El mundo entero aplaude a la madre que saca a su hijo a hostias de una protesta para que no caiga en la violencia. Imagínese estar en plena juventud, enfrentándose a las fuerzas del injusto orden, en protesta por el enésimo asesinato racista de un joven negro en EEUU a manos de un policía que luego se va de rositas. Imagínese que en ese mismo momento en el que usted se queja amargamente por la injusta muerte de un compañero de edad, raza, clase y circunstancia ante la policía, su madre aparece por allí y lo saca del grupo a golpes, al grito de "¿pero acaso te han matado a ti, gilipollas? ¿Era familiar tuyo o algo ese chico al que se han cargado? Pues entonces déjate de tanta protesta y tira para casa, que te voy a poner la cara como un Ecce Homo, imbécil". Un auténtico bajón para el Che Guevara fugaz. Y una actitud muy comprensible la de la madre, teniendo las madres el obligatorio papel de ser madres.

Es la madre del año, titulan divertidos en España los mismos medios que entienden la quema de un contenedor como violencia y un desahucio que deja a menores como el de Baltimore en la calle como fenómeno meteorológico. Ojalá muchos padres fueran como esa mujer, se comparte la opinión a uno y otro lado del Atlántico. Lo comparto y lo amplío. Ojalá la madre de Nelson Mandela le hubiera pegado un par de coscorrones y se hubiera evitado así 30 años de cárcel por la tontería de la lucha de los negros. Ojalá el tío que se enfrentó a los tanques en Tiananmen hubiera tenido una madre en condiciones que lo hubiera sacado a hostias de aquel numerito que montó. Ojalá la madre de Rosa Parks le hubiera dicho que no diera por culo en el autobús y se sentara de una puñetera vez como buena negra en el sitio de los negros. El mundo entero sonríe mirando el dedo de la madre que golpea al niño que señala la Luna. El mundo entero sonríe sin preguntarse dónde estaría en el momento preciso la madre del policía que disparó contra un chico negro sin motivos.