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En la piscina del hotel hay una mujer con su hijo pequeño de no más de diez años. Él lleva bañador. Ella viste una serie de prendas amplias y tupidas, que impiden que su cuerpo y su cabello sean vistos por los demás. Están jugando en el agua. Cuando deciden salir de la piscina, ella no tiene la fuerza suficiente para hacerlo, pues el agua ha calado toda la ropa y sus pliegues, y su musculatura no puede con tanta pesadez. Su hijo intenta ayudarla. Están en ello varios minutos, en silencio, intentando diversas tácticas, salvo la de desprenderse de la ropa. Finalmente, después de un fiero combate contra el peso que la mujer carga, la mujer consigue salir de la piscina, casi sin aliento. Tras recuperarse, abandonan ambos el recinto, agarrados de la mano, hacia, supongo, sus habitaciones.
Me ha conmovido lo que he visto. He visto el volumen inaudito que la mujer carga en una piscina, de manera que le impide y acota el movimiento. Debe de estar tan acostumbrada a ese peso que ni tan siquiera debe sentirlo, en tanto que, de tan habitual, le resulta imperceptible. Ver todo eso podría resultar cómico, pero, de repente, a mi me ha hecho percibir algo dramático. Yo tampoco debo ver mi carga constante y cotidiana, formada por el también abultado peso de mis decisiones. Se trata, lo comprendo ahora, de un pesado volumen que, sin yo saberlo, sin tan siquiera recordarlo, me impide los movimientos livianos. Ese peso insólito y olvidado, que llevo a pulso continuamente, debe de ser mi libertad, al punto que llamo libertad a todas esas elecciones que, tanto a la mujer como a mí, nos unen a un peso portentoso, y nos impiden, precisamente, y de alguna manera, la comodidad.
La libertad, las elecciones, las opciones, son la carga más insondable e ininteligible. Sin duda la más densa y plúmbea. Conforme más te adentras en tu libertad, conforme más la construyes, su peso es mayor. La libertad, ese tesoro, es un peso que las otras especies desconocen. Por eso, tal vez, saltan, corren y asesinan con esos movimientos únicos, ágiles y sorprendentes.
En la piscina del hotel hay una mujer con su hijo pequeño de no más de diez años. Él lleva bañador. Ella viste una serie de prendas amplias y tupidas, que impiden que su cuerpo y su cabello sean vistos por los demás. Están jugando en el agua. Cuando deciden salir de la piscina, ella no tiene la fuerza...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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