Zozobrando
Al principio fue el verbo matar
Marta Bassols 27/02/2020
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Será que al principio fue el verbo.
Quizá por eso, el verbo también sirve para matar. Para instigar la muerte, para morir por verbo. Si todo fuera perfecto, entonces el principio, claro, también sería el final.
Ahora ya no hace falta que piquen a la puerta los nacionales y se nos lleven los hijos a la guerra. Ni garrote vil siquiera, ni leyes excesivamente duras o represivas, que bueno, también las hay.
Ahora, nos dicen cosas. Dicen: “Eh no vayáis a China”. “Eh, no vayáis a Irán”, o “los inmigrantes no nos caben todos”, o… “es una cuestión de seguridad”. Dicen cosas y nosotros les obedecemos sin que nos pongan pistolas en la sien ni nada, pagamos impuestos y cuotas asfixiantes, tarifas excesivas por recursos básicos. Metemos huellas dactilares y nos geolocalizamos solos, y pedimos policía, o Netflix y farlopa, y les seguimos alimentando su sistema y gangrenando nuestra capacidad de pensar. Y entonces escupimos con los ojos a los ilegales (otros también con la boca) porque, bueno, si no nos altera el verbo que se repite, podríamos quedarnos sin trabajos, o ser atracados en las calles indefensos o infectarnos con un virus mortal.
Lo curioso es que también sabemos, también está dicho y escrito, que siguen muriendo personas por violencia machista (13 este año sólo en España) o en el mar, intentando huir de sus miserias (1.100 en el Mediterráneo sólo el año pasado). Hasta de virus viejos (virus amigos de risas y selfies en Instagram) como la gripe convencional han muerto muchas más personas (más de seis mil en España en la última campaña) o de sarampión, que ha vuelto matando fuerte en lugares asediados por guerras medio invisibles y por las pobrezas, como en Ucrania y en el Congo, donde han muerto estos días varios miles de niños por esa enfermedad.
La República Democrática del Congo, por cierto, es un país riquísimo en recursos, en realidad, que sirvió para poner a Bélgica en un lugar privilegiado en la geopolítica europea gracias al expolio de sus recursos, y que a pesar de todo lo que ya les han arrebatado violentamente, sigue teniendo yacimientos de oro, diamantes, petróleo, tierras fértiles, y es el primer productor de cobalto en el mundo, así como el que acumula la mayoría de las reservas de coltán, que es un mineral con el que se fabrican los teléfonos listos, y casi todos los dispositivos electrónicos. Por no hablar de su música, perdonad. Sin embargo, son el segundo país del mundo por la cola de lo fatal. Y aunque de esto no se habla tanto, estando como está más cerca que China y gritando más, me pregunto si al leerlo ahora, ¿os vais a escandalizar?
¿Hay dolores de colores que nos son completamente ajenos porque no nos pueden alcanzar? ¿Pensamos que la inanición de un congoleño no es contagiosa? ¿O es por el uso perverso de las palabras, por cómo se iluminan unas cosas y otras no, por lo que los afectos nos afectan menos o más?
En Alemania, un ultraderechista ha irrumpido en dos garitos a tiros y se ha cargado a diez personas; y un neonazi mató al alcalde de Kassel por querer acoger refugiados. Y de todo esto tampoco hemos escuchado tanto hablar, ni memoriales, ni Ich bin Hanau, pero fijaos cuánto ruido y cuánta pena nos dieron Charlie Hebdo, las Ramblas y Bataclán.
El planeta está en emergencia, todos somos susceptibles de ser refugiados e ilegales, tal vez, menos los millonarios que son quienes controlan el verbo que se ha de rezar; así que tengamos cuidado con los discursos que conjugamos, porque si cada vez se piensa menos y se repite más, esta es la nueva mili con la que nos adiestran, y es por estos mantras y no por esas gripes por lo que cada vez hay más gente en peligro de morir y matar.
Será que al principio fue el verbo.
Quizá por eso, el verbo también sirve para matar. Para instigar la muerte, para morir por verbo. Si todo fuera perfecto, entonces el principio, claro, también sería el final.
Ahora ya no hace falta que piquen a la puerta los...
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Marta Bassols
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