FUERA DE VERSALLES
Lo que hay dentro de diez años
Que a un periodista no se le permita describir su época es tan triste como alegre es que se le anime a hacerlo
Guillem Martínez 8/01/2025
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Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.
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Diez años es un periodo de tiempo hermoso, en el que hay espacio para que ocurran cosas trascendentales. En ese tiempo, por ejemplo, he vivido, respectivamente, mi divorcio un millón y mi divorcio dos millones, me he cambiado de piso cuatro veces –una, a la brava, en mitad de la noche, disciplina del escapismo que les recomiendo con vehemencia, pues refuerza el carácter–, y he estado a punto de morir en dos ocasiones, lo que, por cierto, afecta poco al estado de ánimo, supongo que porque la vida tiene, continuamente, un alto e inaudito peligro de muerte, de manera que la muerte siempre está por ahí cerca –de hecho, estoy en situación de informarles que es una de esas chicas divertidas y con medias negras que uno se cruza por la calle; la que sonríe; ahora está sentada a mi lado y me dice cosas divertidas en la oreja–.
En otro orden de cosas, en estos diez años, mi vida laboral –la vida laboral, el trabajo, es algo muy importante, al punto de que es lo que queda de cuando cazábamos bisontes, aquella actividad en grupo y divertida– ha vivido un cambio significativo. CTXT. Esa revista, los compañeros que me invitaron a ella y que, sin que yo lo supiera, en breve serían mis amigos –esa palabra tan infrecuente e intensa, que emociona pronunciar–, me sacó de mi destino, que supongo que era desaparecer en el archivo XC/89 de El País, carpeta a la que van a parar las firmas ante las cuales un alto directivo arrugó la nariz en un momento dado –sí, El País, en ocasiones, era como Versalles; nadie sabía lo que pasaba, pues lo que pasaba eran miradas, que todo el mundo, salvo yo, interpretaba al vuelo, lo que creaba grandes profesionales de las miradas, como en Versalles en su día–.
Un periodista nace –periodísticamente– para vivir con intensidad cosas que, a veces, son muy poco intensas. Se trata de las épocas. Que a un periodista no se le permita describir su época es tan triste como alegre es que se le anime a hacerlo, a cualquier hora del día o de la noche, sin discutir matices, sin arrugar la nariz, sin aquel tipo de miradas –¿de estupor?– que recibes cuando estás solo. El resultado de todo ello han sido diez años de contacto con la época, de descripción de la época. Un festival de la época. Algo que, créanme, no sucede en todos los medios, que son, por lo general, y tal y como describió Balzac en el XIX, comunidades profesionales de interpretadores de miradas y arrugas en las narices de sus superiores y patronos. Y, eso que no sucede en todos los medios, es, literalmente, nuestro patrimonio. Conocemos tanto la época que se nos desparrama. Conocemos tanto la época que, en las doscientas palabras que siguen, se la describo.
Cuando CTXT empezó, en 2015, hacía cuatro años que habían finalizado, con la muerte absoluta de la Cultura de la Transición, aquellas normas invisibles, pero férreas e innegociables, que provocaban en nuestros superiores y futuros superiores miradas y arrugas extrañas en la nariz. Aquella cultura, vertical y determinante en el día a día, nacida en los ochenta, murió, es preciso decirlo, zas, en apenas quince días de 2011, cuando llegó el 15M, aquella revolución cultural que no tuvo traducción política, lo que tampoco está mal. Empezábamos, por lo tanto, en un momento culturalmente mágico. Posiblemente, desde los setenta del siglo XX, jamás había habido tanta libertad. Es decir: a) altos directivos y jefes palurdos envejecidos de repente, sin saber qué hacer en sus respectivos diarios, de golpe gagás. Eso permitió b) que los medios pequeños cortáramos, no el bacalao, pero sí pescadillas llamativas. Esto es, que c) no nos leyera el gran público, pero que nos tuvieran que leer los que escribían, desde sus medios generalistas, para ese gran público, sencillamente porque eso era imprescindible si querían acceder a una descripción de la realidad sexy y operativa. Por primera vez en décadas, pudimos d), con modestia, claro, modificar, puntualizar, ampliar la agenda de la actualidad. Algo muy importante, pues e) el periodismo consiste en jerarquizar la actualidad, poco más. Es importante saber que eso f) existió durante unos años, lo dicho, en los setenta del siglo XX, pero que luego fue devorado por las dinámicas verticales y yuyus de la Cultura de la Transición, si bien, en nuestro caso, en el caso de los pequeños medios españoles del siglo XXI, g) eso prosigue, con sus más y sus menos, tras diez años. Lo que supone, sin duda, h), un gran cambio, en una cultura que consiste, precisamente, en evitar los cambios.
Por supuesto, nuestro contacto íntimo con la actualidad nos permite observar perturbaciones en la Fuerza. Esas perturbaciones acostumbran a ser mensajes del futuro, que determinarán la época, siempre dinámica y cambiante. Son perturbaciones nunca vistas, como sucede, por otra parte, siempre en la vida. Son percepciones como a) la intensificación de los nacionalismos, que pueden ser una gramática importante –y peligrosa, e hipnótica–, a falta de otra. Y, con ellos, de b) las identidades, entendidas, una vez c) han muerto las Humanidades –algo muy importante; eso determinará de qué hablamos y cómo hablamos de nuestras cosas–, como una suerte de d) micronacionalismos, de nacionalismos de los íntimo o, al menos, de lo personal. El neoliberalismo, ese punto en el que transcurrimos desde los ochenta del siglo XX, también e) está cambiando. De manera contradictoria. A saber: sigue queriéndolo todo, sigue queriendo, por ejemplo, transformar la vida en deuda –es muy bueno en eso–, pero también empieza a dar muestras de saber que el mercado libre del neoliberalismo no existe, por lo que debe ser intervenido continuamente, y de manera más intensa en momentos de crisis. Quizás este último fenómeno es f) una baza de actuación de las izquierdas. Las izquierdas, por otra parte, parecen g) no existir, palidecer. Pero en realidad, creo fieramente, han descubierto dos de sus principales herramientas para el siglo XXI: h) Piketty, es decir, los mecanismos efectivos para construir la desigualdad, que nos permitirán, por ello mismo, paliarla. E i) la posibilidad de que las izquierdas, para ser efectivas, no transcurran tanto en la política, sino en contra de ella.
Dentro de diez años les matizo todo esto. Diez años es un periodo de tiempo hermoso, en el que hay espacio para que ocurran cosas trascendentales.
Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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