1- Vaya, estamos en el paso de ecuador de la campaña. Si esto fuera un crucero estaríamos en plena fiesta, bebiendo como para una boda y disfrazados de cosas divertidas. Pero no es un crucero. Es una campaña. Y Feijóo ha accedido hasta aquí, pasando por tres pactos autonómicos PP-Vox, por decenas de pactos municipales PP-Vox, por un debate con Sánchez en el que mintió con tanta sangre fría que, en efecto, acabó con la ola de calor, y sin que todo ello haya ocasionado desgaste alguno en su expectativa de voto. Lo que no convierte a Feijóo en un fenómeno, sino que lo ubica en un fenómeno más amplio que él, mundial: la reconversión de las derechas. 

2- Todo el mundo habla de la desaparición de las izquierdas. Cuando, propiamente, lo que están desapareciendo son las derechas. Las derechas, en los USA, en Sudamérica, en Asia, en Europa, han dado un paso de gigante. Hacia un lado. Hacia su derecha. Han abandonado el trademark de lo que fueron –lo que fueron en Europa: participaron, a tope, liberando el proceso, en muchas ocasiones, de construcción de constituciones tras 1945–. Y hoy desaparecen de sí mismas para aparecer, zas, a su derecha. Esto es lo que sucede en UK. Es lo que ha sucedido en Catalunya. Es lo que está sucediendo en Italia. Lo que pasa en Francia. Y es lo que ha pasado, ya, en España. La creación de Vox tan solo tenía esa función, ya realizada. Desaparecer y aparecer en otro punto. Ese punto no es solo otra ideología. Es otra época, otros parámetros, otra cultura.

3- La reconversión de una derecha en extrema-derecha solo trae beneficios, al parecer. Mentir y que eso no haga trizas tus votos, no es el menor. Como demuestran las derechas de UK y las catalanas, por ejemplo, es posible encadenar varias legislaturas sin resultado alguno en la línea prometida, y sin ninguno de los éxitos avanzados y prometidos continuamente, en esa gran campaña electoral que son las legislaturas de extrema derecha. Mentir para las nuevas extremas derechas no supone ningún desgaste, en tanto que, por primera vez en la historia, no mienten al mentir. Por primera vez están triunfando –además, por KO– opciones políticas no sustentadas en la mentira, sino que ya son propiamente mentiras. La mentira deja de ser un recurso, para ser el único objetivo. Y, aquí viene lo importante: las nuevas mentiras son divertidas. Esto es, ofrecen, al participante de ellas, un mundo de ocio, colectivo, la participación en algo más grande que uno mismo.

4- La propaganda de Goebbels tenía una función: demostrar que lo falso, lo no sucedido, era verdad y había sucedido. Lo que es un estrés continuo, por lo general condenado al fracaso.  Ahora, todo ese engorro desaparece, en tanto los sistemas de propaganda no quieren ser absolutos, no quieren demostrar una verdad universal falsa. La verdad universal falsa, que sostiene a las nuevas extremas derechas, no se fabrica ya con propaganda, sino con su prima lejana, la publicidad. Se crea en los spots de alarmas, en los de mutuas, en los de cruceros. En programas de true crime, en franjas de ocio, con Pablo Motos, Bertín, con personajes del corazón. Se fabrica a través de los testimonios de influencers, que te explican las ventajas de un bolso, de una crema y, más aún, del neoliberalismo. 

5- La propaganda, en cambio, liberada de tanta responsabilidad como la que tuvo, simplemente miente. Sin especial arte. Miente, tal vez, menos que la publicidad o que las franjas de ocio. Crea mentiras divertidas. Y, con ellas, sentimientos de pertenencia, opciones de ocio en grupo, la posibilidad de entrar y participar en un mundo magnético y luminoso de ganadores que comparten un secreto hilarante: una gran mentira. Mentiras que, y esto es lo importante, son ya formas de ocio.

6- Me llegan por RR.SS. imágenes de los sanfermines. En la plaza de toros, todo el público canta a pleno pulmón “Que te vote Txapote”. Lo cantan en las fiestas patronales de Teruel. Lo cantan en trenes. En el video de una boda, lo cantan los invitados cuando el novio y la novia entran en el salón del banquete. Todo el mundo ríe, todo el mundo es feliz, hasta los novios. Todo el mundo se divierte, siendo lo divertido algo importante: la identidad. Son españoles, sin clases sociales. Son una forma de ser españoles que les convierte en españoles, pues las otras carecen de recorrido.

7- La primera vez que vi esto, de manera consciente, fue en BCN. Tras 2017, cuando todo empezó a pudrirse, a oler y a adquirir su sentido, estaba en un restaurante de clase media-alta, repleto de comensales que, escasos minutos después, irían juntos –era evidente por las camisetas, por los símbolos que llevaban– a una mani procesista. En los postres, los comensales se hincharon de ellos mismos, y empezaron a cantar, todos, riendo, un lema procesista: “Las calles serán nuestras por siempre”. Lo cantó todo el restaurante. Menos los camareros. No eran blancos Y menos yo, que pasé a formar parte del grupo de los camareros. Pensé que cuando la derecha española descubriera esto sería imparable.

8- Lo ha hecho. En esta campaña ha sucedido eso. Esta campaña, cuyo ecuador cruzamos, es, básicamente, eso.