Los chimpancés de Ngogo, en Uganda, son un caso único. Fueron descubiertos y empezados a estudiar en los años 90 del siglo XX. Desde entonces, un par de generaciones de antropólogos y primatólogos han estudiado a otro par de generaciones de chimpancés. Y los descubrimientos han sido fascinantes. Con precaución, pues los paralelos entre especies no son sencillos ni automáticos, en Ngogo se ha podido asistir a la génesis de la religión, de la guerra, de la política. El mayor grupo de chimpancés conocido, de unos 200 individuos, tres veces más que el siguiente mayor grupo conocido es, en todo caso, y en primer lugar, un éxito político. ¿Cómo acceden y negocian la estabilidad como grupo?

Los chimpancés son una especie muy violenta. Pero se da la paradoja de que los líderes más violentos, incluso los más fuertes, los más especializados y capacitados para la violencia, si bien pueden acceder con facilidad al liderato, tienen reinados inestables y poco duraderos. La violencia es un recurso, al parecer, pobre, si es el único. Es precisa la política, la asociación de machos fuertes, para establecer un liderazgo dilatado y positivo. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se hacen asociaciones, coaliciones, pactos, política… sin capacidad alguna para el habla, sin capacidad para discutir, para establecer puntos, ejes, programas? Por lo que se sabe, todo ello se realiza a través de la caza. Los chimpancés no cazan para comer. Comen con entusiasmo todo lo que cazan, pero parece que lo importante de esa actividad es la coordinación, el éxito colectivo. Y, más aún, el reparto. El líder reparte la pieza cazada entre unos machos, y no entre otros. Con eso favorece una asociación, que se traduce en estabilidad. A nadie se le escapa que 200 individuos son muchos. Lo que implica mucha tensión y, por ello mismo, mucho reparto y, por lo tanto, muchas horas de caza. Las tensiones políticas, en una ocasión, supusieron 17 agotadoras cacerías en tan solo diez días. Pero, por lo general, la media habitual es de una caza por día. Lo que sigue siendo mucho, algo sin precedentes. Se entiende mejor la intensificación de la caza como política si pensamos que en Ngogo empezaron cazando monos colobo rojos. El acto político de la cacería supuso, en breve, el exterminio de esa especie en la zona. Por lo que pasaron a cazar otro tipo de mono y, una vez extinguido, otro. Tras ese tercer exterminio, la presión política continuaba siendo tanta y tan cotidiana que pasaron a cazar cérvidos. Ferozmente armados con cuernos, su caza era ya una actividad peligrosa para el cazador. Que no podía dejar de cazar.

Los paralelos entre las especies no son sencillos ni automáticos. Pero la violencia es un recurso pobre, si es el único. Es precisa la política. Lo que los políticos dicen ante las cámaras no suele ser la política. ¿Cómo se hacen asociaciones, coaliciones, pactos, política… sin habla, sin discutir puntos, ejes, programas? Por lo que se sabe, todo ello se realiza a través de la caza. Y, más aún, el reparto. El despiece. Acabar con una especie, y otra, y otra. Se entiende mejor la intensificación de la caza como política si pensamos en el exterminio. Imparable, pues pararlo consiste en detener la cacería. Y hablar.