasado año unas 2.500 pardelas afectadas por el exceso de luz, y en El Hierro, donde nidifican unas 4000, se recogieron entorno a las 600 cenicientas que deslumbradas perdieron el rumbo hacia el mar y cayeron a tierra incapaces de remontar el vuelo por sí mismas.
La Ley del Cielo
Hace más de tres décadas que Canarias, desde el Gobierno, a propuesta del Parlamento de las Islas, aprobara la Ley del Cielo. En octubre de 1988 una normativa pionera en el mundo empezó a regular la contaminación lumínica, la contaminación radioeléctrica, la contaminación atmosférica, e incluso las rutas aéreas de cielos como el de La Palma y parte de Tenerife.
Una excesiva iluminación no sólo supone un enorme gasto innecesario en electricidad, sino que afecta a la salud de las personas, pues existe una relación directa entre la contaminación del aire y la contaminación lumínica.
En el entorno de la Unión Europea, España se erige como el segundo país más derrochador en iluminación, y ciudades como Valencia, Alicante o Murcia tienen el récord, señala un estudio realizado en la Universidad Complutense de Madrid. Durante la noche, se produce de forma natural la limpieza de las partículas de óxido de nitrógeno, pero debido al exceso de luz artificial este proceso es más lento. Esto provoca que el aire que respiramos al día siguiente vaya acumulando cada vez más partículas contaminantes.
Enric Marco Soler, técnico superior de Astronomía y doctor en Física por la Universitat de València advertía recientemente en The Conversation sobre el daño que produce en el bienestar de los habitantes el derroche de iluminación. No sólo afecta a la atmósfera, sino que también “se cuela en los hogares, causando trastornos del sueño como la inhibición de la producción de melatonina”, gravemente perjudiciales para nuestra salud. “La cronodisrupción producida está relacionada con problemas de insomnio, obesidad, depresión o diabetes”, alertaba. “Las luces led blancas con un exceso de componente azul que se instalan en muchas ciudades y pueblos son los mayores disruptores del ciclo día/noche de nuestro organismo”.
La contaminación lumínica también produce diversos efectos sobre el medio ambiente, sobre todo en zonas medioambientalmente sensibles como los parques nacionales y ecosistemas donde mamíferos, anfibios, tortugas marinas, plancton e insectos necesitan de la oscuridad, representando las aves marinas el grupo de aves más amenazado. Y en este punto, Canarias puede presumir de que en muchos municipios de las islas se han acondicionado las instalaciones del alumbrado público consiguiendo frenar el avance sin tregua de la contaminación lumínica.
En definitiva, sería necesario que una Ley del Cielo se extendiera al resto del país, no sólo por el derecho de la humanidad a disfrutar de la contemplación del Universo, sino para luchar contra la contaminación. Urge cambiar el modelo de producción y consumo actual para dejar un planeta habitable y saludable para nuestros hijos y nietos.
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Ana Sharife
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