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Hablo con mi hijo, que vive en otro país. Al finalizar, me despido con una frase que no suelo decir. “Mañana todo será mejor, seguro”, y que, como percibo, a mi hijo no le impresiona, no le produce el efecto deseado, que era, precisamente, recordarle que mañana, con el simple paso del tiempo, una situación molesta, de la que hemos hablado, sufrirá una evidente mejoría. Cuando cuelgo el teléfono, esa frase que no ha significado nada para mi hijo, crece en mi pecho y lo hace vibrar, hasta adquirir un sentido certero y estremecedor, pues de pronto recuerdo que esa frase era muy común en los veranos de mi infancia. Mientras pienso en esa frase, reaparece en mi piel el calor de otros veranos, y frente a mí diversas personas, hoy ya fallecidas, que de pronto cobran vida, y vuelven a repetir la frase “mañana todo será mejor, seguro”, que vuelve a acariciar mi corazón, como hace mil años lo hacía. Veía a aquellas personas, precisamente, en verano. Ante un problema que les explicaba un adulto, ante un problema, aún más dramático e irresoluble, que les explicaba un niño, esas personas miraban con interés a su interlocutor, y siempre les decían, de una forma luminosa, como si entregaran con ello un regalo formidable, la frase “mañana todo será mejor, seguro”. Aquella frase, que no es más que un lugar común, no lo era cuando aquellas personas la modulaban, sino que pasaba a ser algo cierto, concreto y útil, real. Aquellas personas, todas, y por eso solo las veía en verano, cuando volvían con un pasaporte de un color diferente al nuestro, habían vivido dos guerras. Alguna de ellas, internamientos en campos inenarrables. Por eso, cuando decían “mañana todo será mejor, seguro”, estaban cargados de una razón inapelable e imparable. Sabían lo que era lo mejor y lo peor, y sabían lo era que el ayer y el mañana. Y habían experimentado, hacía décadas, que, en efecto, mañana siempre es mejor que ayer, que es lo peor. Por eso mismo, tal vez, aquellas personas fueron la última generación que pudo decir la frase “mañana todo será mejor, seguro” de verdad, con un significado experimentado en carne propia y, por ello mismo, radiante. Tal vez, gracias a esas personas, a la prueba que suponía la mera existencia de aquellas personas, la frase pudo haber sido, sin que nunca la hubiéramos valorado así, la mejor frase del mundo, la frase que explicaba una época, un ayer inhumano, como nunca se había visto, y un mañana refulgente, como nunca se había visto tampoco.
Por unos segundos siento todo eso, la grandeza sobrecogedora e incalculable de la frase “mañana todo será mejor, seguro”, que me copa. Es posible que por última vez, pues luego recuerdo que la frase no significa ya nada para mi hijo, y que no significaba ya nada para mí sin el recuerdo vivido en la infancia, que ha emergido del pasado con la misma rapidez que, posteriormente, al poco, se volvió a sumergir en él, tal vez para siempre. La frase murió, dejó de tener sentido, una vez murió aquella generación, y no quedaron testigos que demostraran la existencia de lo oscuro y de lo diáfano. Sin aquella generación, sin su vivencia, sin su capacidad de comunicar, de manera efectiva, que mañana, en efecto, todo será mejor, la oscuridad y lo diáfano se mezclan y se olvidan. Aquella generación tuteló palabras, frases. Palabras y frases importantes, que aún se escuchan, y que –lo pienso de pronto nuevamente sobrecogido– pueden haber dejado de existir también hace décadas.
Hablo con mi hijo, que vive en otro país. Al finalizar, me despido con una frase que no suelo decir. “Mañana todo será mejor, seguro”, y que, como percibo, a mi hijo no le impresiona, no le produce el efecto deseado, que era, precisamente, recordarle que mañana, con el simple paso del tiempo, una...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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