los domingos
Sobre la memoria
Tras aquellos humanos que fabricaron, por primera vez, el milagro, el prodigio, la mentira de recordar más de 1000 años, el resto no hemos parado de hacerlo
Guillem Martínez 10/09/2023
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Fue, sin duda, fascinante el descubrimiento de las primeras bibliotecas asirias, colecciones de miles y miles de tablillas en escritura cuneiforme, en las que habían sido escritos informes, facturas, tratados, pero también historia, astronomía, religión y una suerte de ficción; como el Enuma Elish, el primer canto épico que se conoce y, sin duda, el origen de tramos enteros del Génesis, como sucede con la historia de Noé, de la que ese canto es la fuente primaria, lo que sería un dato impresionante, si no fuera porque en esas bibliotecas se encontraron con otra familia de textos cuneiformes, incomprensibles y, con ellos, un descubrimiento aún más incalculable. No eran textos babilónicos. No eran asirios. Eran anteriores y mucho más antiguos. Eran, de hecho, como se supo en breve, textos elaborados por una cultura extinta, y que fueron almacenados en las “nuevas” –nuevas, en comparativa, quiero decir– bibliotecas asirias. Los lectores de esas bibliotecas conocían esa lengua antigua, al punto que la habían traducido y habían incorporado lo que decían esas tablillas a su propia historia. A esa cultura antigua, no prevista, recién redescubierta en el siglo XIX, se la denominó cultura Acadia. Costó, y mucho, traducir su lengua en esa ocasión. Cuando se consiguió, se descubrió que aquella lengua y todas aquellas tablillas aludían al primer imperio que existió en la Humanidad. Esa organización política, experimentada por primera vez, nació en el siglo XXIV a. C., cuando Sargón de Acad fundó, en efecto, la ciudad de Acad, y luego extendió sus dominios, por las armas y el comercio, entre el Tigris y el Éufrates, desde Siria hasta el Líbano, tal vez hasta la Anatolia, Dilmún y Magan. El imperio vivió varias, pocas, generaciones, hasta que desapareció. Recientemente, se ha sabido que el imperio murió por una suerte de crisis ecológica, que es como desaparecieron, lentamente y de forma inapelable e incomprensible, como ya has empezado a experimentar, casi todos los imperios que en el mundo han sido.
Cuando los exploradores ingleses descubrieron las bibliotecas asirias y, al poco, en su interior, las bibliotecas acadias, dieron con algo fabuloso. Algo que nunca había ocurrido antes. Una primera vez. No, no era un imperio desconocido. Era algo que, desde entonces, no ha cesado, por lo que, ahora mismo, lo posees en tu propia cabeza, de manera que la ocupa con tal intensidad que, tal vez, hace que te pese. Se trata de algo que lo cambió todo: la capacidad de recordar lo acaecido hacía más de 1000 años. Por primera vez, los humanos recordaban lo lejano y lo no vivido. Recordaban reyes, batallas, sequías, sucesos, vivencias extintas, con la naturalidad con la que nosotros recordamos cosas que ya no suceden, como es el caso de Noé. Es más, no podían olvidar nada de todo ello, lo mismo que nos sucede a nosotros, pues todo ello estaba escrito. Tras aquellos humanos que fabricaron, por primera vez, el milagro, el prodigio, la mentira de recordar más de 1000 años, el resto no hemos parado de hacerlo. No hemos podido cesar de hacerlo, al punto que, al poco de nacer, ya nos obligan a recordar.
Desde el siglo XXIV a. C., no hemos parado de recordar. Tanto y con tanta demasía que nuestra cabeza gastada de memoria empieza a necesitar un poco de silencio: el olvido.
Fue, sin duda, fascinante el descubrimiento de las primeras bibliotecas asirias, colecciones de miles y miles de tablillas en escritura cuneiforme, en las que habían sido escritos informes, facturas, tratados, pero también historia, astronomía, religión y una suerte de ficción; como el Enuma Elish, el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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