patriotismo
Happy Hispanidad Day!
Necesitamos una reflexión profunda sobre la forma en que se sigue transmitiendo el imperialismo de generación en generación, como parte idiosincrática de lo que es ser español
Ana Luengo 11/10/2022
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12 de octubre, día de la Hispanidad. Hace algunos años ya reflexioné sobre lo que significa que la fiesta nacional de España sea la celebración del principio de una invasión a otro continente y el nacimiento de un imperio. Donde ahora vivo, consecuencia de ese avatar histórico, el segundo lunes de octubre se celebra –como alternativa al Día de Colón– el Indigenous People’s Day, o Día de la Gente Indígena. El año pasado, el presidente Joe Biden lo reconoció como fiesta nacional, aunque no federal, lo que viene a significar que no se cierran las oficinas federales, pero que cada Estado puede decidir cómo añadirlo a su almanaque.
La ley como farsa
En España, mientras tanto, se sigue conmemorando el 12 de octubre como fiesta nacional, que “simboliza las efemérides [sic] histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos” (BOE 18/1987). Vaya, que la construcción de un Estado diverso en el siglo XV coincidió con la amable exportación de la cultura española a otros continentes. Los anacronismos con que escribieron la ley me dejan turulata, y las falsedades en que se sustenta para volver a legitimar la Monarquía como parte esencial de lo español me dan ganas de llorar, y no de felicidad.
La Hispanidad como atracción
No olvidemos que el 12 de octubre de 1492 empezó un proyecto evangelizador y de explotación de recursos atroz que diezmó a la población autóctona
Pero hay más. Veo, desde lejos, que en Madrid hay grandes festejos con presencia de artistas latinoamericanos, africanos o filipinos con el nombre de Hispanidad 2022. En cinco años, hemos pasado del WorldPride a la Hispanidad 2022. ¿Qué le ha pasado –aparte de lo obvio– a Madrid, la capital de ese Estado plural amablemente fundado por los Reyes Católicos después de entrar pacíficamente en Granada? Entre otras cosas, hay conciertos del colombiano Camilo, lecturas del mexicano Jorge Volpi, una exposición sobre Frida Kahlo con un altar del día de los muertos y Belén Rueda leerá a Octavio Paz. Qué bonito y colorido resulta todo esto, pienso. ¿Cuánta gente va a participar en este espectáculo pan-hispánico que no tiene nada de nuevo? Me temo que mucha, mucha irá tan feliz con sus banderas rojigualdas celebrando que fuimos un imperio y que, en parte, seguimos viviendo del cuento. Qué bien parece que salió el encuentro entre los pueblos del que hablaba Carlos Fuentes en El espejo enterrado.
¿De verdad?
La cristiandad como destino
Porque no olvidemos que el 12 de octubre de 1492 empezó un proyecto evangelizador y de explotación de recursos atroz que diezmó a la población autóctona –“En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número”, escribió Colón en su carta de anunciación o de marketing para los reyes–, que colocó a España y su Inquisición a la cabeza de un orden mundial delirante. Ramiro de Maeztu veía la Hispanidad como analogía de la cristiandad, y España era el centro motor de esa comunidad de pueblos unidos por una dimensión espiritual. En su discurso Apología de la Hispanidad de 1934, el arzobispo catalán Isidro Gomá y Tomás dijo en Buenos Aires: “América es la obra de España. Esta obra lo es esencialmente de catolicismo. Luego hay relación de igualdad entre hispanidad y catolicismo, y es locura todo intento de hispanización que lo repudie”. Resultaron clarividentes las palabras de este promotor del genocidio que exhortaba a masacrar “rojos” y bendecía las armas del ejército franquista, cuya estrategia, a fin de cuentas, fue la aplicación de las técnicas coloniales de Europa bañadas por la ideología de la Hispanidad, pienso en 2022 con un escalofrío.
El espectáculo como unificación
El éxito del nacionalismo más rancio español se ha ido generando en un caldo de cultivo que puede parecer tan inofensivo y divertido como un festival otoñal
Mientras trabajo en una ciudad americana, que lleva un nombre obviamente español y católico, puedo ver las cosas con cierta distancia. La colonización tuvo muchas consecuencias que aún hoy se pueden apreciar aquí, entre otras la creación de diferentes velocidades del deseado progreso, la explotación de los recursos naturales, el robo de tierras para urbanizar y la marginación de muchos colectivos por una cuestión teocrática y racista, lo cual tiene su base precisamente en ese “descubrimiento” que aún se celebra como día patrio. Mientras en España se organizan los faustos para la fiesta nacional que recuerda que fuimos un imperio, en las Américas las demandas y proposiciones de pueblos originarios están presentes en diferentes espacios y cada vez se escuchan más. Pero internacionalizar de forma festiva la Hispanidad en España permite mantener la ilusión de una supremacía esencial que, al final, es una de las bases de nuestro nacionalismo. Sobre la forma de hacerlo, ya escribía Guy Debord en La sociedad del espectáculo (1967) que “El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación”. La Comunidad de Madrid lo sabe bien.
Madrid como destino imperial
Lo que me alucina es que algunos escritores y artistas de antiguas colonias se presten a formar parte de este espectáculo. Pienso que, al final, a algunos sí les ha valido la pena toda esta historia para acabar formando parte de esta gran familia festiva y risueña pan-hispánica. O quizás solo les apetecía ir a Madrid, ciudad donde puedes disfrutar de cafés con leche y cañas en cada esquina, y no te encuentras con tu ex. No les culpo, me encanta Madrid. Pero no puedo remediarlo, a mí toda esta corriente tan molona que estamos presenciando me da que pensar y me preocupa. El éxito actual del nacionalismo más rancio español se ha ido generando en un caldo de cultivo que, incluso, puede parecer tan inofensivo y divertido como un festival otoñal. Sin embargo, mientras no haya una reflexión profunda de qué sentido tuvo el imperialismo para España, cuáles fueron sus consecuencias aquí y allí, y de qué forma aún se sigue transmitiendo de generación en generación como parte idiosincrática de lo que es ser español, seguiremos poniendo más en riesgo la democracia.
12 de octubre, día de la Hispanidad. Hace algunos años ya reflexioné sobre lo que significa que la fiesta nacional de España sea la celebración del principio de una invasión a otro...
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Ana Luengo
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